La Muerte De La Vieja Elena

malvon

Jueves 4 de junio

Melchor tuvo que asistir a los vecinos cuando sorprendidos por la ausencia de Elena dieron cuenta a las autoridades. Él era vecino de puerta y además hombre de pelo en pecho y espalda cuadrada. Cuando a grito pelado Luisa y Tomasa le interrumpieron el desayuno para pedirle que les acompañara hasta la casa de Elena él se calzó las alpargatas y salió decidido. ¿Cómo  no alarmarse si hacía días que no se la veía a Elena ni regando sus plantas ni llevando a su nieto a la escuela ?. ¿Qué estaba pasando entonces?. Al principio puras especulaciones: ” habrá ido a Montevideo”… ” Estará otra vez disgustada con la hija…” . Después aparecieron comentarios alarmistas, principalmente cuando por la mañan le preguntaron a  Elisa,   que estaba en la parada del ómnibus, por su abuela y ella contestó con un signo de interrogación. La había visto por última vez  el sábado, día en que pasó por la casa a “pedirle unos pesos” para poder ir a bailar con Juanchi. En los últimos tiempos iba poco porque al decir de Elisa “la vieja estaba insoportable”.

Cuando Melchor, a pura fuerza bruta, logró violentar la puerta que estaba cerrada con llave, salió un terrible olor nauseabundo. Un olor mezcla de carne podrida y a gas que invadió el ambiente… Algunos vecinos se taparon la cara y dieron varios pasos hacia atrás. Otros, por el contrario, como atraídos por la fatalidad querían entrar a la vivienda. Murmullos. Incoherencias. Diálogos entrecruzados. La policía recurrió a los bomberos para que, con ayuda  de máscaras se introdujeram en la casa, cerraran la llave del gas y abrieran las ventanas de par en par. Hombres y mujeres, atraídos por lo macabro de la escena, se apretaban unos contra otros en un afán de ver más y mejor para  satisfacer su morbo y poder contar  de primera mano lo ocurrido. Los oficiales, visto lo inútil de sus esfuerzos los dejaban hacer y sólo se preocupaban por “tapiar”  la puerta de ingreso. Algunas macetas y tarros rodaban por el suelo. El milico Mechoso, quizás por los años, más acostumbrado a ver casos como este fue el que hizo un primer relevamiento de la situación y el que acompañó al doctor Rodríguez quien, desde lejos diagnosticó la posible muerte de la vieja por envenenamiento producido por  escape de gas aunque  habría que hacerle la autopsia correspondiente. Eso era lo evidente. Sacó del grueso maletín su libretita y allí garabateó presuroso algo que apenas un entendido podría descifrar y salió casi corriendo llevándose a los curiosos por delante.

Melchor cuenta que la vieja había arrimado un sillón a la pared que separaba la pequeña cocina del living comedor. Se veían claramente en el polvo del suelo las huellas que dejó el pesado mueble al ser arrastrado. Había colocado una almohada para estar más cómoda y también se había cubierto con una manta que, según la hija, usaba siempre para abrigarse en los días de frío cuando se sentaba a mirar televisión. Era una manta de vicuña vaya a saber de qué procedencia y rodeada de gruesos flecos azules y rojos.  Estaba vestida aunque los zapatos viejos que usaba siempre, algo chuecos ya, estaban colocados cuidadosamente al lado del sillón. En las manos apretaba un rosario y en la pared del frente “El Tito” descubrió que había colgado recientemente el cuadro de la gorda Elisa, nieta de Elena. Se había caído un trozo de revoque y el martillo estaba en el suelo… La puerta de la cocina “pa trás” decía Melchor y las llaves del gas de la cocina, abiertas…El Comisario Beltrán recién entró con el Oficial Bermúdez cuando el gas se había disipado aunque los olores hacían casi irrespirable el aire de las habitaciones. Cubriéndose parcialmente el rostro con un pañuelo recorrió una pieza tras otra y hacía anotar, de vez en cuando a Bermudes lo que consideraba de interés. En particular la posición de la difunta que yacía de espaldas, de ojos cerrados y piel color ceniza. Las arrugas que surcaban la cara parecían haberse acentuado.  El vientre hinchado por la putrefacción había desprendido algunos botones y dejaban ver ropas íntimas sucias, manchadas… Una mosca mosca negra que sobrevolaba el cadáver se había posado sobre la nariz huesuda de la vieja y le daba un aspecto tétrico. En la mesita de la cocina un tarro con una costra de leche podrida y una frutera con dos bananas y un durazno que habían corrido la misma suerte. La cama de la vieja estaba tendida y en un estante del ropero encontraron una cartera negra que le faltaban las asas donde guardaba el dinero: cuatro mil quinientos veinte pesos… El bolso de los mandados estaba colgado de un clavo y tenía en él un pañuelo de seda, dos cajas de remedios y un  monedero con un billete de doscientos pesos y dos monedas de cinco…  Melchor hizo un  comentario que quiso ser gracioso al Comisario Beltrán referido a la jubilación de la difunta que ahora disfrutaría la gorda Elena.

