No puedo dejar de mirarla, y creo que ella, ya lo ha notado. Sé que muchas personas lo consideraran un fetiche extraño. No puedo ser el único hombre enamorado de «una muerta». En serio, debo dejar de usar esa palabra, a «ellos» no les gusta que los llamen de esa forma. El término correcto es «Cambiados». Se oye, mucho mejor, estoy enamorado de una cambiada. Su nombre es Natalia. Siempre me he preguntado, como era ella, antes de tomar el suero.
–…ya deja de hacer eso…– me susurra Lorena; mi mejor amiga. Una vez más, me atrapo mirando a Natalia, mi jefa… nuestra jefa. –…no sé, como puede gustarte; en serio…– me susurra una vez más. El juzgado estaba tan lleno como de costumbre, y aun ni siquiera llegábamos a las 9 de la mañana. –… ¿alguna vez la has tocado? …– me pregunta, con aquel gesto de reproche, al que estoy tan acostumbrado.
– Si yo fuera tu, me esforzaría por terminar esa admisión de demanda, – le contesto; ignorando como siempre aquella mirada. – Natalia, pronto necesitara el proyecto en su escritorio…
– ¡La juez Natalia! – Me corrige. Sube su tono de voz; pero a nadie le importa, estamos en un juzgado civil, todo el que llega aquí, esta demasiado ocupado con sus problemas. – Debes dejar de tutearla, no es profesional, y da una mala impresión.
Decido ignorar a Lorena. Sus creencias religiosas nunca la han dejado pensar con mucha claridad. La aparición del suero fue un milagro. La muerte, había sido derrotada, y mi Natalia, era el mejor ejemplo de eso. Nunca me atreví a preguntarle su edad. Soy un caballero. Entiendo que esos temas son algo delicado para una dama. Pero no estoy sordo, he escuchado los rumores. Mi Natalia, luce muy joven, casi de unos 25 años de edad, pero se dice que en realidad tiene 85. Para mi, eso es un milagro, es como si el suero detuviera el tiempo, para quienes lo beben.
– Su piel, es tan fría como el hielo, – insistió Lorena. Intente fingir que no la escuchaba. He sentido la piel de mi Natalia, y admito que es fría, pero obviamente, no como el hielo. – «Ellos», son fríos, es lo normal, después de todo, ya están muertos. – Continuo Lorena; yo puse los ojos en blanco. Cada día me costaba mas trabajo, aguantarle sus prejuicios. – Ahora, si consideramos el caso de nuestra jefa, si situación es aun más rara. Tiene 85 años, lo que quiere decir que llevaba en este mundo, mas tiempo muerta que viva. – Argumento Lorena, y hice un esfuerzo sobrehumano para ignorarla.
Lorena y yo, somos católicos, nos criamos juntos, fuimos a la secundaria y a la universidad juntos; y por supuesto que nuestras familias rechazan por completo la utilización del suero. Siento que el mundo esta de cabeza. Hace 100 años, nadie hubiera imaginado que el gobierno produciría un suero que otorga la inmortalidad, y mucho menos, que esa inmortalidad embotellada, seria libre y gratuita. Nadie esta obligado a inocularse con el suero, pero aun así, nunca faltan los grupos extremistas, que ven esto como «cosa del diablo». Si alguien me ofrece la oportunidad de vivir eternamente a lado de la mujer que amo… ¿como podría rechazar eso?
– Eventualmente, terminan oliendo mal…– siguió Lorena. Había días en los que me arrepentía de que su escritorio estuviera tan cerca del mio. – ¿Puedes imaginar eso? Pulmones, riñones, el hígado, el estomago, los intestinos… todo eso, guardado en el mismo cuerpo, por más de 80 años. No quiero ni imaginar, la cantidad de dinero que gastara comprando productos para disimular el olor. – Agrego Lorena, fingiendo que algún olor muy desagradable, y por supuesto imaginario, llegaba sorpresivamente a su nariz.
Tenía tantas ganas de corregirla. Mi Natalia, olía a rosas recién cortadas, su cabellos era tan suave, que casi podía sentir que me perdía entre ellos. Pero… obviamente no podía decir nada. Le pregunte a Natalia, muchas veces como hacia para que su cuerpo se mantuviera tan hermoso. Recuerdo la expresión de su rostro. Me disculpe de inmediato. En ese momento, estaba seguro que ella había confundido mis palabras, pensando que me refería a algún químico para preservar cadáveres. Me sentí tan mal, cuando vi su reacción, pero luego me explico, que tomar el suero, solo es el primer paso de la inmortalidad; después, venían las cesiones de hidrolización. En ese momento, no me atreví a preguntar que era la hidrolización.
– No quiero imaginar, porque decidió inocularse ese veneno del diablo, – intervino Lorena… una vez más. Me cubrí los ojos, intentando disimular mi aburrimiento. Ya antes había tratado de abrirle la mente a Lorena, al igual que lo intente con mi mamá; pero eso era una absoluta perdida de tiempo.
En medio de la multitud de usuarios desesperados por ser atendidos, y de los constantes prejuicios de Lorena. Mi mirada se encontró con la de Natalia. Estaba tan hermosa como la última vez que la observe bajo las sabanas. Necesitaba verla sin lentes de contacto, y son aquel grueso maquillaje, que estaba obligada a usar. La descomposición, había dañado la superficie de los ojos de mi Natalia, pero aun así me encantaba mirarla sin lentes de contacto. Me encantaba tocar su fría piel, y besar sus labios. Y estoy seguro que ella, le encantaba sentir el calor de mi piel.
Este noche nos volveremos a ver. Soy mayor de edad, y tengo 25; la misma edad que ella, cuando decidió inocularse. Quiero abandonar la vida, quiero ser un cambiado, y pasar los próximos 100 años a su lado.
Autor: Andys Javier Montenegro Mendoza ([email protected])
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