SU BOCA
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Sin decir lo que la amaba,
escondiéndome en mi orgullo
de hombre promiscuo
y muriendo por plantarme,
cultivarme en cada poro
de su piel,
regar de besos su cuerpo
huerta de mis amores.
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Y sin decir muerte
la invoqué.
Y sin pedirla en voz alta
vino.
Y con todos los mapas en la mano
me noté perdido.
Y con todas las palabras aún por decir
la sentí perdida.
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Sentencia de un amor dañado
por mis mentiras.
Las mentiras dichas de memoria
de romances inventados,
de pasiones sostenidas,
de repartirme como amante,
pobre infeliz mercenario,
entre sábanas ajenas.
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Y me vi embustero.
Me encontré embustero.
Me descubrí embustero.
Arrepentido de mi saber,
de no ser núbil,
de haber sido de otra alma
que no haya sido la suya,
de haber yacido con otro cuerpo
que no hubiera sido el suyo,
de haber labiado unos besos
que no fueron sus besos.
Me dolí de una infidelidad
sobrevenida.
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Malabarista
de versos
sobre romances
ilusorios.
Prestidigitador
de volátiles sueños.
Creador
de falsas esperanzas.
Mutilador
de ilusiones.
¡Embustero!
La boca que yo adoro
se reveló dañada,
se lamentó dolida.
Dispuesta a sorberme dulce
le apresté mi lado amargo.
Dispuesta para conocerme
le mostré mi más burda mentira.
Y si le digo que la quiero
me responde que no es cierto.
Y si le grito que la amo
me dice que eso ya lo ha leído
en alguno de mis cuentos
que no escribí
para ella.
Y la boca que yo adoro
me llamó embustero.
Y aún estando llagada
se esforzó en una sonrisa.
Y la boca que yo adoro
y que aún me desconfía
no ha dejado de desearme.
Me recita su poesía.
Y me dice que me quiere.
Y me besa.
Pero no me cree.