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El Cisne

En el lago hay un cisne
que nada con belleza
con su hermoso color blanco
un cisne blanco lleno de pureza

Al levantar las plumas
es el más majestual
se alza más y más como la espuma
otra como esa ave no hay igual

Un abanico forman sus alas frescas
los pequeños cisnes son una ternura
ellos nos llenan de ideas pintorescas
olvidando nuestras ideas más oscuras

Pero, ¿Dónde queda el cisne oscuro?
de color negro como el inframundo
extraño pero de corazón puro
aquel cisne olvidado por el mundo.

liebe

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Si Los Que Se Creen Vivos Supieran…

hay tantas cosas hermosas en la vida. como la vida misma. es tan impredesible no? hoy estamos, tal vez en segundos ya no.
la vida es tan hermosa que no tenemos tiempo de apreciarla desde todos sus angulos.
pero que se puede hacer? solo vivirla, ser feliz, llorar, reir, amar y por sobre todas las cosas no creerse algo que uno no es y ser honesto. porque si uno se cree vivo cuando no lo es tarde o temprano queda solo y ahi es cuando se da cuenta que en vez de vivir la vida como se debe la creiste vivir siendo algo que no eres. pero bueno si los que se creen vivos sipieran la ventaja de ser honesto

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1945

Aquel día de verano de 1945 todo había acabado. Tan solo nos quedaba una carta. Una carta que decía:
“Escapa conmigo hacia el inmenso Universo. Los sueños nos hechizaran. Escapa conmigo y podrás volar por el inmenso mar. Escapa conmigo y todo el mundo estará a nuestros pies”.
No estabas tú. No estaba yo. No había nada excepto esta carta. Esta carta nacida de tu último aliento. Esta carta engendrada por nuestro eterno amor. Esta carta que siempre vivirá en nuestros inertes cuerpos.

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El Mar Profundo (Parte3)

