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LA MUERTA ( Humor Negro)

LA MUERTA

LA MUERTA. Con mayúsculas y subrayado. Qué raro no recordaba haber escrito esas palabras en mi libreta de notas. A parte de que no era mi costumbre hacerlo con mayúsculas, y mucho menos subrayar, solía agregar algo más. En este caso eran solo esas dos palabras. No tenía la menor idea del porqué, cuándo y cómo, pero era mi letra y mi anotador. Las había escrito recientemente, al final de una página en la que había  referencias que recordaba, algunas tachadas como cumplidas, a vuelta de página un par de cosas que había escrito dos día atrás, viajando hacia Rosario y nada más . Qué raro… me seguí repitiendo, evidentemente, de acuerdo a la forma en que estaba resaltado, fue un recordatorio importante.  Quise borrar los interrogantes que me estaban obsesionando. Como otras veces, recurrí a un sistema que siempre me daba resultado, canturrear  una canción. Tangos por supuesto, esos que se habían incorporado a mi memoria sin mi intención de hacerlo. La memoria tiene intersticios por donde se cuela la identidad. – “ En este barrio, que es reliquia del pasado…la muerta”. ¿Para qué mierda había abierto esa puta libreta?…
Generalmente lo hacía cuando me disponía a escribir o cuando se me ocurría alguna idea para hacerlo, y estaba camino a casa  con la mente en blanco. Mejor dicho, en negro, ocupada con la muerta.
Bajé del micro, tome el bondi, camine tres cuadras, La muerta, la muerta, la muerta…Llegué a mi casa, abrí la puerta, un olor nauseabundo me despejó la mente. – Qué boludo, me había olvidado de enterrar a mi mujer!…
neco perata

 

 

 

 

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EL CHOCOLATE

– Qué cara de orto, vieja!… exclamó Carlón, mojando el pan en el tazón de chocolate  que le habían servido. Su madre se irguió en la silla, esbozó un sonrisa triste, sacudió la cabeza como ahuyentando pensamientos, lo miró a los ojos, bajó la vista y con voz quejosa respondió.
– La de siempre m´hijo. Cosas de vieja, nomás. – agregó un poco de chocolate a  las tazas y continuo su monologo interior.
Emilia, había nacido en ese pueblo de horizontes lejanos donde solo algún árbol cortaba el infinito,  en una monótona sucesión de días que solo se diferenciaban por la temperatura, lluvias, sequías, nacimientos y muertes. Allí había vivido esos sesenta años recién cumplidos.- Hacía?…(miró el reloj de la pared) ocho horas. A sus dos hijos, Carlón y Chela, los había tenido cuando ya casi no lo esperaba. Su marido murió poco después  del nacimiento de la nena. – La nena!…- ya casi era una señorita, catorce años, y el nene,  diez y siete. – Ya tenían plumas. – Eso era lo que estaba rumiando desde que se despertó. Siempre tuvo la alegría de verlos crecer, de soñar un futuro para ellos fuera de ese deprimente y frustrante pueblo donde nunca pasaba nada. Nunca la entristeció la conciencia de la partida. – Es la ley de la vida- se decía. – Que sea para bien. – pero ese día, se miró al espejo. Su pelo blanco, sus arrugas… y de sus ojos resbalaron  lágrimas. Fue al verse tan vieja, que pensó en la muerte y en preguntarse, quién se iría primero.
Había hecho una torta de manzanas, la que a ellos les gustaba. La puso en el centro de la mesa, con una vela que encendió y mientras ellos le cantaban el feliz cumpleaños, pidió un deseo. Uno solo bastaba, vivir hasta verlos volar. Levantó su taza, brindó por todos y apagó la vela.

Neco perata

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VERSOS PARA MI ENEMIGO

VERSOS PARA MI ENEMIGO

Te arrodillás ante dios y ante los hombres
que tienen el poder en este mundo
y mirás desde arriba  al indigente
aplicando las leyes del más fuerte.
Te crees merecedor de tus riquezas
como a otros culpás por su miseria.
Reservorio de todos los derechos
reclamás el respeto y la obediencia,
de aquellos que excluidos del banquete
recogen las migajas de tu mesa.
Se te cae una moneda con desprecio
por temor que te la saquen por la fuerza
esos míseros chicos de la calle
que ensucian la ciudad con su presencia.
Clamas por justicia, mano dura
respeto por la ley, que los condena
a vivir  como parias en su tierra,
mientras vos y tus iguales, con soberbia,
les imponen la violencia del sistema.
Hipócrita verdugo encapuchado
enemigo del pueblo. La justicia
llegará, tarde o temprano,
cuando rompan los hombres sus cadenas

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EL LOBIZÓN

EL LOBIZÓN
PROLOGO:  Después de haber escrito este relato, reparé en la similitud que hay en él con obras literarias de difusión yniversal, no puedo ni quiero saber si se debe a meras coincidencias,, si ñlos hechos acaecidos llegaron por transmición oral a los oidos de los autorea de ellas y fueron fuente de inspiración o simplemente las plagiaron. Todo es posible en un mundo globalizado, al denunciar esto solo quiero hacer la salvedad, que por no ser lo mío un cuento de ficción, sino una historia de familia, casi autobigrafica, estoy excento de la sospecha de algún presuntuoso intelectual que diga, «yo a esto ya lo leí».

