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Avinagrarse Cerúleo

AVINAGRARSE CERÚLEO

Es tarde, y la ansiedad crece,
bajo el rojo de las escaleras,
en la sombra, olor a viento,
y en el viento, dolor salado,
un grito palpitante desnuda,
y asciende la fragante luz.

No espera, no desea, no sabe,
que a nadie el cielo escucha,
que a nadie la tierra ignora,
ni siquiera la misma nada.
Por ello, su recuerdo ha muerto,
en el ocaso estéril y perplejo.

Hace ya tiempo, tan lozano,
que pasó la hora, diligente,
por ese grito, del vaivén incierto,
que lleva el cabello risueño,
y empuja sereno al sueño,
con la febril niebla noble.

Viene de un lugar, que embarga,
que hunde la voz del bosque,
y cosechas salvajes flores,
que están más allá del recuerdo.
Tanto que ha sembrado su ceniza,
soñando perlas y alfombras.

Seguramente ya no están,
secas, bajo el sol intactas.
Por eso duermen de pie,
los suaves muros del metal,
los inmensos devaneos riendo,
con el pobre sudor del fuego.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Del texto y de la imagen

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Humo Rojo… (Lipograma Bivocálico)

HUMO ROJO
(Lipograma bivocálico)

Busco buzos y crudo burdo,
brujos curvos, lutos luzco.
Muchos mudos rojos mundos,
nudos nulos ocupo… ¡Humus!.

¡Oh, humos profundos!.

Ojos y sudor sufro, trunco,
vulgo brusco y cómodo dulzón.
¿Cómo son los hurtos justos?.
¿Cómo son los humos juntos?.

¡Oh, rojos opúsculos rojos!.

Mucho conjuro y usufructuo fruto.
Mucho confuso y cúmulo crudo.
Son lujosos y lobunos gustosos.
Son pulcros y prófugos robustos.

¡Oh, póstumos productos!.

Unos cornudos convulsos búhos,
otros oportunos póstumos humos.
Unos pulpos duplos tumultos son,
otros musgosos moluscos jocundos.

¡Oh, trucos undosos ocultos!.

Lodo y lobo rotundo luctuoso.
¡Cómo populoso grupo suntuoso!.
Son homúnculos muchos monstruos.
¡Son tortuosos muchos pronto!.

¡Oh, humo rojo, rojo humo!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

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El Efecto Doncella

La primera vez que la vi, hizo que me olvidara de las demás mujeres. Mi instinto animal no cesaba de corromperme la mente. Quería poseerla. La deseaba con tanta locura que por mi cabeza solo rondaba el despojarla de su corto vestido y subirla a la barra del bar para follarla con tanto vigor que la haría gritar hasta quedarse afásica. En cuanto se lo propuse, una sonrisa con mordida sensual en su labio inferior izquierdo, y una mirada lasciva en su rostro, reveló que tenía que esperar a la hora del cierre.

Cuando llegó el momento, y en plena armonía carnal, el sudor de nuestros cuerpos a causa del calor producido por los hornos, el lavavajillas y la plancha de metal, dificultaba la destreza que ambos nos demostrábamos, aunque eso no nos impidió que lo volviéramos a repetir después en la cocina…o en la mesa cuatro…o en el almacén.

 

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