Habiamos atravesado los corredores de la universidad con tal velocidad que mientras seguia a Eduardo , no tenia idea de lo que estaba ocurriendo alrededor o lo que yo estaba pensando.
En ese momento, estaba sintiendo. No pensaba , solo me dejaba ir , vacio y libre, inconsciente, inconcreto, sin ningun tipo de responsabilidad por mis actos. Nada.
Sentia una electricidad unica, adrenalina pura. Nada de ataduras, responsabilidades. Libertad? Era posible. Pero tambien peligro. Mucho peligro.Y no recordaba haber sentido eso desde hace mucho.
Yo era el «buen chico» de la promocion. El responsable, culto,limpio, reservado.
-Alex, acompañame a mi auto por favor.-Dijo Eduardo enronquecido de voz. (Hasta ese momento no sabia que clase de excitacion lo acompañó cuando me dijo esto).
Ambos fuimos hacia el Volkswagen blanco.
El, sosteniendo las llaves en su mano derecha y con el maletin en la otra mano. Yo, algo rezagado cargando mi mochila y con ganas de quitarme la casaca porque estaba comenzando a sudar. Habiamos caminado un tramo largo y estaba cansado. Las piernas me dolían.
La clase habia terminado. No quedaba màs que hacer por esa tarde. Solo dejarme llevar por la invitación de este extraño maestro. Era ingenuo, era atractivo tal vez por eso. Por el hecho de caminar como si no supiera pero sintiendo que podia pasar a continuación. Sentí que estaba soñando despierto o pensando cosas equivocadas. Seguro Eduardo sacaria un par de libros de la cajuela o de la guantera y me los entregaría felicitando mi empeño en clase y dandome un trabajo que disfrutaria realizar para la clase de la semana entrante.
-«Son solamente estupideces mias»-(Pensé en ese instante. ¿Por que jamas he de hacerle caso a mi intuición cuando sabe màs que yo?) Me precio de ser intuitivo pero no de tener el sentido comun de utilizarla cuando me avisa de esa manera sutil que tenga cuidado.
Eduardo pasaba las llaves por la cerradura. Cuando me di cuenta, esta sentado en el asiento del conductor y me hacia señas para que abriese la puerta que tenia ante mí. Yo estaba pasmado. En realidad…? Sabia que podria ruborizarme en cualquier momento. Aproveche la soledad del estacionamiento y entre en el carro con el estomago revuelto y el corazòn medio desbocado. Pero por fuera me mostré sereno y hasta despreocupado.
-Crei que jamàs irias a entrar.
-Je….No, disculpame. Estaba distraido.
-¿Que? ¿Por que? ¿En que pensabas?
-Nada, son tonterias.
-Vaya. Pensé que suponias que iba a seducirte en el estacionamiento de la universidad? Niño! no me conoces siquiera y ya estas imaginando cosas sobre mi.
Me ruboricè de manera furiosa. Trate de no mirarlo. El estaba con sus pupilas azules como el cielo de Inglaterra junto a mi. Mirandome. Yo preferi no mirar. Cada vez màs mi verguenza crecia , crecia…crecia de manera descomunal.
-Niño, calmate un poco. Solo quiero charlar contigo sobre esos 2 autores. Mira en la guantera. No se por que, pero me acorde de ti cuando encontré esos libros en mi vieja biblioteca. Acabo de mudarme a un departamento cerca de aqui. Pero ve hojeandolos a ver que te parecen.
-Disculpe…No…Disculpa…
-Ya te dije que no me trates de ud. Me haces sentir muy viejo! No lo soy tanto.¿O ya lo parece?
-No, para nada… Estas muy bien conservado ademas te ves como alguien instruido e interesante.
-Cuantos piropos juntos! Voy a tratar de creerte, porque me suena a lisonjería.
El Volkswagen arrancó de manera medio estrepitosa. Recorrimos las calles con sus arboles al caer la tarde. Sentia todo alrededor mio. El viento azotandome el cabello. Las tapas duras y rugosas de los libros. La concentración de Eduardo mientras manejaba y estaba consciente de tener las pupilas de los ojos completamente dilatadas de dejar entrar la luz pero que esta no se asentara en mi cerebro.
Era consciente e inconsciente de todo al mismo tiempo por distinta via. Emotiva y Logica. En mi lógica, el cerebro gritaba peligro. En mi emotividad,solo podia sentir placidez, la compañía deliciosa de Eduardo, ese atardecer que iba avanzando al crepusculo.El autito avanzando hacia un edificio de madera. Pequeño con varios pisos.
Estaba pensando que iba a suceder cuando Edu me saco de mi estado de inconsciencia.
-Alex.¿Otra vez fuera?…Hemos llegado hace 5 minutos.
-Perdona Eduardo, son cosas que me pasan a veces.
-Entremos, quiero enseñarte unos volúmenes.
-Abrimos las puertas del carro y aseguramos el mismo. Entramos al edificio y subimos a su departamento.
El 8F. La primera vez que pise ese departamento era un muchachillo ruborizado e impresionable.Eduardo era el maestro seguro,impecable, encantador. ¿Como podria haberme resistido? Alguien podria haberme advertido del peligro en todas sus formas, maneras, estilos, palabras pero no habria prestado oidos. Para nada. Para nada.
-Acomoda tus cosas donde desees, pero te sugiero el perchero cerca a la puerta. Asi no las olvidaràs despues. -Dijo Edu mientras echaba las llaves en una mesita pequeña,y colgaba su casaca de ante en el perchero mientras hacia yo lo mismo con la mochila y con mi casaca marrón.
Voy a preparar un tè .Ponte cómodo.
El departamento de Eduardo, contrario a muchos departamentos de coetáneos, estaba realmente arreglado. Bien decorado y pulcro. Pero con el tipico desorden de un hombre que espera que alguien le limpie la casa. Papeles en un escritorio a uno de los costados junto a la ventana. Su computadora estaba atràs mientras que estantes de libros recorrian las paredes.
Creo que cuando entré no me di tanta cuenta como en los otros dias de cómo Eduardo, maniatico en si mismo, ordenaba sus libros. Hasta que me di cuenta de manera casual que estaban en orden de TEMAS. Filosofia, comedia, novelas, novelas ligeras, poesía.
La biblioteca era inmensa y hermosa. ¿Como un hombre tan culto e interesante podría estar solo? ¿Cómo habia ido yo a parar a ese lugar? Su voz me sacó de mis cavilaciones. Siempre solía despertarme de mis mundos cuando me escapada.
-El té está listo.

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El Mar Profundo (Parte 2)

Estaba listo para irme pero sus manos querian retenerme. No opuse demasiada resistencia. Lo admito. Debi hacerlo.

Eduardo habia sido mi todo en ciertos momentos. La unica boya que me amarraba a la realidad. Subrepticia y lobrega, pero era mi realidad al fin y al cabo y yo elegia quien estuviese en ella. Y quien no. Asi de simple.

-Quedate.

-No. Dejame en paz, te lo repito. Dejame irme de aqui.

