Por el bulevar de tu piel avancé a un paso suave y lento, manteniendo un ritmo despistado.
Por la vereda de tus labios crucé y en muchas de tus penumbras me acomodé.
El eco de tu voz, cual una cálida melodía, me guió por caminos estrechos en dónde tus palabras daban brincos y vueltas; jugando a arroparme para posteriormente hacerme descansar entre ellas.
Fue así entonces como tropecé con tus discursos. Rápidamente me alerté por tu ágil manipulación del verbo.
Empecé a confiar en que poseías la verdad y por tanto ahora, me poseías a mí.
Al despertar de aquella trillada fantasía, aún bajo cierto efecto somnífero continué avanzando. Escalando muros y perforando coyunturas.
Entonces merodeando curiosamente por cada callejón y cada esquina, comencé a buscar algo que había perdido… Aunque no lograba recordar qué exactamente.
Me detuve frente a un gran espejo y a través de éste puede observar a una chiquilla que vagaba por enormes laberintos de colores.
Definitivamente estaba perdida, mas no parecía angustiada en absoluto.
Su cuerpo estaba lleno de vida y se movía bajo una brillante gracia, casi como bailando una alegre sinfonía.
Me llevó un rato comprender qué hacía aquella pequeña ahí….
Hasta que se percató que yo la observaba y sin más ni menos se desvaneció entre una suave brisa, dejando escapar una tierna y despreocupada sonrisa al marcharse.
Entonces mis dudas se disiparon….
En algún punto de lo que comenzó como una sana excursión por tu superficie; me perdí y terminé experimentando una odisea por la selva de tus pensamientos, hasta naufragar entre las profundidades de tu ser; en donde descansa tu esencia y vitalidad.
Y tropezar así con un callejón sin sentido, en dónde todo a mi alrededor era abstracto, excepto claro, aquel gran espejo que flotando protagonizaba el contexto.
Y contra todo pronóstico me encontré… A mí, a través de ti…
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