El bufón acababa de llegar a un pueblo, estaba muy cansado por al caminata que sufrieron sus pies, hinchado su letrero de madera, sudado y su tienda por poco la tiraba pues no podía con su propia alma. Llegó pidiendo agua a una cantina el cantinero muy amablemente lo corrió a palos, para el ya era normal, pues dijo; -me iré a la plaza a contar chistes, que es en lo que yo soy bueno.
Al llegar a la plaza puso su tienda, su letrero en en lo cual se lo colgó al cuello con un moño anaranjado que se había encontrado en el desierto y había supuesto de que era de algún viajero que se lo había dejado a propósito, y gritoó se venden chistes para el dolor del corazón, se regalan sonrisas para el artritis, se dan besos para el humor, hagan fila que yo podré con todos. Solo que nadie le respondía pues toda la gente se encontraba en su burbuja monótoma, pero algunos niños se acercaron pues se le hizo curioso, algunos también aceptarno por ir pues era menos aburrido que su soledad.