Un Buenas Noches…

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 Todos han dormido muy mal anoche. Muy mal. Es que al principio el viento desde el sur se había metido entre las chapas disipando rápidamente el poco calor que habían logrado con el brasero. El viento calmó en la madrugada y comenzó una terrible helada… ¡Qué frío!…¡Qué frío Señor!…

Cuando  el pito de la fábrica suena Carmen sabe que son las siete de la mañana, entonces se revuelve en el camastro, restrega sus ojos aún somnolientos , le da una patada al gato y pega  un grito fuerte para que   los gurises la oigan…

_ ¡ Arriba Carlitos!… ¡ Arriba Esteban!… ¡No sean dormilones che que dispués yegan tarde a la escuela!.

El grito resuena entre las chapas de la única pieza que se utiliza como dormitorio. Un ropero y un pedazo de tela a manera de cortina hacen la división entre el lugar donde duermen Carmen con el tuerto Geremías, su esposo, del resto de la pieza… Al lado de la cama matrimonial está la cuna de Viviana. Del otro lado, dos camas más. Carlitos duerme con su hermano Esteban, ambos escolares. En otra cama Delia, la hermana mayor, se tapa con la almohada para seguir durmiendo. Ella dejó la escuela el año pasado. Entre las camas, en lo que parecen ser bancos o sillas, harapos sucios en  un caos difícil de describir.  Un baho húmedo, pegajoso, maloliente, mezcla de orines , sudores y humo  hace casi irrespirable el ambiente.

Carlitos se acuesta vestido y por eso, al levantarse, solo debe ponerse un buzo más y las zapatillas rotas que deja a un lado de la cama. Va al patio temblando y orina entre unas cañas. Luego vuelca un poco del  agua fría del  balde a la palangana y se moja la cara con la punta de los dedos. Se seca con una toalla oscura y agujereada.  Toma la  mochila que está sobre una silla y con un «hasta luego»,  parte hacia la escuela.

Un automóvil de color blanco con grandes siglas en las puertas delanteras: C. de E. U.  I.    Un automóvil moderno que relumbra con el sol del amanecer avanza raudo por las  calles del pueblo.  Se espantan las gallinas que corren y gritan con alas abiertas y cuello estirado. Corren los pollos a retaguardia piando con desespero. Ladran los perros y alborotan el vecindario comunicándose los unos con los otros de la presencia del intruso. Vuelan hacia el cielo las palomas. Doña Ciriaca suspende el mate dulce. Don Pascual el carnicero, se limpia las manos con un trapo sucio y sale a la puerta de su negocio. El rengo Dominguito deja la carretilla, levanta un poco la gorra y queda mirando hacia donde se ha detenido el auto.  Alcides deja de ordeñar la vaca…

–¡ Es el auto de la Inspección!.

–¡ Viene el Inspector!…¡Viene el Inspector!.

–¡ El auto del Inspector paró en la Escuela!.  ¡Paró en la escuela! .  ¿Viste?.

Efectivamente el auto de la Comisión Única de Educación de Iporá acaba de detenerse con una frenada en seco frente al local escolar. Son exactamente las ocho y treinta de la tercera mañana de agosto. Están blancos los campos por la helada y cuando  abre la puerta del auto para  bajar el Sr. Segundo Ramiro Pérez el frío lo estremece. Le cuesta mover su cuerpo voluminoso y algo entrado en años. Viste un impecable traje oscuro, camisa blanca en la que resaltan unos gemelos de oro, corbata al tono, sombrero de fieltro, zapatos negros con grandes tacos.  Sobre la piel blanca de sus cachetes regordetes se dibujan las líneas rojizas de algunos vasos sanguíneos. La nariz corta pero gruesa le permiten llevar sin dificultad unos lentes culo de botella.

Corren  por el sendero angosto dos alumnos que llegan como siempre, tarde.

— ¡Vino el Inspector!… ¡Vino el Inspector!… ¡Corre Pirula!…

__ ¡ Espérame Panchito!…¡Espérame!…

La cocinera mira con ojos desorbitados por la ventana del comedor. Deja el mate y lo esconde. Revuelve los tachos. Mira esta vez por la puerta de la cocina. Esconde también el cenicero. Da unos escobazos hacia abajo de la mesa. Se coloca un pañuelo en la cabeza… Se mira al espejo…  Vuelve a mirar hacia la calle… Corre hacia el único salón de clase.

