Se llama Rincón de Yopará y nadie en el pueblo sabe el origen del nombre. A nadie le importa saberlo. Lo que realmente importan es que existe y que por suerte tiene un nombre.Cuentan por ahí que el verdadero fundador se arrepintió de lo hecho y decidió mantenerse en el anonimato. Otros dicen que prefirió ocultar su identidad por miedo que lo obligaran a fundar más y más pueblos. Dicen que era un poco vago.Los yoparaenses se sienten orgullos de sus casas humildes, de su plaza con los bancos pintados de amarillo, de los pozos de sus calles de tierra, del cine que alguna vez tuvieron, del circo que todos los años decide brindarle sus espectáculos.
Cualquier evento que se organiza los reúne en grandes cantidades. Es la oportunidad de ponerse al día con lo que acontece en el resto de la población. No son chismosos, es que Rincón de Yopará no tiene radio ni periódico. Las informaciones locales se transmiten boca a boca. Por eso no es raro verlos reunidos en las esquinas en grupo de tres o cuatro. Los yoparaenses se preocupan por el prójimo y a veces también se ocupan.
Ubicado entre las sierras, pocos son los que lo abandonan aunque dicen que quien lo hace, no vuelve más. Dicen también que eso es solo un mito y que los que ya no están, están. Me explico: no están porque no se ven. Lo cierto es que están en sus casas con una rara gripe que solo se va haciendo un reposo laaaaaaaaaaaaaaargo y absoluto y por eso no pueden salir al aire libre.
Así es ese lugar… entre otras tantas cosas.
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