La Intrusa


La brisa acaricia mi cara y mi cabello vuela con libertad. Marcus ha dejado el auto sin capota para que el viaje sea más divertido y excitante. Soy feliz, tengo todo lo que he soñado: un negocio productivo y que me apasiona, mis padres están bien de salud y llevan una buena vida en su gran casa cerca de las montañas; puedo comer sin sentirme culpable porque mi metabolismo es rápido y me encanta hacer ejercicios. Tengo belleza y todos dicen que soy inteligente, claro, no padezco ninguna enfermedad, apenas me resfrío muy raras veces.Y como si mi vida no pudiera ir mejor, tengo a Marcus.


Nos conocimos hace un año en mis vacaciones en París, la chispa fue al instante y nos pasamos ese mes saliendo. Cuando regresamos él me contactó una semana después y fue así como empezó nuestro romance. Marcus es un hombre atractivo, inteligente, caballeroso y muy tierno, cabe destacar que él es muy bueno en los negocios y único heredero de las empresas de sus padres. Hemos formalizado nuestra relación y pronto anunciaremos nuestro compromiso, es por esto que me está llevando a casa de mis suegros. Mi amado novio vive en la misma ciudad que yo en un apartamento de soltero, suele visitar a sus padres cada dos meses y se pasa todo un mes en la mansión.

Grandes portones se abren y nos dan paso a una larga carretera rodeada de árboles y jardines. ¡No puedo creer que esta sea la entrada de la mansión! Se puede decir que tengo buen apellido y comodidades, pero este lugar es a otro nivel, al parecer, Marcus es más rico de lo que imaginé. Sirvientes bien vestidos nos reciben con cortesía y elegancia.
Miro a un lado y un hermoso jardín me hace suspirar, pero algo allí capta mi atención, es una hermosa sirvienta de cabello largo y castaño, sus ojos grandes color miel son muy llamativos y su cuerpo atractivo.Me mira con tristeza y decepción, veo amargura y odio en sus orbes claros. Un escalofrío recorre mi piel cuando nuestras miradas se cruzan y me abrazo a mí misma.

—¿Te sientes cómoda? —mi novio rodea mi cintura desde atrás. Estoy en el balcón de la lujosa habitación que las criadas prepararon para mí, impresionada con la hermosa vista.
—¿Cómo no estarlo? —rodeo su cuello con mis brazos—. Me siento como una princesa en un cuento de hadas —beso sus labios. El beso es tierno y sin mucha pasión, pero está bien para mí. Saboreo su boca con hambre, me encanta este hombre y me siento la mujer más afortunada del mundo.
—Te dejo para que te alistes, pronto pondrán la cena y podrás conocer a mis padres —rompe nuestro delicioso contacto y una melancolía llena mi pecho. Es extraño, lo siento diferente desde que llegamos, pero creo que son los nervios, digo, conoceré a sus padres en persona al fin.
La cena ha sido exquisita y los padres de Marcus son muy agradables. Puedo sentir lo ufanos que se sienten con su hijo y no es para menos, Marcus ha sabido representar bien el apellido.
—Quédate conmigo esta noche —susurro sobre sus labios con ansias. Estamos frente a mi dormitorio que está un poco alejado al de Marcus.
—No, querida —acaricia mis mejillas—, no está bien que durmamos juntos en casa de mis padres, no se vería correcto. Descansa, hoy ha sido un día ajetreado y mañana tendremos muchas actividades familiares.
Asiento con desgana y lo beso por última vez. Él besa mi frente y se marcha. Una vez en mi habitación, me siento en la cama y resoplo, tenía tantas ganas de estar con él. No es que estemos acostumbrados a tener sexo, lo hemos hecho unas tres veces en lo que llevamos de relación y ha sido cuando él no se siente bien. A veces se deprime sin razón, me he preocupado, aunque sé que es el estrés de toda la responsabilidad que tiene sobre sus hombros.
Me miro al espejo y me gusta lo que veo. Disfruto ver mi imagen reflejada, mis ojos verdes, mi cabello rojizo y ondulado y mi cuerpo delgado. Sí, soy toda una modelo.