Era ya pasado el mediodía cuando aparecieron los de la funeraria a levantar el cuerpo. Atracaron el viejo carromato negro frente a la puerta y bajaron, ceremoniosos dadas las circunstancias, el flaco Nino y su ayudante el Esteban. Vestían con el uniforme que les habían proporcionado en la empresa: unos trajes oscuros con vivos dorados raídos por el uso y la vejez, unas camisas que fueron blancas y corbatas antes negras y ahora grises.Las miradas se centraron en sus gestos lentos con que abrieron la puerta trasera e hicieron rodar un ataud de pésima calidad. Murmuraron un “buenas ” a manera de saludo y empujando a algunos curiosos que se habían arrimado más de la cuenta entraron con el cajón a la casa. Había que trasladar el cadáver hasta la morgue . Al  tonto de Claudio se le escapó una risita cuando  el Esteban casi se cae al enredarse los pies con unos malvones de la entrada. Es curioso que los que tienen bajo nivel intelectual se manifiestan con más descaro, con más sinceridad… Muestran lo que otros esconden.  Esteban se enderezó sin dejar caer el cajón y soltó al aire una maldición… En el sendero quedaron algunas flores y un tremendo gajo pisoteados en la vereda. ¡Tanto amor con el que Elena cuidaba esas plantas!. Cuando empezaron a mal acomodar el cuerpo para ponerlo en posición del último descanso el Nino pegó un grito que resonó en la casa ahora casi vacía para espantar los curiosos y luego cerró las ventanas y corrió las cortinas endurecidas por la mugre. Cuando el cajón fue nuevamente colocado en el coche fúnebre se acercó Nilito con sus apenas seis años y una flor en la mano. Fue la única flor que recibió Elenita… un malvón rojo sangre. Los vecinos entre consternados unos, sorprendidos otros, morbosos los más, sólo atinaron a persignarse y a mirar con ojos agrandados al cajón en donde se iba para siempre Elenita. Los corazones no encontraban consuelo. Los pensamientos no encontraban respuesta…¿Por qué, Elena?.¿Por qué tú?. ¿Por qué si siempre sonríes a la vida y tienes una nieta que es un amor?. ¿Por qué abandonas este mundo donde todos te queremos?…

Sábado 23 de mayo

– Ahí se va mi Elisa… Elisita se va a bailar. Se arregló bien. ¡Y es bonita la mocosa!. ¡Bien bonita!. Ella siempre tiene de donde sacar plata para comprarse ropa, para comprarse perfumes, pa tomarse un tasi si necesita…¡Claro!. ¿Cómo no va tener si pa eso está labuela?. Otros no tendrán, pero ella si tiene.  ¡ Dame plata pa laentrada que dispués te la divuelvo!…  Hoy no toma tasi. Hoy no. Hoy pasa por lo de su amiga la Chola pa dejarle a Nilito… ¡Yo ya le dije que no se lo cuidaba nada!. ¡Que estoy harta!….¡Harta!…¿Me oiste?… ¡Harta!. ¡Podrida de aguantar muchachos chicos aunque sean mis bisnietos!. ¡Mis bisnietos!. ¿Te das cuenta Tomasa?. ¡Pa quel me haga renegar, me insulte, me apague la tele,  o que me diga que la tele es de la madre!. ¿Te das cuenta deso  Tomasa?. ¡Que la tele es de la madre!. ¡Brase visto!. ¡Si hasta el muchacho chico, mi nieto, el Nilito, me toma del pelo, se burla de esta pobre abuela!.

