SILENCIOSOS SOLAMENTE
(Neodadaista)
Caminan los sueños anudando, dulces serpientes,
y se alejan las lentejas, los aviones descalzos y todo.
Abajo, una abeja me ha dibujado. Un tiburón temeroso.
Un ostión confeso, mil perdones sin rodillas.
Una mañana, con mañas y acordeones,
entre las cajas del hielo menos frío.
Ni lo pienses. Es la mentira menos cierta, con uñas pintadas.
Con píldoras para puertas inquietas.
Ni lo escribas. Las letrinas, letras, beben del vidrio.
Es el dado un dedo, soldado, y quitado del dormitorio.
Tanto, que casi lo cree el foco, la foca y el faro del foro.
La piedra, escapa en la espuma y la piel del polvo enardece.
Más allá, los cangrejos ofenden a un mandril de cera,
y cada barco esconde su vela, su vuelo, su primer recuerdo.
La seda suda con la noche, en una botella, en una gota.
Porque llueven llaves cerradas, en la sierra que ha cerrado.
El Valle se ha ido, un poco amarillento en el ojo de madera.
Los colmillos tienen miedo, y un jabalí ayuna.
Cada jueves jala, y teje al jamón con alambres alarmas.
El hambre ha muerto intoxicada de la risa lisa.
Al sapo capo. Le cupo media copa en la cocina.
Y el humo a medias. Como al último volcán la minifalda.
Ya ni la sopa suple al hule, ni el sombrero acaricia gallos.
Si todo es excesivamente claro, tu espacio es mi vacío,
y en la casa, la vendedora remienda sus dudas al cepillo.
El trapeador tiene náuseas. Por el camino del comino.
Aunque hace tiempo que olvidó su tiempo.
Nadie lo extraña, ni son rojas sus entrañas, solo nubes.
Por eso es tan tarde debajo del vino
que se fue haciendo añejo, en vano,
en una telaraña y cientos de asientos sin café.
Ya las rodillas duelen, la humedad perdió el agua,
el humo se ha enredado y es sensible como acero
sin las espinas del pescado.
Por eso se le debe buscar, negarle las cadenas y molerlo.
Así que iremos a recalentar las pesadillas del florero.
Y nadie sabrá lo que quieren decir, los olores del silencio yerto.
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