Todas las entradas de: JoelFortunato

Humo Rojo… (Lipograma Bivocálico)

HUMO ROJO
(Lipograma bivocálico)

Busco buzos y crudo burdo,
brujos curvos, lutos luzco.
Muchos mudos rojos mundos,
nudos nulos ocupo… ¡Humus!.

¡Oh, humos profundos!.

Ojos y sudor sufro, trunco,
vulgo brusco y cómodo dulzón.
¿Cómo son los hurtos justos?.
¿Cómo son los humos juntos?.

¡Oh, rojos opúsculos rojos!.

Mucho conjuro y usufructuo fruto.
Mucho confuso y cúmulo crudo.
Son lujosos y lobunos gustosos.
Son pulcros y prófugos robustos.

¡Oh, póstumos productos!.

Unos cornudos convulsos búhos,
otros oportunos póstumos humos.
Unos pulpos duplos tumultos son,
otros musgosos moluscos jocundos.

¡Oh, trucos undosos ocultos!.

Lodo y lobo rotundo luctuoso.
¡Cómo populoso grupo suntuoso!.
Son homúnculos muchos monstruos.
¡Son tortuosos muchos pronto!.

¡Oh, humo rojo, rojo humo!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

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Esmero Intrínseco…(Filosófico Experimental)

ESMERO INTRÍNSECO
(Filosófico experimental)

Ya duerme la calle su sueño de cristales y de puentes,
de bosques y bodegas, ballesteras del abismal regocijo.
Blancuras y arrebatos en la soledad, sin límite de lunas.
Devuélvele la confianza en la intimidad del desamparo,
desgranado en el cristal los signos ocres sin infancia.
Es el sonido donde se construye con extrañeza,
la delgadez del pequeño viento.
Con los pies de medianoche que recibe los abrazos.
Y
Tiene la tierra, sangre, hasta la tranquilidad más recóndita.
En el último vidrio que alumbra,
la incesante tiniebla,
y desata sin asombro la crueldad,
del áspero camino sin destino.
Con el agrio gusto de la falsa calma.
Y
Sigue haciendo del estigma un trigo de fragancia seco.
Como el saco del eco hecho del hueco.
Intriga, intervalo, armisticio, por ser astucia de tiempo.
Amarillo de mares y de furia estéril.
Ya.
El velo está implorando, rota lámpara en silencio.
Donde.
Los puentes se extienden como tigres.
Descorriendo sombras, secos labios y jarcias escarlatas,
como esos mil espejos entreabiertos, líquidos de bolsillo,
hasta que sean legibles las entrañas.
¡Con esmero!
¡Con esmero!
En la huella misteriosa del cuidado elaborado, de la forma,
del largo brío, del delirio justo, del pulcro aliento.
IN
TRÍN
SECO.
Ya viene sin la voz la baja inercia,
con el rumor que hierve al abrir la puerta,
donde el pañuelo se derrama silencioso.
¡Ya!
Olvida el mar, alimenta los espejos,
con la espuma de la carne y con la muerte,
con lo inhóspito del siglo, en la lira exigua.
Desteje los oscuros pensamientos de la sed,
con el limo de los verbos, y la espuma del acento,
y la carne de las letras,
luz que ciega y fabrica abismos,
en la sangre y las retinas.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

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Quiméricos Ademanes… (Experimental Neosurrealista)

QUIMÉRICOS ADEMANES
(Experimental Neosurrealista)

Muchos charcos humean, liras de dulzura, con vapores de sangre
que cubren de negro y rojo al bañar flores, en el acompañamiento lejano,
pues no estoy capacitado para toda la partitura.
Sólo golpearé
con un puño piadoso a la ventana dura, donde un cuervo se pierde
en las rígidas puertas, y en el pardo campo sin batalla.

Y se hincha, blanquecino y ni hace falta rezar
y bajar la cabeza al desamor, herido, y rápido,
pues la pereza ya no daña… Ni siquiera el vientre de caballos
muertos, sus patas extendidas, en el último amanecer de los labios de la suerte.

Lejos la arrastra el río, con desesperación, mientras se hunde
en luctuosos puertos invernales, la campana cubierta de tristeza.
Tiempo abajo, de la bala líquida que veo bajo el pantalón
y la camisa de una culebrilla.
Su pecho es inocente , sin pagar ninguna sonrisa, como un niño,
y su cadena sin cadera,
es el tibio camino,
eclipsado que conduce
al jardín de todos los prismas de placeres.

Me tiñe con el arte, crucificado en vano
por la flor que se extiende,
por mi árbol de otoño sin ojal.
Por entre eternidades, con laurel en mano,
cuyo horizonte es voz doliente, que humea como fuego.

Arrastrándose por el terciopelo, rumoroso, membrudo, coposo de la noche…
Olvida que hubo la vida, en la sed del caminante,
en la nada incomprensible, donde llega a sufrir calor,
de olvidos de tinieblas, de sudar, en una ingenua contracción,
sentir la piel quemada,
desperezarse lentamente,
pese a que yo tenía unos cien años más,
de jardín sin armonía que otros pasajeros,
del puente y las gargantas secas
pese a que eran obvios la plata grata, y al rato en una catarata dar la vuelta,
con la indolencia de la satisfacción.