— ¡Maestra!…¡Maestra!… ¡Viene el Inspector!…. ¡Viene el Inspector!.

–¡ Bueno, bueno,  Sebastiana…!. ¡Gracias !. ¡ Por favor sigan trabajando!. ¡Sigan trabajando!… ¡ Arturo recoge los deberes!… ¡Luisa, cuelga tu abrigo en el respaldo!…¡Rápido muchacha!.

El Sr. Inspector hace sonar fuerte los zapatos en la angosta vereda de la entrada. Mira de reojo y con asco las paredes desconchadas de la escuela.  Se balancea al caminar y le sirve de contrapeso a su vaivén un muy grueso  y misterioso maletín de cuero negro y con unas hebillas grandototas. Sin querer se le han dibujado unas arrugas en la frente…

_ ¡ Hay que salir a visitar estas escuelas en el fin del mundo con el fresquete de esta mañana! . ¡ Qué mugre que hay aquí!…¡ Se me van a ensuciar todos los zapatos!…¡Qué gentes miserables estas, por el amor de Dios!.  ¡ Ojalá me pueda ir antes del mediodía!…. ¿Cómo estará hoy la Rosita?.

La maestra Rosa Manuela Silva de Céspedes sonríe a sus niños para darles ánimo. Acomoda su escritorio ordenando el material que trajo para la jornada. Se dirige hacia la puerta del salón de clase y extendiendo una mano en señal de saludo recibe al recién llegado.

_ ¡ Buenos días Señor Inspector!.

_¡ Buenos días maestra Rosa!. ¿Cómo estás?. ¡Buenos días niños!

_ ¡ Buenos días!, responden algunos.

Un pobre salón escasamente amoblado está ocupado por poco más de una veintena de niños. Unos cuantos bancos de madera carcomida, un escritorio de patas chuecas, un par de sillas y una biblioteca más alta que ancha. En la pared del fondo el cuadro del General Felisberto Medina.  Cursan sexto año con la maestra Rosa. Todos están quietos, paralizados por la presencia del extraño. Son cuerpos de huesos largos pero que las carnes no alcanzan a recubrir bien. Tienen la piel amarillenta, cetrina,  y visten muy pobremente. El frío les hace temblar.  La maestra  presenta al recién llegado como el Maestro Inspector Segundo Pérez. Luis se sonríe cuando oye el nombre y susurra algo a su compañero de banco. Les llama la atención la imponente presencia de ese hombre tan grande, tan gordo, tan macizo y que viste de manera tan extraña. No usa túnica como la maestra. Los mira desde allá arriba con el sombrero en una mano y el maletín gigante en la otra…

_¡ Saquen el libro de lectura y repasen la última lección!. Yo mientras tanto voy a revisar con la Sra. Maestra algunos documentos…

Ahora el silencio que transponía fronteras hasta poder oirse desde lejos el trajinar de Sebastiana entre los bártulos de la cocina se rompe momentaneamente. Todos buscan en las mochilas pringosas los libros solicitados. Se apremian y murmuran. Algunos, los menos, responden rápido a la orden sacando unos textos bien forrados y que mantienen su encuadernación.  Otros revuelven y revuelven y aparecen entre restos de papeles arrugados, cuadernos desechos y migas de pan,  lo que queda de los libros que les entregaron en la escuela a comienzos de año. Cuatro o cinco tratan de solucionar el problema de no tenerlo, bien porque se olvidaron de traerlo o bien porque simplemente lo han extraviado.

_ ¡Qué invierno frío, Rosa!… Bueno, veamos… el Plan Diario…El Plan Anual… Algunos registros de las actividades de los niños… El control de las vacunas… en fin, lo que tengas por ahí….

_¡Si señor Inspector!.  ¡ Si señor Inspector!. ¡ Ya le muestro todo…!

