Una luz brillante encegueció su mirada al despertar; se hallaba en un viejo cuarto de hospital por consecuencia de un fuerte golpe en la nuca. Emma, con 5 años de edad, era una niña tan temerosa, incluso hasta de su sombra. Pero pasado un tiempo jamás volvió a temer, pues se volvió parte de lo aterrador.
Pasados los días, Emma se encontraba jugando en el jardín de su casa; era una linda tarde de otoño; calles tranquilas cubiertas por hojas ya quebradizas que caían de los arboles. Las mejillas de Emma resplandecían, y el leve frio hacia verla tan blanca como porcelana; su larga cabellera rubia se revolvía con las hojas que caían sobre su cabeza luego de lanzarlas. Emma parecía ser feliz, pero se preguntaba porque luego de 3 días de haber sido dada de alta, sus padres no le prestaban atención; se encontraba triste en ocasiones, pero como cualquier otro niño, Emma pensaba que estarían molestos por aquella travesura en el parque.
La noche bañaba la habitación de Emma; ahora se encontraba lista para dormir después de haber tenido una silenciosa y triste cena sin sus padres, pues al parecer seguían evadiendo su atención. Un ruido sordo hiso que Emma dejara caer su delicada muñeca al suelo; miro hacia su estante repleto de muñecas y títeres de porcelana que su abuela había obsequiado aunque ella les tuviera pavor. Como cada cosa que pudiera existir.
Emma permanecía inmóvil en el suelo viendo el estante, ya que aquel ruido había sido causado por un muñeco caído de lo alto de la repisa; era el títere de porcelana mas horrendo que podían conocer; poseía una mirada tan siniestra en sus ojos vidriosos tan reales que podría jurarse suplicaban ayuda o simplemente querrían asesinarte. Otro ruido fuerte hiso que Emma se desconectara de aquel juguete, dirigiendo su mirada hacia la puerta que se encontraba ligeramente abierta; la habitación se encontraba ya en penumbra, solo por la pálida luz de la luna que se colaba entre las suaves cortinas de un tono lila. No era la primera vez que algo así ocurría a la niña, aun así no dejaba de sentirse terriblemente asustada así como curiosa por los acontecimientos.
Emma salió de su habitación, asustada como intrigada se dirigió a donde lo que fuera que estaba con ella esa noche; bajo por las escaleras, recorría las habitaciones; pero aun no visitaba el cuarto de música donde su padre la instruía en el piano; Emma no había tenido necesidad de ir desde su accidente, debido a que su padre la hacía entender que solo podía entrar ahí cuando él la llamara a sus clases.
Pero esa misma noche Emma se dirigió a esa habitación, notando extrañada que la puerta estaba bajo llave; como nunca había intentado entrar sin permiso, supuso que siempre permanecía así. De pronto, un escalofrió recorrió a Emma, escucho un sollozo que venía de las escaleras, corrió pensando en su madre, equivocada no estaba, no se opuso a su camino, la miro entrar al salón mientras Emma subía de nuevo a su habitación. Al subir sintió que varias presencias iban a su lado: podía escuchar sus respiraciones; Emma no podía subir más de prisa, se encontraba presa del miedo, sus ojos verdes temblaban y su rostro asomaba desesperación. Llego a la habitación de sus padres, se metió en la cama donde por el momento solo su padre dormía.
Se acorruco a su lado aun temblando de miedo, su padre de espaldas a ella le dijo con voz adormilada que la amaba, que era su princesa; Emma se sintió sumamente feliz pues no había recibido palabra alguna, solo que ella no noto que su padre lo dijo entre sueños. Amaneció y Emma seguía en la cama de sus padres, sola ya pero la cama perfectamente hecha. Era sábado por la mañana, un fresco día de otoño, Emma bajo por su desayuno, lo tomo para luego ver televisión.
Situaciones inexplicables la aturdían la mayoría del tiempo; ya había visto espeluznantes sucesos fantasmales, desde ser atacada por sus títeres y muñecas, verlos moverse y acosarla verbalmente por las noches, así como esas presencias que la seguían a todos lados, aterrándola minuto a minuto con su respiración entrecortada y lastimera, y esa última sensación de pared espesa que le impedía acercarse a sus padres estando estos despiertos. Esta vez, mientras Emma desayunaba, su televisor se torno de pronto con estática, asustada como siempre por sus constantes ataques fantasmales, logro apenas entender algún sonido que salía del televisor, un sonido tratando de decir: ‘’aléjate’’; atónita Emma tomo el control remoto para apagar el aparto, pero en ese momento su madre lo hizo por ella, sintiendo Emma ese ambiente espeso cada que quería abrazarla; su madre se fue extrañada al apagar el televisor.
Los días pasaban y las atrocidades por igual; intentos de almas desamparadas tratando de llevarse a Emma, intentos sobrenaturales para arrancarla de sus padres. Emma había visto todo, rostros aterradores de muerte, almas en pena de pie sobre el umbral de su puerta, sonidos escalofriantes provenientes de la oscuridad: lo más desesperante podría soportar. Emma no era la única con este tipo de problemas, pues sus padres también presenciaban acontecimientos sobrenaturales.
No toleraban los extraños ruidos en la habitación de su hija, al igual que en el área del salón de música, en el jardín y casi por todo rincón de la casa. En ocasiones habían percibido como los títeres y muñecas de Emma salían de su lugar, pero estos, manteniendo una expresión amenazante y aterradoramente asesina; ya uno de esos juguetes había atacado a uno de los padres intentando cortarle la garganta con las cuerdas del mismo títere. Emma ya había sido víctima de tanta brutalidad, que el miedo poco a poco salía de su cuerpo, así que intento tener contacto con esas presencias que la acompañaban a donde fuera, y que estas mismas no le permitían mas acercarse a sus padres.
