La lluvia, compañera cuando llega en el momento y la cantidad justa, enemiga cuando todo se desborda. No hay mayor placer que dormir con lluvia. Despertarse en una cama calentita y escuchar el dulce sonido de las gotas golpeando en la ventana. Hermosa sensación que dura lo que una tarda en darse cuenta de que se tiene que levantar para ir a trabajar. Es en ese instante en que la lluvia ya no es más mi amiga.
Ni pensar en manejar con una lluvia fuerte encima. Es cuando los sentidos se agudizan, las divisiones de los carriles se borran, y comenzas a pensar: ¿voy bien? Una mañana oscura y lluviosa al volante.
La mejor parte es cuando llegas a destino sin contratiempos. Solo espero que el día laboral no se presente como el clima.
Llegada a la oficina, un café, buena música y a aplicar magia.