La maestra de la escuela siempre está con que yo escribo mal… Pa que yo aprenda a escribir bien me grita mucho, me deja sin recreo y me deja colorado el cuaderno, bien colorado. También me agarra del brazo y me sacude… Y meta regular, y mal y desprolijo y debe atender más en clase! . El «Chavo» me dice que mi cuaderno parece una batalla de indios y que corren ríos de sangre!. ¡ Y mire que yo hago fuerza en atender !-. Pero me distraigo y no entiendo de qué están hablando… Trato de copiar pero no puedo porque nadie se quiere sentar conmigo.
Hay un sendero. Un sendero angosto entre la maleza. Un sendero hecho a fuerza de transitar por él casi todos los días del año. Es el sendero que va del rancho de los Tapia hasta el monte de los Rodríguez. Cuando tú lo recorres puedes observar un crisol ordenado de la naturaleza. Te invaden colores, olores, sabores… . Hay a su vera, más acá o más allá, algunos pitangueros, retamas, guayabos.. Cuando tienes que transitarlo por obligación, con frío o con calor, lluvia o viento, ganas o sin ganas, ya no lo ves ni lo oyes. Es como que la naturaleza no existe. Existe en cambio una obligación, un compromiso, un ir hasta el monte… Por eso Carlitos va por el sendero sin verlo.
… ¡Ah!. ¿ Por qué escribo mal?. ¡Ahí está la cosa!… Escribo mal porque no utilizo bien los tiempos verbales, dice… ¿Qué son los tiempos verbales?. ¡Yo que sé !. También porque nunca pongo la hache. Es una letra que nunca puedo escribir porque dicen que es muda, no tiene sonido. ¿Para qué hay que escribirla pues, si no suena?. Porque cuando debo escribir con be escribo con uve y si es con uve a mi se me antoja al revés, bien al revés!… ¿Qué cosa, no?. Pa mi que nabo, vaca, buey, suenan iguales… ¡Ah!, y también están las eses… Pa mi existen solamente las eses, pero no, ella dice que hay palabras que se escriben ese y otras con ce… la ce de cerro dice… pa mi que esa letra es la de caca…y la de culo… y la de concha… . ¿Y los tildes?… ¿Por qué no pones tilde Carlitos?… Y yo qué sé, será por burro.
Al principio, después del alambrado, hay que caminar entre piedras . El terreno es firme y cubierto de matas de hierbas que en primavera se cubren de insectos que son casi los únicos que gozan del aroma y dulzor de sus flores. Abejas, avispas, mangangaes, mariposas… Bajo el sol del estío dominan el ocre y los amarillos. Disfrutan del calor los lagartos y serpentean las culebras. Ahora que es invierno, en esta parte no hay barro y detrás de las rocas grandes se ve el verdín del musgo. Carlitos ha tropezado hoy varias veces y es raro porque conoce muy bien este camino.
Mi madre me dice siempre que soy un burro y que voy a salir de la escuela con barba si es que salgo… ¿ Y ella? . ¿Qué sabe ella? . Lo que sabe es mandonear, dar palo por cualquier cosa, gritar fuerte cuando no está el viejo, y fumar… ¡Cómo fuma mi madre!…¡Qué la parió!. Pero otras cosas también sabe, porque cuando en la escuela me preguntan las maestras cuántos hermanos tengo, yo me mareo, me olvido . Los voy nombrando, de a uno, empezando desde luego por el más chico que es » El Ciruela», y después la chiquita que le decimos » La Beba», y sigo. Pero somos doce hermanos… ¿Quién no se olvidaría de alguno?. Mis hermanos mayores no son buenos conmigo. Me pegan siempre que pueden y me mandan al pueblo a hacer mandados o a picar la leña. ¿Por qué no la pican ellos? .
Cuando se avanzan unas quince cuadras hay una pequeña pendiente y hay que atravesar una cañada. La cañada siempre tiene el agua clara y sonora. Agua que dan ganas de acariciar, de mirarse en ella. Algunos juncos, camalotes, algas, caracoles, sapos, pecesitos, troncos podridos, arena, más juncos, bosta de animales, pájaros de la cañada y pájaros que van a la cañada, coleópteros y mariposas. Carlitos la atraviesa de un salto y sigue…
La escuela es linda aunque uno muchas veces llore, lo pateen de gusto, se rían de uno y a veces yo no tenga ganas de ir. Muchas veces no tengo ganas de ir. ¡Claro!. Me mandan a la escuela y siempre paso verguenza. Siempre paso verguenza. Paso verguenza porque no tengo ropa como los demás. Bueno, mucha de la que tengo me la dieron del ropero escolar… ¡Qué rabia…!. ¡Qué calentura cuando la maestra Clotilde, que es gorda como una tonina, me llama delante de todos para decirme que tiene ropa para mi!. ¿ Y qué se cree esa gorda?. ¿Acaso yo tengo que ponerme lo que ella diga?. Unos pantalones feasos y un buzo que tiene un agujero en el codo… ¡ Te quedan preciosos esos zapatos Carlitos…! . ¿Qué me quedan bien…?. ¿Y el dolor que tengo en el dedo gordo de qué es…?. ¿Y la lastimadura que me salió arriba del talón… ? . ¡ La mierda !.
