Esa sonrisa. Ese llanto. Ese beso poco esperado. Esa sensación de bienestar. Una pelea. Un mísero trozo inerte de algo sin aparente importancia. Una vacua frase en un anodino día, o ese aleatorio momento que no recordamos que existe.
Dicen que nuestro cerebro tiene una capacidad, y que por eso él prioriza lo que considera importante de lo que no, eliminando las nimiedades que supuestamente carecen de importancia, pero, ¿Y si no es cierto? ¿Y si todo lo que vemos, oímos, escuchamos, sentimos, percibimos, respiramos en cada instante de toda nuestra vida desde que empieza hasta que termina, puede ser perfectamente sostenida por nuestro mayor órgano, y que en él se encuentran todas las respuestas de todo lo que somos e hicímos?
Si recordamos cualquier suceso pasado que creíamos olvidado al escuchar una canción, al oler un determinado aroma, al oír un determinado sonido o al ver aunque sea, un fragmento de piedra que ya ni rememorábamos que existía a pesar de haber sido parte de nuestra infancia, ¿no significa que en realidad sigue con nosotros? Porque el hecho de no recordar un acontecimiento no implica que se haya borrado de nuestra mente. Tal vez la calidad y definición de ese recuerdo se ve mermado con el tiempo, hasta que solo queda una minúscula porción de lo que era, pero sigue estando ahí, por muy pixelado que se vea. Solo hace falta algo que lo detone y de ese modo vuelva a resurgir.
Todo lo que hemos vivido está grabado en nuestra mente, únicamente se necesitan reunir las circunstancias y piezas adecuadas y necesaria para volverlo a recordar, mas, nada se elimina de de ella, solo se oculta y pasa a otra dimensión, no obstante, nunca desaparece.
“Nada abandona nuestra mente. Todo sigue como recuerdo pese a que lo hayamos olvidado”
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