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A La Tumba De Romeo Y Julieta

Se va la tarde lentamente, viene el frío.

Y un pájaro viene a verme, cada año, desde su nido.

No necesitamos nada más que el abrazo, fraternal de un niño.

Sólo queremos que el romero siga vivo. Sólo el olor del jazmín y algún olivo, junto a la tumba que nos hicimos somos mendigos.

En ella posa un son amargo, como un quejido. Y a lo lejos la vista alcanza un mar bravío.

Una fragata cruza el puente, llega el olvido. Es mi país desde que muerto, siento aquel frío. El agua corre bajo mis pies, va hacia el río. Nada detiene su transcurrir, ni mi destino.

Hay mucha gente sintiendo el roce de su camino. Hay mucha luz, encima, de aquel lugar, carcomido.

Sobre un pergamino puede leerse un mito antiguo, parece un rezo echo de sombras y escalofrío: No más amantes han de morir por desatino. No más familias en desunión, sólo Cupido debe reinar junto a aquel río.

Luego…se va la tarde lentamente, viene el frío, sólo queremos que el romero siga vivo.

Se oye un rezo de peregrinos hacia la tumba.

Como por magia, en un pergamino, se lee, un mito antiguo: No más discordia, no más dolor ni suicidio. Sólo la flor, junto al olivo y aquellos niños. Sólo la vida que emerge en aquel sitio. Pues semilla somos desde la tumba, luz divina. Nuevo destino, nuevo cante, nueva luna.

Se va la tarde, lentamente, viene el frío, sólo queremos que el romero siga vivo. No más discordia, no más dolor ni suicidio.

 

 

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La Última Tarde

Perdí mi casita tan cerca del mar. Sin ella no siento paz, ni libertad. Mi verde jardín olía a azahar. Miraba a lo lejos un brazo de mar. Raíces eché en éste lugar, de espíritu libre, de amor y verdad. Dolor en el pecho, no podré volver, era mi tesoro, era mi hangar. Canciones lejanas parecían sonar, cual sirenas agazapadas, durmiendo en la playa, sonriendo al varar. Cómo te quise tanto, me pregunto al andar. No podré pisar tu suelo, sólo navegar, mirando de lejos, mi bello lugar.  Serás sólo mía o de nadie mas, ésto pensé un día, mágico lugar. Nadie es de nadie me dijiste tú, razón que tenías, lo supe después. Te amaré un día con tanta pasión, vertiré mi aliento cuándo ya no esté. Qué luz te inundaba, pequeña casita, aquella mañana en que te dejé. No quería irme, pensaba al cerrar la puerta, la última tarde de aquel verano que no volverá. Serán mis estíos más fríos al dejarte, mi andar, tumba ambulante, parecerá de verdad, pero será baldío. Fuente junto al mar, no arrojes el nido de aquello que nace sin ningún lugar. Casita de playa, no olvides mi alma que vive sin ti, en la tierra adentro, lejos de ultramar. Acoge al nuevo, hazle sentir mi pecho que un día abrazó el cielo, la brisa, la luna y el sol. Dime viajero qué sentiste tú cuándo la pisaste por primera vez. Háblame de calles, bullicio de rocas, de olor de pescado, de cremas al sol, quizás perpetuo cesar. Oscura es la noche, tan lejos estoy, que sueño pisadas en mi viejo hogar.  Dile viajero que un día veré mi sueño cumplir, su suelo habitar. Pues yo no soy nadie, lejos de la mar.

 

 

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