¿Es la vida una analogía de juego?
Jugaban al juego de la silla un gran número de personas, sabían al empezar o al poco tiempo de practicarlo, que promediaba unos setenta años hacerlo, de todas forman otra cosa no podían hacer, tal vez porque no la había quehaceres alternativos.
Cada uno tenía su silla, y al detener la música en ella debía sentarse. Durante el juego es común que alguien se acerque y así pasaba. Cada uno ponía el ritmo que desease o bien pudiese realizar, mientras que se moviese. Los años corrían junto a esa interminable maza de notas que solo de a ratos descansaba. Sillas no faltan, no, gente tampoco, pero habiendo quedado el último de aquellos que junto a otros se disputaban el inicio, ya no se sabía quién podía ganar. Sillas no faltan, no, gente tampoco, pero las risas de los recordados primeros movimientos ya no tenían sentido en estas vueltas, y en eso radicaba el sentido de la victoria, los que se fueron se juntaron, ahí se sentía estaba el triunfo.