Vacaciones, perdidos quien sabe donde. Perdidos en la noche. Perdidos en una playa. Perdidos aquí y allá. Y nuestros ojos también perdidos. Perdidos en la inmensidad del espacio.
Ojalá lo pudiera tocar.
Cada vez que me encontraba en una estrella, su luz me inducía a soñar, a pensar, y a tantas cosas, que me quedo sin palabras para pronunciar.
Realmente, elegir pasar así la última noche de nuestras vacaciones, parece una idea acertada. Al menos por el momento. Cualquier persona pensaría que en un paraíso como el que visitábamos era para extraer hasta su última gota de placer. Y allí estábamos.
No nos mirábamos.
Tendidos boca arriba sobre la arena. No importaba si húmeda o fría. Solo importaba ver y recordar por la eternidad una de esas almas, representadas en las miles de estrellas del cielo austral. Nada hipnotiza más que el poder inconmensurable de la belleza de la naturaleza.