Rosa, trémula, abre con premura su cuaderno que contiene  las actividades que pensaba realizar ese día. Luego va hacia su biblioteca y se agacha para buscar el resto de la documentación solicitada. Queda de espaldas al Inspector y la posición que adopta deja ver unas piernas bien formadas y unos glúteos firmes y prominentes… El Inspector Segundo Pérez mira fijo y lascivo aquellos contornos, aquellas líneas de mujer tan distintas a las de su esposa, más gorda y mucho mayor que Rosa.  Le cuesta dejar de mirarla y poner atención en la documentación que está sobre el escritorio. Revuelve mecánicamente su maletín y extrae un libro cualquiera…

_ Para que veas que no me olvido de ti te traje para que le des una mirada este excelente manual para la enseñanza de la Historia, escrito por Bernardino Carístides… Eso si, te pido que lo cuides bien porque no se consigue fácil…  Mira acá que linda presentación tiene referido a…

Un dedo regordete de una mano en la que relumbra un  anillo con piedras brillantes señala al azar una página  del libro. Rosa, que está de pie, se inclina para observar lo que indica el Inspector…

_ ¡Muchas gracias!. ¡Se ve que es muy bueno y seguramente me dará mucho provecho!.

Rosa está nerviosa y transpira mucho. Es que se ha abrigado quizás en demasía y ahora con la supervisión… Se desprenden sin querer algunos aromas ácidos, amoniacales, que se confunden con su desodorante. El Inspector Segundo se excita. No sabe si por esos pechos de Rosa que parecen tratar de reventar los botones de su túnica y buscar libertad o por los efluvios de mujer que percibe claramente y que lo hacen  imaginar partes íntimas, o porque hace más de quince días que no tiene un encuentro con su esposa… Pero se da cuenta que la sangre, su sangre,  fluye fuerte…

–Acá tú puedes ver los distintos pasos que ahora se recomiendan para…

Mientras sus dedos pasan por las hojas del libro sus ojos van hacia los ojos de la docente, hacia su pechos… ¡ Qué pechos!… Nuevamente a sus ojos… ¡Unos ojos color de cielo !. Al relieve de sus caderas…¡Qué caderas bien formadas! .  Se le va la mano y la toma tiernamente de uno de sus brazos… No puede evitarlo…  Rosa se pone colorada y da  unos pasos hacia atrás. Se cae con estruendo una silla.  El Inspector entonces se levanta tan rápido como puede  e intenta «trabajar» con los alumnos. Habla de la Patria, de los símbolos, de los héroes que la han forjado… Nadie lo entiende ni lo atiende. Se abaurren.  El pensamiento de los chicos divaga entre el frío reinante, en la leche caliente que tomarán al recreo, en el juego de bolita… Nadie responde a sus preguntas. Nadie habla. Están serios y de rostros contraídos.

_ ¿Qué les pasa a ustedes que están tan serios?… ¿ Por qué no hablan?.

Rosa sabe la razón pero ella también está muda. Su supervisor la está sacando de juicio. ¿ Cómo no se da cuenta que las miserias humanas dan pocas oportunidades de reír ? . ¿ Cómo no se da cuenta este hombre del hambre y del frío que sienten los niños?. Encuentran una insondable distancia entre la patria imaginaria de la que les hablan en clase a la patria real y dura en la que están viviendo. Sin duda aquella era una hermosa patria llena de hechos heroicos, con muchas guerras y gente muy valiente. Esta de ahora es una patria con mucho frío y poca comida. Una patria con pocos guerreros .

_ Bueno, le voy a preguntar algo bien fácil al alumno que se sienta en el último banco… Me va a decir… me va a decir… ¿ qué fecha patria celebraremos mañana? … Seguramente ya lo estudiaron con la maestra…

………  ¿……?  ……..

Se escucha el murmullo de algunos alumnos que tratan de ayudar a Carlitos… Es el natalicio del General Felisberto Medina, el Libertador… Pero no, Carlitos o no oye bien o responde distinto vaya a saber por qué.

— Es la Batalla del Lago en la que los patriotas vencieron a los enemigos…

El Inspector se pone ahora rubicundo, agita sus brazos y sacude su cabeza en señal de desaprobación. Mira a la maestra y luego mira a la clase….Vuelve a mirar a la maestra y luego fulmina con sus ojos agrandados por los gruesos cristales de sus lentes a Carlitos. Abre los brazos como queriendo abrazar el mundo…

_ ¡ Pero qué barbaridad!… ¡Qué barbaridad!… ¡ Tú sí que eres bien buenas noches!.  ¡ Un buen buenas noches!

¿Buenas noches?….. 

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2 comentarios sobre “Un Buenas Noches…”

  1. mmmm buenas noches! que realidad! me imagino que eso debe pasar mucho. Le das a conocer a uno muy descriptivamente esta realidad. Por cierto Felipe, la semana pasado se comunico conmigo por facebook un conocido tuyo, llamado T…., confirmame si lo conoces. Gracias, saludos, Mery

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