Sin duda eres la más fresca, espontánea y pura poesía que mis ojos han visto jamás, tus colores, tus aromas, ¡TU VIDA!, verde vida, verde me vuelves al no hacerme ajeno a tu palpitante melodía. Y si bien no merezco ni el más mínimo de tus vitales abrazos, sé que me darás hasta tu último respiro sin lamento alguno. Quisiera escribirte. El abrir los ojos y renacer en tu color llenó de palabras mi boca, sin embargo ni las letras en mi hoja saciarán tal verdoso beso. Quisiera escribirte sin prosa ni verso, sino a flor de alma, pues tu brillo en mi ventana aún baila con el cielo susurrándome lo que es la perfección.
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Cuando el sol, cuando el sol quema la arena
no puedo, no puedo aguantar.
No abriré mis ojos condenados
al dolor y a su eternidad.
La noche guarda mi lágrima
pesadilla, pesadilla inmortal
el tiempo se traga mi sonrisa, no puedo mirar atrás.
Despierto de mi quebranto,
el sol me vuelve a besar
no sé si estoy superando o sólo evitando este gran pesar.
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Cuando me encuentro en un lugar donde la verde paz me abraza,
donde respiro el aire que se filtra en las montañas,
donde el cielo es de las nubes y de las estrellas,
me imagino que las grandes huellas, que en mi alma son de fuego,
no alcanzan a caer al suelo antes de extinguirse en su soplido.
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Te siento suelo del viento, imperante subordinas mis tierras acorralándonos con tus dientes salados.
Arca del secreto, expeles misterio con tu vaivén infatigable y tu horizonte inhóspito.
¿En qué momento nos sacaste de tu extensa hermosura y nos mandaste afuera?
Venerable hijo del sol y espejo del universo, no me hagas tomar una copa de tu agua o tu traición revivirá mi miedo, tú sólo sigue abrazando cuidadosamente mi hogar como yo sigo respirando tu brisa y atesorando tus valiosos regalos.
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