Después de sortear la cañada el sendero da una pronunciada curva y asciende entre cardales y espadañas. Hay que tener cuidado para no pincharse y ahí, de pronto, el monte de eucaliptos. Es un monte viejo del que ya han hecho varias talas. Después de un corte siempre quedan restos aprovechables de madera y es muy fácil hacer el atado de leña. Juntar los palos mejores y atarlos bien fuerte. No muy finos porque si no, en el rancho, todos protestan y gritan. No muy gruesos porque si no, no se puede llegar con ellos hasta «las casas» y hay que pedir ayuda. Más protestas y más gritos. Ahora hace mucho que no se talan y están altos, erguidos hacia el cielo. Carlitos se queda por unos instantes mirando hacia arriba y el pasaje de las nubes lo marea y parece que lo llaman…
Bueno, estas son algunas cosas. Lo peor es cuando Margarita se ríe de mi. ¡ Qué linda que es Margarita!. Margarita es como un sol. Siempre se sienta adelante, cerca del escritorio de la maestra. Viene con una túnica recién comprada, una moña azul grandísima y con un perfume… ¡Qué perfume más rico!. ¿Es perfume que se pone o es el perfume de ella?. Saca sote por todo y siempre termina primero. Ella gusta del Arturo, el hijo del capataz de la fábrica, pero a mi me gustaría que fuese mi novia. A veces me cambio de banco cuando la maestra no mira y me siento detrás de ella con el Polaco. Entonces puedo ver de cerca su pelo que parece una seda con unas ondas que ruedan sobre mi mesa cuando se mueve. Siento su calor y su aliento cuando me dice algo. Tiene una boca pequeña y rosada, con labios finos y húmedos, con dientes muy, pero muy blancos. El otro día me rozó con su túnica y no sé lo que me pasó y la maestra me dijo «¿Qué te pasa Carlitos… ? . «¡Atiende Carlitos!…¡ Anda a tu banco enseguida!». Se arma lío. Se arma lío siempre porque el Polaco, que es flor de jareta, empieza a decir: «Mire Maestra que el Carlitos se cambió». «Maestra, el Carlitos me está molestando». O peor… «Maestra, yo no me quiero sentar con Carlitos porque tiene un olor… » . Digo yo, todos tenemos olor. ¿Acaso él no tiene olor?. ¿No te bañas tú?. La maestra habló el otro día de la «higiene personal»… ¿Qué será?. Lo que yo sé es que habló de cosas que no entendí. Yo me baño. ¡Claro que me baño!. Nunca fui a ningún cumpleaños o al hospital sin bañarme. La maestra habló del jabón, de la toalla, de los desodorantes, de la ropa limpia… En casa muchas veces no hay jabón. Toallas tenemos dos. Mi ropa está limpita.
En este día de invierno, nublado y frío, el monte está en penumbras. El profundo silencio del monte se quiebra a veces por el grito agudo de las pavas de monte. Hay un olor a tierra viva y húmeda. Carlitos va pisando la hojarasca con desgano. Hoy se siente más solo que nunca. Más solo y triste que nunca. Es que sus compañeros de clase fueron hasta la curtiembre de los ingleses a realizar un trabajo de campo. ¡Qué contentos estaban con esa salida!. Todos hacían planes. Fue el tema de los últimos días. Se formaron equipos de trabajo y se distribuyeron responsabilidades. Carlitos integraba el equipo de orientación y había que hacer un plano para indicar la ruta hasta la empresa, conseguir una brújula, llevar lápiz y una libreta de apuntes… ¡Qué fácil!.