– Pero no se ponga así Elenita!. ¡No se ponga así que dispués le sube la presión!. ¿Ha ido a la Sistencial a tomarse la presión?. ¡Qué va a dir!. ¡Después anda con los ahogos y ese dolor de cabeza que no la deja hacer nada!. ¡Mire si le da un soponcio! . Mañana no, porque es domingo y si vamo nos van a sacar cagando esas pitucas de mierda, pero el lunes, si Dios quiere, paso tempranito por acá y vamo las dos a tomarnos la presión. Total es un ratito y dispués pasamo por el super…¿ Qué te parece?.

– Lo que tú dices siempre me parece bien. ¿Cómo meiba a parecer si no?. Lo que no me parece bien son las cosas que dice y hace mi nieta… Yo, que la crié, que cuando andaba conhambre y le daba por chuparme los dedos le preparaba la mamadera a cualquier hora pa dársela. Que después le limpiaba la colita… porque comía, y enseguidita, che, enseguidita… La cambiaba arriba de la mesa grande porque en la cama me dejaba emabarada y no podía enderezarme. Eso si. ¡Era tan buenita!. Yo la acunaba, le cantaba canciones que no sé diande las recordaba y se quedaba dormidita… ¡Fíjate ahora!. ¡Fijate ahora Tomasa lo que hace y dice la muchacha!. ¡Claro!. ¡Esta vieja es un estorbo ahora pa ella!. ¡Un estorbo que ni pa trapo sirve!…¡Ay Tomasa!…¡Ay Tomasa!…

– ¿Pero que es esto Elenita?. No llores que me vas hacer llorar a mi también… ¡Tú sabes que soy flojita pa eso!… Yo no me quiero meter. Es tu nieta y tú sabes que es lo que pasa. Yo no sé ni quiero saber. Yo la veo tan cariñosa a la gurisa!. Siempre toda modosita pal trabajo. ¡Gueno!. No sé si el muchacho ese, con el que anda saliendo le hace mala compaña…

– Mira Tomasa, uno cria hijos y después, como a mi, le toca criar los nietos. Los cria con amor… Dándoles a ellos lo que a veces uno no tiene. Se pasa noches sin dormir porque están enfermos. Que les duele la panza y tienen empacho, que tienen dolor de garganta, que tienen fiebre… Busca alguna vieja que te los santigue o al hospital haciendo cola pa conseguir los remedios.  ¡ Si habré hecho colas yo, con cada fríos bárbaros!. Los llevas dispués a laescuela y peleas con las maestras que cren que porque una es pobre o no tuvo la educación dellas te pueden decir cualquier cosa y basuriar nomás… Y en cuantito son grandes te vienen a jefiar, a decirte esto y aquello, que tienen derechos… ¿ Tú quieres saber por qué ando así, hecha un trapo y escondiéndome por ahí  pa que no me vean llorar?

– Elenita, tú sabes que soy tu amiga y que me entristece mucho lo que me dices pero tienes que largar pa fuera lo que tienes. Te hará bien… ¡Cuéntame, Elenita, cuéntame!

– Tú ya sabes que las madres siempre perdonamos a los hijos. Nos hagan lo que nos hagan siempre terminamos perdonándolos. ¿Cómo no los vamos a perdonar si son un pedazo de nuestra carne?. A la Elisa, la madre cuando se fue con Roberto me la dejó a mi pa que la criara. La crié a puro mimo. ¡Dándole todos los gustos!. A lo mejor por eso, por nunca decirle que no, la pobre es así conmigo. Se ennovió con un atorrante que hasta mujer tenía. ¡Hizo lo que quería el muy sinverguenza y dispués…si te he visto no me acuerdo!. ¡La mierda!. ¡Una inocente con un mugriento desos!. Cuando quiso acordar fue madre. Tú sabes que tuve que criar a los dos. ¡Yo no sé si eso lo afetó al finadito Filisberto porque murió poco dispués de nacer Nilito!. ¡ Me quedé sin marido che, una que siempre protesta con los viejos por esto y por aquello, porque roncan, porque gritan, porque no se quieren cambiar de ropa… ¡Pero cómo lo extrañé, Tomasa!.¡Cómo lo extrañé!. Me parecía que la casa estaba sorda, vacía..¡Qué sé yo!.