El apetito, el sueño, miedo y todas las características humanas desaparecieron de Emma con los días, incluso, el interés por el desprecio que sus padres le tenían. Una noche, Emma permanecía en su habitación, sentada en el suelo de espaldas a su ropero, fue entonces cuando un golpe la distrajo, no supo de donde provenía, apenas logro reaccionar cuando de un brusco tirón, Emma fue jalada dentro del armario por unos brazos cadavéricos retenidos por cuerda.
Una luz brillante encegueció su mirada, al despertar se hallaba en el mismo parque donde jugó y callo por última vez; sorprendida y aterrada Emma se veía en aquel sube y baja tan divertida como ese día, cuando de pronto, Emma cayo al estar en lo alto, cayó de cabeza golpeando fuertemente su nuca contra el filo de la acera; Emma permanecía pasmada viendo aquella escena, aun mas al notar una extensa mancha de sangre que tapaba parte de la acera, la arena y su cabello.
Cayó desmayada, los niños y adultos corrían en su ayuda, mientras Emma veía aterrada lo que había ocurrido se llevo la mano a su nuca, sintiendo pegajosidad y una sensación tibia, un tanto húmeda y seca: tenía sangre corriendo por su cabeza. La escena cambio y Emma apareció en el hospital donde había estado internada, en esa visión miro a sus padres tristes y preocupados; a su madre acorrucada llorando en el regazo de su padre, tan doliente como si le hubieran arrancado algo de sus entrañas al momento de que el Dr. Volviera a sus asuntos.
Emma se acercó a sus padres, los cuales se encontraban inconsolables, desesperada entro a su habitación. Recostada en esa cama fría de hospital, yacía un cuerpo inerte, pálido, pequeño, ya sin nada conectado a él; solo derecho, con la sábana blanca hasta el cuello. Emma palidece al verse en aquel aspecto, entonces tantas escenas cruzan por su mente, tan rápidas, tan nítidas, al mismo tiempo que al fin comprendía todo, como si un rayo recorriera su cuerpo, Emma comprendió al fin que estuvo muerta desde aquel día.
En ese instante toda la perspectiva de Emma cambio y su aspecto junto con ello, comprendió al fin la lejanía de su familia, los aterradores sucesos todo el tiempo, el ambiente espeso de no poder acercarse a sus padres, y por si fuera poco, como un estruendo, Emma recordó desesperada aquella noche en que su padre le hablo en sueños. Las lágrimas corrían por sus mejillas redondas, sus ojos verdes se mostraban furiosos e incontrolables, pues las pupilas corrían de un lado a otro.
La escena cambio, volviendo a su habitación, ahora vacía y macabra, pues todo el tiempo permaneció así antes de que ella lo notara, antes de que aceptara su muerte. Dentro de su armario, al que fue atraída, permanecían todas las muñecas y títeres de porcelana que yacían dentro de una gran caja de madera, y, estos sujetos por una gruesa soga y atados por un fuerte nudo. Los miro detenidamente, hasta comprender que ellos le habían mostrado la verdad y que aquellas esencias que la seguían por doquier, eran seres tratando de ya tenerla apartada de la realidad.
Su habitación permanecía ya vacía, empolvada, gris, oscura y completamente siniestra; los padres de Emma ya habían desalojado la casa, aun así, esa habitación siempre había estado en penumbra y bajo llave. Emma ya no sentía ningún temor, de ser esa niña asustadiza y temerosa hasta de su sombra, ahora, se había vuelto parte de lo aterrador; levemente las muñecas y títeres pudieron salir de su caja y estar libres; ella lo veía atónita pero ya sin temor alguno, simplemente permitió que estos la envolvieran hasta cubrirla por completo. Al mismo tiempo que esto ocurría, la piel de Emma tomaba un acabado brillante, pálido y suave, mas aun que su misma piel; sus ojos verdes generaban más brillo de lo acostumbrado, tornándose profundos y delineados; Emma no mostraba expresión alguna, el cambio continuo hasta ser por completo una más de sus muñecas, una autentica muñeca de porcelana, con esa misma expresión lastimera de sus demás juguetes.
Emma poso frente a su espejo, logro ver su reflejo; su rostro y manos de porcelana, cuerpo de algodón y tela, ojos marcados y mirada perdida, ropas antiguas de tonos lilas, rojos y negros, tamaño real para resaltar de las demás. Ya la casa permanecía desalojada, los demás muñecos desaparecieron en Emma, solo quedaba ella; miro a su derecha, la caja de madera era lo bastante grande para su tamaño, así que la oculto en el armario, ella entro y cerro la tapa asegurada con candado y llave, pero esta dejada puesta para poder ser abierta nuevamente.
La tapa dejaba un pequeño hueco… por el cual Emma podría observar a su siguiente muñeca o títere.
Meses después, los padres de Emma volvieron a su antiguo hogar obligadamente pues los vecinos cercanos aseguraban ver a Emma todos los días por la casa, incluso fuera de esta. Decidieron no adentrarse ni tener nada que ver jamás; ahora la casa permanecía con un integrante anticipado.
Quien deseara vivir en aquel lugar debía apreciar esta clase de muñecas y títeres, pues ahora Emma permanecía ahí, en su caja, en su casa, corriendo por ahí como si estuviese viva aun, como si jamás se hubiese enterado que murió en aquel parque, aquel día de otoño.