Yo no pude ir a la excursión… si no, ¿quién lleva la leña?. Sin la leña no se puede calentar el agua pal mate ni hacer la comida. Yo le expliqué bien a mi madre que la maestra Clotilde dijo que era muy importante, que íbamos a aprender mucho. Estamos hablando de las industrias en el Uruguay. ¡No y no!. ¡No insistas carajo!. Lo que van hacer ustedes es perder el tiempo. La maestra esa es una tarada. Tú ya conoces la curtiembre. Ya has ido sinfinidá de veces con tu padre… Y que se habrán creído… Que mejor te dediques a escribir y a leer que falta te hace… Y tiró el papel que tenía que firmar… Y que por protestón tenía que traer un buen atado de leña del monte y después picarla y que no me iba a dejar ir con mi perro, » El Chuleta». Y te me vas enseguidita sin protestar… y leche no hay… ¡Ya sabes ! .
Va entrando en el monte arrastrando la piola y hundiendo los pies entre las hojas podridas. Ve negro el suelo y negros los árboles. Y se adentra por el monte arrastrando la piola. Siente frío. Siente mucho frío. Sus ojos grandes dejan escapar una lágrima… y le sigue otra, y después otra… Y hay un árbol gigantesco que llega hasta las nubes. Un árbol que muestra una corteza rugosa y curtida por el tiempo. Y este árbol muestra una rama, una sola rama que se extiende casi paralela al suelo a manera de brazo rígido con un gran ramillete verde en su extremo. Carlitos apoya su brazo flacuchento en el tronco del gran árbol y mira con atención la rama extendida…
¡ Hoy no voy a llevar leña…! ¡Hoy no voy a llevar ninguna leña, carajo!. ¡Que la vengan a buscar ellos si la precisan!. Estoy tan aburrido, tan aburrido y tan triste… ¡ Yo no sirvo para nada! . ¡ A mi nadie me quiere!. No me quieren mis padres ni mis hermanos, ni la maestra Clotilde, ni Margarita ni nadie… ¡Que se jodan!. ¡Qué revienten todos!. ¡ A mi nadie me quiere!…
Carlitos trata de alcanzar la rama. Pega un salto y no llega. Pega otro salto y rueda por el suelo… Entonces ve un pedazo de tronco entre la hojarasca. Lo arrima con cierta dificultad. Se encarama en el tronco y extiende los brazos. Se agarra fuerte de la rama y trepa a ella. Hoy, solamente hoy, tiene una fuerza brutal, capaz de cualquier cosa. Queda, allá en lo alto de la rama y bambolea sus pies en el aire. El paisaje desde allí es distinto sin embargo él no lo percibe así. Está, en el silencio del monte con la madre que le grita fuerte y le abofetea, con la maestra que también le grita sus errores y que lo sacude con violencia, con el gordo Santiago que le dice mugriento de mierda y lo empuja… Entonces toma la piola de atar la leña y se la ata al cuello. Le cuesta mucho hacer el nudo porque las manos hoy le tiemblan y parecen haber olvidado las vueltas que hay que hacer. Aunque hace frío está transpirando. Luego ata la soga a la rama. Lo hace rápido, casi sin pensar. Desea terminar lo antes posible antes de que se arrepienta. Tiene que hacerlo. Tiene que terminar de una vez por todas con estas angustias que le corroen el alma. Tiene que terminar. Se pone de pie sobre la rama… Y Carlitos no precisó hacer nada más porque, sin quererlo, resbala, va hacia el suelo con fuerza inusitada. En un postrer esfuerzo sus manos tratan de asirse de la rama. Es un esfuerzo inútil… En la soledad del monte queda su cuerpo de niño balanceándose en el aire sin nadie para que lo reprenda ni para que lo consuele. Ahora sí, hay un punto final . El último y definitivo punto final que tantas veces le reclamó la maestra Clotilde.
Felipe: gracias por tu comentario sobre mi poema Esperanza. Acabo de leer Punto Final….triste….pero es tal real…..nunca debemos de pasar por alto las tristezas de un niño…nunca debemos pasar por alto el abuso sicologico hacia ellos. Saludos, Mery
Si es una historia creada por el poeta es sin duda muy triste ycomo ser humano frente a una realidad tan cruda,sirnto que me tiembla el corazón y el alma.Cómo estamos tan siegos,tan sordos ,padres, familiares y maestros ,para no darnos cuenta ,de no mirar a los ojos de los niños que nos habla y aprender a descubrilo que nos piden dsesperadamente ayudame te necesito.tengo muchas ganas de llorar……
es sin duda una de las obras que mas me ha gustado leer y que hasta tristesa da el que tenga un final y que esta historia se repite tanto en tantos lugares y transmite tantas emociones…..
que linda y triste historia