El  Julieto Tapera nació una noche de luna llena. Los aullidos de los perros comenzaron cuando esta apareció en el horizonte y no pararon hasta el amanecer, los paisanos pusieron en cruz los cuchillos, las viejas se persignaban, la lechuzas chistaban, pero fue inútil,  ellos no creen en supersticiones como los humanos, así que tuvieron que aguantarse el lúgubre concierto.
Nadie en una legua a la redonda, pegó un ojo aquella noche. Porque esa noche… esa noche no solo había luna llena, aullaban los perros, los paisanos hacían una cruz con los cuchillos, las viejas se persignaban y las lechuzas chistaban, sino porque esa noche todos sabían que iba a parir mi abuela su séptimo hijo varón, bueno en realidad no sabían si iba a ser varón o mujer. Pero digamos que lo presentían, nunca había nacido una mujer en toda la historia de los Tapera y nadie esperaba la excepción. Y así fue … Varón dijo la partera, cuando vio salir aquella criatura marroncita que dio su primer vagido esa noche de luna llena, cuando los perros aullaron, etc., etc. Se había cumplido el temido presagio de aquellas mentes incultas y supersticiosas, ahora solo cabía esperar …
En la siguiente luna llena no pasó nada, bueno sí, en realidad, como ocurre en estos casos aullaron los perros, se repitieron los ritos  y nadie pego un ojo, pero el Evaristo dormía en su cuna a pata ancha, dentro de una jaula que le habían hecho por las dudas, ante la la mirada expectante de los padres, el comisario y algunos curiosos corajudos. Nada anormal  se manifestaba en el rostro,  ni el cuerpo  del niño, ni siquiera le crecía un pelo, y hago alusión a esto porque si algo diferenciaba a Evaristito del resto de los niños, era en que no tenía un solo pelo, ni una pelusita, lampiño total  el Evaristo, total que le quedó el mote de el Pelao.
Pasaron muchas lunas llenas, aullaron muchos perros y el Pelao Tapera fue creciendo. Cuando llego a la adolescencia le extrajeron los dientes y le hicieron una prótesis, que le sacaban en esas noches, por las dudas nomás…Pero como la gente seguía sin dormir por el ruido infernal,  alguien tuvo la idea de hacer el baile del lobizón. Se hizo tan popular esta fiesta que venía el paisanaje de todos los pueblos vecinos  a participar.
Hasta que una noche de luna llena, varios años después,  una  hermosa chica, de la familia Caperuza, que fue a visitar a su abuelita, no volvió al día siguiente a su hogar. Los padres hicieron la denuncia, se movilizaron los vecinos y se hicieron rastrillajes. La abuela dijo que ella había estado, pero se  había marchado temprano con su canasta en el brazo, porque quería ir al baile.
Los Caperusa que tenía una histórica enemistad con los Tapera por la propiedad de unos lechoncitos producto de una relación non santa entre la chancha de los unos con el chancho de los otros, acusaron a Julieto  de ser el autor de la desaparición de la chica, Inutil fue que mis abuelos declararan y probaran que este había ido a visitar a su abuelita y no había regresado, haciendo la denuncia de su desaparición. La gente indignada, fogoneada por los Caperuso, incendió la casa a la abuela, a los padres, a los hermanos y a cuanto Tapera vivía por la zona y salieron en búsqueda del Pelao, dispuestos a hacer justicia por mano propia, pero no  encontraron rastros de él,  ni la chica.  Como si se los hubiera tragado la tierra.. Los Tapera, en salvaguarda de sus vidas, tomaron el camino del exilio para el lado de Ameghino..
A partir de entonces comenzaron a desaparecer ovejas, gallinas, lechones y terneros en las chacras de zona aunque ninguna persona. El terror invadió la vida del apacible lugar donde nunca había pasado nada. Inútiles fueron las marchas de protesta reclamando seguridad  y mano dura. Rejas electrificadas suplantaron a los alambrados, los habitantes estaban prisioneros del temor, se acabaron los bailes y poco a poco fueron emigrando de la zona en un éxodo desesperado.
Años después, cuando todos se habían ido, nací  yo, el Neco Tapera, hijo de Romina y el Jilieto, en la estancia “El Lobizón”.
neco perata

 

 

