Era un día frío de invierno, en una localidad poco habitada, se encontraba una jovensita llamada Diana frente a su tutor. Por las viejas ventanas se podía ver cómo la neblina comenzaba a expandirse. Diana estaba apunto de oir la noticia que tanto esperaba: El culpable de la muerte de su familia sería atrapado.
Hace dos años, en el único hotel de la localidad, se hospedó un extranjero el cual sólo estuvo un día, los vecinos no lo conocían y esto no habría sido importante sino se tratase del mismo día en que ocurrieron los hechos. Aunque esto solo lo hiciera ver como un sospechoso alguien lo reconoció y aseguraba haberlo visto el mismo día, cerca del lugar y antes de que llegase la policía y todos se enterasen de lo sucedido.
Diana al inicio no creyó que la noticia fuese cierta, pero luego empezó a emerger en ella la esperanza. Y preguntó: ¿saben donde se encuentra? Y la respuesta fortaleció su espíritu; lo que vendría después la regresaría al infierno: Lo siento Diana, tal parece que se trata de nuestro vecino Vicent.
En la casa vecina, muy temprano se encontraba un propietario solitario, veía a través de una ventana cómo la neblina se apoderaba de todo el lúgubre paisaje. Sus pensamientos usualmente culpables, hoy sólo eran acaparados por la neblina y lo extraño de su belleza.
De pronto escuchó a alguien golpear la puerta principal; al abrirla tuvo al frente un rostro familiar, era su vecina Diana; traía una expresión que pocas veces había visto en ella. Mientras ella hablaba recordó lo rápido que crecen los niños y lo obstinados que podrían llegar hacer. Pero realmente él quería que ella pudiese abandonar el pasado para disfrutar la maravillosa etapa de la pubertad. Finalmente le respondió aquello que necesitaba oir, quizás con eso podría al fin abandonar el pasado y atender el presente.
Diana abandonó los límites de la propiedad vecina, unas sirenas llegaban al lugar y Vicent esperaba frente a la neblina la figura del devastador futuro cercano. Sólo había alguien que lo podía salvar y era su enemigo.