El acantilado me llamaba con sus ruidos secos y humedos. Con las olas del mar a lo lejos. Con el desafio de la nada , del vacio antes de caer contra las rocas y deshacerme el cuerpo. Era capaz de hacerlo como cualquier otro ser humano, pero no era tan estupido para dejarme vencer por mis arrebatos. Era hora de largarme a terminar mis cosas. Mis veintipocos años me darian el espacio necesario para olvidar a Eduardo y sus continuos engaños. En fin. Era momento y le habia dicho ya lo que pensaba. ¿Como irme?

Dramáticamente? Indiferentemente? (Esta, lo admito es una de mis escapadas favoritas). O simplemente el «Ya se vera en el camino».

Mis manos estaban en sus hombros. Edu era mas alto, mas fuerte y màs viejo que yo y sin embargo el poder que yo ejercia sobre el en ese momento sobrepasaba cualquier sentimiento de madurez. Era poderoso, como en ningun momento habia sido durante esa relaciòn. Siempre era:

«Alex, ven.» «Alex haz» «Alex tu nunca…o tu siempre…» Y la verdad en ese momento no podia decirme ni reprocharme nada. Porque no le habia hecho ningun tipo de daño. El a mi si. Y mucho.

SUELTAME! -Le grité. Senti sus garras en la cintura. Estrechandome y lastimandome al mismo tiempo (no hay nada màs horrible que te retengan cuando no lo deseas)-mis manos se hundieron en su chaqueta. -HIJO DE PUTA!

-Alex. -Se descompuso su voz y me abrazò. ¿El maldito no comprende este tipo de palabras o que?! Mi respiracion se acortaba, mis espasmos fisicos eran insoportables. Podia sentir todo alrededor de el. Su respiraciòn que me acogotaba, su corazon latiendo a mil por hora. Sus brazos en torno a mi cintura. Su olor a Yardley que tanto me habia transtornado. Y despues de tanto tanto… Daño. Solamente eso! ¿Queria regresar? No, no màs.

No màs traiciones, no màs mentiras, no mas disimulos, no màs estupideces de ese estilo. Habian tantas personas capaces de amarme sin ataduras o màscaras… Y tu Eduardo pretendias poseerme . ¿Por alguna justificada razòn? No lo creo.

Nos habiamos conocido en la universidad. No sabía siquiera que le atraia. Solamente teniamos unas pocas horas al dia de vernos y durante los pasillos. Sin embargo era extraño. Cada vez que el leia en clase o estabamos todos concentrados en un texto, siempre lo sentia caminar alrededor de la clase, leyendo las lineas de Nieztche, Sartre,Shakespeare,Rimbaud, Baudelaire o quien estuviesemos tocando en tema. Narrativa, letras, estilos. La clase se juntaba. Y yo con mis veintiun años, sentia su mirada en mi nuca. Caliente, escandalosa. Queria salir corriendo de la clase para bañarme en casa y ponerme cómodo. Sin embargo en un momento no lo hice. Hice completamente lo contrario. No me puse rojo y disimule como siempre. Volteé el rostro y lo miré fijamente. Sus ojos azules y mis ojos pardos se encontraron en una sola bola de luz.

 

El tenia su chaqueta de ante. Vestia siempre de manera casual. Para ser un profesor joven de 29 años tenia muy buena piel y andaba bien conservado. Lo que siempre le caracterizó era su arreglo fisico. No era tan formal pero no era tampoco informal o desagradable. Y ese olor, incomparable a Yardley for Men. Nada era tan poco posible de imitar. Porque era distinto. En ese momento, en la bola de luz me di cuenta que no habia hecho ese movimiento de cabeza en vano. Que habia atado a mi vida de alguna manera a la de este hombre por saber o para aprender algo.

 

-Aldomeira. -Me llamó al final de la clase.

-Digame Don Eduardo.

-No me llames «Don» por favor que solo tengo 8 años mas que tu. Llamame Eduardo y yo te llamare Alex si me lo permites.

-Bueno, Eduardo. ¿Que sucede?

-He estado revisando tus trabajos y el ultimo semestre te has dedicado a leer màs de Rimbaud y Baudelaire que alguno de la clase. Tienes algun interes especial por estos 2 autores?

-Si. Me encanta su obra,me encanta la manera tan fatal para terminar sus relatos. Sin embargo las pocas obras que he podido conseguir no eran mías y he tenido que devolverlas.

Sus ojos azules me penetraron.

-¿Tienes algo màs que hacer?

-En este momento, no. Esta era mi ultima clase.

-Ven , tengo algo que puede interesarte.

Cogi mis libros , los meti en la mochila , me puse el abrigo marrón y lo seguí mientras podia sentir de nuevo esa mirada tan sombria como penetrante. Dentro de mi cabeza una luz roja me presentia del peligro pero yo aun era inconsciente de él.

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