Que la vida habrá, de terso pasto, olvida…
Se arrastran en sus inflexibles momentos,
angélicos desde los campos melancólicos de las cavernas,
sin las tinieblas nocturnas…

Cuando se emborrachan con aire y se juran amistad,
conversan con la brisa mezquina y cínica,
y despiadadamente un león se siente ya conejo en su congoja.

Y aunque la vida siga
de un cuerpo desterrada,
en la calma insomne de tarde blanda,
y aunque de esmeralda la espalda,
extraviada en mitad de la feria,
me mira sin piedad de cielo salvaje,
y te marchas,
cargada de maletas, sin pañales, sin tu mar más querido,
ni señas ni remite de ambición ni maldad.

El instante quedó,
en su puro albor pálido,
en la vigilia del espejo
como sombra del tiempo,
hasta el amanecer. Luego, entregados a la pasión,
tornillos, sauces, de ilusión y a escala,
trabajan cual necios sin remedio.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.

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El Enarcar Proceloso…(Neosurrealista)

EL ENARCAR PROCELOSO
(Neosurrealista)

Con armonía el ritmo atropella,
el mar, los viajes, viejos veleros,
sin perder su trayectoria temerosa.
Que sabe escribir bien sus miserias.
Que acomoda salidas en la entrada.

Habla, y endulza sus párpados el río,
camina, y deja sus ecos pardos al sol,
duerme, y teje las cataratas al gato.
Y todo dice al arroyo, en guerra inútil,
con las sábanas del sábado, plateado.

Por ser preciso descubrirle la belleza,
anudando las campanas y balanzas.
Por encender al sueño orugas sordas,
y al miedo, esquivo, voz en la escalera,
los perfumes blancos y pequeñas risas.

Por lo demás, el sillón está tranquilo,
y en la escena, lejos, eriza un bosque,
porque olvidado estaba el fuego frío.
Congelando los ojos al teatro antigüo,
cogiendo y degollando al agua estéril.

Por eso, la selva sombría se sacude,
y cuida sedientos los sueños agrios,
en la fuga del espejo por las calles.
Tan feroz, como el último desprecio,
en los muslos del alba y la caverna.

Nunca las injurias al infierno disputan.
En el pórtico del fúnebre cortejo añejo.
En la siesta donde el sol se ahoga lento.
Por donde el deseo, habita acordonado,
y acobardada, la herradura hace cortinas.

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Silenciosos Solamente… (Neodadaísta)

SILENCIOSOS SOLAMENTE
(Neodadaista)

Caminan los sueños anudando, dulces serpientes,
y se alejan las lentejas, los aviones descalzos y todo.
Abajo, una abeja me ha dibujado. Un tiburón temeroso.
Un ostión confeso, mil perdones sin rodillas.
Una mañana, con mañas y acordeones,
entre las cajas del hielo menos frío.

Ni lo pienses. Es la mentira menos cierta, con uñas pintadas.
Con píldoras para puertas inquietas.
Ni lo escribas. Las letrinas, letras, beben del vidrio.
Es el dado un dedo, soldado, y quitado del dormitorio.
Tanto, que casi lo cree el foco, la foca y el faro del foro.
La piedra, escapa en la espuma y la piel del polvo enardece.

Más allá, los cangrejos ofenden a un mandril de cera,
y cada barco esconde su vela, su vuelo, su primer recuerdo.
La seda suda con la noche, en una botella, en una gota.
Porque llueven llaves cerradas, en la sierra que ha cerrado.
El Valle se ha ido, un poco amarillento en el ojo de madera.
Los colmillos tienen miedo, y un jabalí ayuna.
Cada jueves jala, y teje al jamón con alambres alarmas.

El hambre ha muerto intoxicada de la risa lisa.
Al sapo capo. Le cupo media copa en la cocina.
Y el humo a medias. Como al último volcán la minifalda.
Ya ni la sopa suple al hule, ni el sombrero acaricia gallos.

Si todo es excesivamente claro, tu espacio es mi vacío,
y en la casa, la vendedora remienda sus dudas al cepillo.
El trapeador tiene náuseas. Por el camino del comino.
Aunque hace tiempo que olvidó su tiempo.
Nadie lo extraña, ni son rojas sus entrañas, solo nubes.
Por eso es tan tarde debajo del vino
que se fue haciendo añejo, en vano,
en una telaraña y cientos de asientos sin café.

Ya las rodillas duelen, la humedad perdió el agua,
el humo se ha enredado y es sensible como acero
sin las espinas del pescado.
Por eso se le debe buscar, negarle las cadenas y molerlo.
Así que iremos a recalentar las pesadillas del florero.
Y nadie sabrá lo que quieren decir, los olores del silencio yerto.

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