Punto de Vista A
El chirrido de la puerta era aterrador. El movimiento suave, lento y de velocidad constante con el cual giraban las más que oxidadas bisagras, generaba ese sonido particular. Nadie lo hubiese pensado jamás, pero yo estaba allí.
El hecho de que la Reina Madre me hubiese nombrado Sir William a tan solo 13 días de su muerte me ponía los pelos de punta. Los Europeos eran muy creyentes en eso. No tenían piso trece, no se sentaban trece a la mesa y vaya a saber cuántas cosas más no hacían si se vislumbraba ese número cerca.
Pero eso no era todo. Cuando hace dos semanas llegó a Cambridge el abogado de la familia real con el testamento de la Reina Madre heredándome este palacio, habían pasado 666 días desde mi nombramiento como Sir William.