– ¡ Era muy bueno el finadito!. Conmigo siempre tenía una sonrisa y siestaba tomando mate ahí, en el patio como a él le gustaba, siempre quería que yo tomara alguno…

– ¡Ay Tomasa!. ¡Si Filisberto estuviese acá le daba unos buenos sacudones a la Elisa y le hablaba bien clarito!. Es que ella sigue insistiendo en que la casa es grande y que los alquileres están caros y que Juan es muy bueno… ¿Y a mi qué me importa?…¡El Juanchi… el Juanchi!. ¡Semejante pelotudo!. ¡Aprovechador!. ¡Trabaja cuando no tiene más remedio!. ¡Se viene pa ca y tiene techo y sabe que comida esta vieja siempre tiene!. ¡Lindo negocio pa mi!.

– Pero Elena… ¿ tú no le hablaste a la muchacha?. Si le hablas bien ella te entenderá…

– ¡Qué va a entender!. O mejor, entender si, entiende, porque boba no es. Ella entiende pero dice que acá se crió ella y también la madre y que la herencia nunca me la pidieron y que tienen derecho y que no quieren hacerme problemas porque soy vieja… Pero no, no han de preocuparse porque yo les daré el gusto. ¡Ya vas a ver Tomasa!. ¡Ya vas a ver!. Me voy a ir y les via dejar la casa y todo lo que en ella hay pa que hagan lo que quieran…

_ ¿Pero qué cosas dices mujer?. ¡Tú estás loca!. ¡Rematadamente loca!. Pero hay que comprenderte y yo te comprendo. Todo pasa. Ya vas a ver. Todo pasa y hay que tener paciencia…

 

Domingo 10 de mayo

El día amaneció sereno y soleado. El aire es tibio y se siente un fuerte olor a pasto recién cortado. El tiempo bueno que corre ha estimulado a los vecinos para arreglos de patios y jardines. Es día de la madre en Iporá y se produce entonces un agasajo y reconocimiento voluntario muchas veces, fingido en otras, de esas mujeres que tuvieron la  fortaleza de ser tales. Por la avenida se ven, desde temprano y  caminando lento,  grupos de personas que van de una casa a otra. Cargan paquetes de distinto tamaño porque las madres se van achicando con el transcurrir del tiempo. Algunos grupos desvían por la calle Aristimendia que termina en el cementerio. Estos llevan ramos de flores y van presurosos, como deseando que el momento pase.

Es domingo y día de la madre también en la casa de Elena. Y como es domingo y día de la madre, Elena se levantó más temprano que de costumbre y tratando de no hacer ruido se fue hasta la cocina para preparar el mate. Hoy puso especial cuidado en su arreglo personal. Sacó del alhajero, con mucho amor, el collar que le regalara Filisberto cuando cumplieron los treinta años de casados. ¡Cuántos recuerdos afloran en su mente!. Está un rato como insimismada y luego, con gesto torpe, se seca una lágrima que se escapó sin permiso. Se puso algo de colorete para tapar sus arrugas y hacer sonreir a sus labios marchitos ya.

Estaba impaciente para que su nieta se levantara y de vez en cuando caminaba por la casa o salía hasta la puerta del jardincito sin un propósito definido. La comida hace rato que la tenía pronta y el reloj ya marcaba casi las doce… ¡Qué barbaridad estos jóvenes de hoy!.

De pronto la calma llegó a su fin. Se desencadenaron hechos que hicieron temblar la casa y cambiaron rumbos en la vida. Encrucijadas del destino. Cosas que pasan porque todo lo que existe se suma para que estas ocurran.

Elena tropezó con una silla que cayó al suelo con estrépito. Nilito se despertó por el ruido y también porque ya había dormido lo suficiente. Era casi medio día. Se levantó y antes de pasar por el baño prendió su equipo de música. Cuando la vieja Elena le dijo que iba a molestar a su madre Nilito aumentó el volumen y la gorda Elisa se levantó llevándose el mundo por delante, sudorosa, con el rimel chorreado por la cara, el pelo alborotado y un pijama de rosas púrpuras.