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INSTINTO GATUNO

INSTINTO GATUNO

No me gustan los gatos. Bueno en realidad, no me gustan como mascotas. Estéticamente sí. Sus ojos, pelaje,  andar, agilidad, me resultan admirables. También su personalidad, arrogancia, astucia, intuición, seducción, coraje e  instinto salvaje de libertad. Lo que no me gusta, es que algunos de esos atributos los pierdan en parte, por un plato de comida, o cualquiera de los motivos, que sabrán  ellos, porque en eso son muy reservados, convertidos en unos gordos franeleros y vividores.
El gato doméstico transmuta su astucia en simulación, su intuición en esquivar los escobazos ,, su  seducción  en ronroneos, lamidas y puestas patas para arriba.  Su coraje… No sé en qué, pero su instinto salvaje se manifiesta en dar un arañazo artero cuando dejan de acariciarle el lomo,  o en matar pusilánimes lauchas y pájaros.  Su libertad no tiene otra ambición que salir a echarse  un polvo con las gatas del vecindario y volver a casa sin hacerse cargo de las crías.
Ya sé que al final del relato alguno me va a decir que a este espiche lo  podría haber descartado. Pero bueno, pueden obviarlo.  Lo entiendo, porque a mí me aburren las descripciones retóricas, aunque me las banco como un señorito inglés. Por ejemplo:” Los rayos de un tibio sol de una mañana de primavera, entran por la pequeña ventana difumados por la opacidad de sus vidrios, algunas vez cristalinos, hoy esmerilados por la suciedad acumulada de polvo y cagadas de moscas, iluminando con su luz menguada, el interior de la habitación. Sus paredes descascaradas con oníricas manchas de humedad y moho suben hacia el alto techo, de donde cuelgan como fantasmales estalactitas las telas de arañas. El marrón de unos pocos muebles y el piso cubiertos de tierra, aportan su monocromía  claroscura al escenario,  como de un cuadro de Goya. Una mujer sale por la desvencijada puerta que chirría un lamento al cerrarse tras ella”.
Puedo seguir el relato con el mismo estilo y hacerlo largo, muy largo, pero no es mi estilo.
Yo,  te cuento que: Marisa salió de esa mugrosa y deprimente habitación. La vereda, soleada de primavera la recibió con la sombra de los arboles dibujando rayuelas. Ella sintió ganas de saltar como una niña. Había cerrado una puerta para siempre, y se sintió libre. Tras ella quedaban sus sueños muertos. El largo tiempo esperando  su regreso, prisionera del temor de no estar cuando él volviera.
Pasó por la placita de su infancia, allí resucitaron los recuerdos, los amigos del barrio y los juegos. El amor adolescente, el primer beso y en ese escenario el encuentro que signaría su vida de mujer. Conoció a Julián una tarde cualquiera, en un cruce de miradas aleatorias. Los  pasos caminando los senderos, las palabras, las caricias,  la pasión, el amor y los proyectos compartidos, nacieron allí. En ese banco que grabaron con sus nombres, unos pibes se fumaban su tristeza.  La imagen le abrió el tema para un cuento que escribiría un día, in pagar derecho de autor,  como se cuentan las miserias ajenas.
Su madre había enviudado, y vivía con su gato Camote, en una casa lo bastante grande como para tener  un lugar para ellos manteniendo la intimidad. Pero la cosa no salió como planeaban. No fue con su madre el problema, o fue con su madre, cuando la fobia entre el Camote y Julián de hizo tan violenta  y disociante  que frustró cualquier posibilidad de convivencia. Se fue con el estigma de su madre,” Ya vas a volver con la frente marchita”… En esa época, con  veinte años, se reía de lsus frases tangueras .
Se fueron a vivir a aquella pieza,  que el sol iluminaba  de alegría y que en su ausencia con  el amor bastaba. Pero  nuevamente  nada  fue como esperaban, Julían se sentía prisionero y le logró la libertad que reclamaba .  Después comenzaron los reproches, los pases de factura, los “un día me voy”, pero volvía y la historia se repetía en círculos concéntricos. Hasta la última vez, hacía ya un año, cuando  no volvió…  Marisa  comenzó como su madre, a sentirse protagonista de los tangos. “Porqué me dejaste mi lindo Julián”?… Cantaba en su espera, mientras su vida se mimetizaba con la habitación.
Ahora, camino a la casa de su madre, con la frente marchita, sentía su derrota tan profunda que cada cosa era un recuerdo que anidaba en su memoria…y al golpear, como a una extraña la recibió el viejo gato…¿ Habría cambiado,  que Camote,  por la voz solo la reconoció ?…
No hubo reproches ni preguntas, sólo el abrazo que lo decía todo. Sentadas en la cocina, compartiendo el mate, la escena se espejaba en el pasado. Fue Marisa quien la rompió,  mientras sus manos acariciaban al gato.
.- Cuántos años tiene ya Camote ?…
.- A ver?…Tiene como doce… Respondió su madre, haciendo cuentas.
.-  Y nunca te abandonó ?… Dijo como aseverando su fidelidad
.- Y, nó. Hay que caparlos…
María no sabía si su madre, hablaba de Julián o de su gato.
neco perata

 

 

 

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