“Mama siempre decía que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes cual te va a tocar”. Forrest Gump
LA VENTANA DISCRETA
A Nora
I
Desde que nací resido en la vivienda que fuera de mis abuelos maternos. Mamá la heredó cuando efectuaron la partición con tío Poroto. En el frente siempre hubo un local que durante años se arrendó para almacén. A comienzos de los noventa, con la llegada de los supermercados, don Cholo cerró la despensa y los inquilinos se fueron sucediendo sin demasiada suerte. Si mal no recuerdo hubo una verdulería, un video club, una remisería, un taller de pintura y un quinto rubro que mi memoria por algún motivo habrá olvidado. Todos se fueron antes de finalizar su contrato. Por suerte, unos meses antes de que mamá falleciera, se instaló Guido, un excéntrico vidriero que suele alumbrar mis días de extrema oscuridad.
Detrás del local hay un tipo casa de tres ambientes con un frondoso jardín, poblado por mis más preciadas glicinas, geranios y malvones. En el fondo hay otra vivienda un poco más grande pero más antigua y señorial. Los dos inmuebles tienen una única entrada por un pasillo en común donde aún reluce un reloj Paddington 1888, que trajo el abuelo Lalo cuando el General nacionalizó los ferrocarriles ingleses.