– ¡Buenos días Elisita!. ¿Cómo amaneciste?. ¿Pudiste descansar o extrañaste la cama?… ¡Vení, dame un beso que yo  te lo devuelvo porque tú también eres madre y es tu día, che!.

–  ¡Buen día abuela!. Yo no te compré nada porque a la que le toca es a tu hija… ¿Dónde está el cepillo tuyo?. ¡Préstamelo, así me arreglo estas motas!. Cuando cobres la jubilación voy a tener que ir a lo de la Margarita para que me haga la tinta y me mejore un poco…

– Bueno bueno, arreglate bien y vamos a la mesa que hoy te preparé unos tallarines de esos que a ti te gustan tanto….¡Están bunísimos!. ¡Qué digo buenísimos!. ¡Están de re-chupete!…

– No abuela. ¿Te dije o no te dije el otro día que hoy nos íbamos con el Nilito a comer con la madre del Juachi?. ¡Lo lamento che!….¡No pongas esa cara!…. ¡Mejor, así tienes que fregar menos!.

–  ¿Pero cómo?. ¿Me vas a dejar sola hoy?.¿ Hoy que preparé toda esa comida para ustedes?…¿Qué van a decir los vecinos cuando los vean salir de aquí, a esta hora?.

– ¿Y a mi qué me importa?. Hoy podríamos comer todos juntos. Ya te he dicho que el Juanchi y yo estamos dispuestos a vivir juntos y que en esta casa, que es grande, podríamos vivir lo más bien!. Hasta una compañía más para ti que a veces te quedas solita…

– ¡Pero no, Elisita, no!. Tú sabes que a mi me gusta comer a las doce, que me gusta mirar las comedias, que si me acuesto tarde después me desvelo y no puedo dormir. Los días en que te has traído a Juan a casa la he pasado muy mal. Yo quisiera ayudarte pero no puedo…

– ¡Cómo que no puedes!…¡Cómo que no puedes!. Di que te da rabia que yo tenga mi marido y que pueda criar mejor a mi hijo.

– ¡No Elisa!. ¡No!. ¿Cómo dices eso?. ¡ Después de todo lo que he hecho por ustedes!.

–  ¡A mi no me vengas a hechar en cara nada de lo que hiciste!. ¡Si lo hiciste fue porque tenías obligación o porque se te dio la gana! ¿Qué te crees tú?.

– ¡Yo no sé qué te pasa ultimamente!. ¡Cada vez me quieres menos!…¡Ay si estuviera mi Filisberto acá!…

– ¡Qué Filisberto ni que Filisberto!. Yo te voy a decir algo que el otro día estuvimos hablando con el Juanchi. Al fallecer el abuelo parte de la casa le corresponde a mi madre y a mi que soy su hija. Tú sabes que siempre he vivido acá y que tengo derechos a tener lo que me corresponde…

– ¿De qué hablas Elena?. ¿Qué le vienes con reclamos a esta vieja que tiene ya un pie en el cajón?.

– Yo solo reclamo lo que me corresponde. Tú piénsalo. Nosotros con el Juanchi ya lo tenemos decidido. Vamos a vivir en pareja pero juntos. ¿Para qué salir a pagar alquiler si tenemos donde estar?. Más te voy a decir. ¿Te acuerdas que cuando el abuelo compró el televisor me dijo que era para mi?. ¿Te acuerdas o no te acuerdas?.

– ¡Pero nena!. ¡Tú tenías apenas doce años y estabas quejándote porque te estaba saliendo una muelita!. ¡El pobre Filisberto trataba de consolarte!. ¡Sólo eso!

– ¡Eres una vieja desgraciada!. ¡Una vieja egoista!. ¡Eso es lo que eres!. ¡Así que andá aprontándote porque en cuantito el Juanchi consiga un camioncito pa la mudada se viene pa ca!.  ¡Nilo!.¡Nilo!. ¡Ven acá muchacho de mierda!. ¡Ven acá que se nos hace tarde!.

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