– ¿Alguna vez te he contado que conocí a un hombre desdichado, quien perdió su talento y alma de la nada?
– nunca me lo a usted dicho abuelo.
– pues veras hijo, cuando yo tenia tu edad conocí a un joven con tanta hambre de destacar que se le veía animoso de vivir.
Él era un musico extraordinario, nadie habrás visto como él para tocar la guitarra, y no se dijera para cantar. Él era el mejor cantante que se pudiera haber visto. Su talento no venia pues por naturaleza, el había nacido con la peor voz del mundo y las manos mas torpes para tocar la guitarra, o eso fue lo que dijo mi hermana, quien estuvo con él en la misma escuela, «no podía ni tocar una nota correcta en la guitarra, y su voz parecía el crujir de las ruedas de un tren sobre la vía» solía decir ella.
Con el tiempo el muchacho practicó y practicó hasta que mejoró, tanto que se convirtió en el mejor musico del pueblo.
Un día mientras su fama y talento en el pueblo estaba en su apogeo y extendiéndose por la región conoció a una mujer muy bella, Candelaria. Ella se convirtió en su esposa y desde ese día con el paso del tiempo, aquel musico tan talentoso se apago como una fogata que se quedó sin leños.
– Pero ¿por qué dejó de hacer lo que tanto amaba y se esforzó en lograr?
– Ah, eso nadie lo sabe, algunos creen que se quedó sin ideas para su música, otros creen que enfermó y tuvo que dejar de lado la guitarra y el canto para siempre.
– Y usted ¿que cree que le paso abuelo?
– ¿Yo?… Yo creo que simplemente dejó todo lo que había luchado, lo que había logrado con su música y lo cambió por otro sueño. Uno al lado de su esposa.