Tantas actividades sociales y el tener que conocer muchas personas me estresa, pero estoy dispuesta a padecer todo esto por él. Lo miro y sonrío y él hace lo mismo. Marcus es tan apuesto y elegante, estoy consciente de que soy muy envidiada ahora mismo, él es como ese príncipe soñado. Su cabello negro es abundante y siempre está peinado hacia atrás, sus ojos son oscuros como el azabache, sus labios carnosos y su nariz perfilada y pequeña. Se ve imponente en su traje negro con camisa blanca, todo un hombre de negocios que viste de diseñador.
Después de cenar voy a buscarlo a su estudio, se tarda en abrir la puerta y se nota un poco nervioso. Voy a besarlo, pero gira su cabeza evitando el beso.
—Vete a descansar, mañana nos visitarán mis tías de Europa y debes saber que ellas son muy intensas, es mejor que estés descansada.
Asiento un poco incómoda, pero es lo que me toca. Me devuelvo al dormitorio y él cierra la puerta con prisa.

¡Estoy tan cansada! Me siento agotada de tantas comidas y fiestas sociales, presentaciones de familiares, amigos y personas que no me interesa conocer. Marcus y su familia me presentan con orgullo, me siento la mujer perfecta con sus comentarios y su manera de tratarme, pero algo no está bien. Delante de todos, Marcus se muestra orgulloso y me presenta como la mejor adquisición, pero ya no tenemos momentos de pareja. Me siento sola y temo que él esté perdiendo el interés en mí.
Tocan la puerta y limpio mis lágrimas, la criada entra cuando le doy el permiso y empieza a limpiar sin mirarme. Esa mujer me intriga, se ve que esconde una gran tristeza y la forma con la que me mira me irrita. Ya sea en el comedor o en el jardín, su mirada penetrante está sobre mí, como si intentase descifrar algo.
—¿Cuál es tu nombre? —rompo el extraño silencio y ella deja de hacer su tarea. Sin mirarme, susurra algo que no entiendo—. No te escuché, deberías mirarme a los ojos cuando hablas, lo contrario es mala educación.
Sé que soné ruda, pero es que su comportamiento me irrita.
—Aura —dice más alto y se voltea para encararme.
No logro descifrar esa mirada. Un presentimiento en el pecho me pone alerta, pero prefiero ignorarlo, todo está bien, no tengo por qué sentirme así.
—¿Puedo preguntarte algo? —ella asiente y yo respiro profundo—. ¿Por qué merodeas en la madrugada por este pasillo? Tengo entendido que la servidumbre duerme abajo.Juega con sus manos y traga pesado, su nerviosismo me asusta y espero ansiosa su respuesta.
—Es… parte de mis tareas hacer guardia en la noche en caso de que alguno de los señores necesite algo.
Me mira desafiante y no le creo nada.
—Puede seguir con sus labores —digo con la voz en un hilo
….
Marcus y yo estamos en el jardín tomando una taza de té y conversando cosas triviales. Estoy tan aliviada de que hoy nos quedaremos en la mansión y no recibiremos visitas. Miro a los lejos un conglomerado de árboles, pero eso no es lo que capta mi atención. Es esa mirada de rabia, de dolor, de decepción e impotencia. ¿Por qué esa chica me observa de esa manera?
—No me gusta cómo me mira tu criada —comento, molesta con la situación y Marcus me mira confundido—. Esa chica del cabello castaño, no me gusta cómo me mira ni me gusta su actitud, Marcus.
—¿Por qué? ¿Porque es una sirvienta? Talvez te mira por curiosidad o porque admira tu belleza y la elegancia que despliegas. No seas desagradable, no me gustan las personas arrogantes.
Trato de no llorar ante sus palabras. ¿Arrogante? Lo miro a los ojos mostrando mi desacuerdo y entonces dejo salir esa sospecha que me ha torturado todo este tiempo.
—No es porque sea una sirvienta, es que su mirada me asusta, me siento acosada. Pero creo saber la razón, ella está enamorada de ti.Marcus ríe sin gracia y niega con la cabeza.
—Deja de imaginarte cosas; deberías escribir una novela, eres muy creativa.
Ruedo los ojos y él aprieta mis manos. Me levanto de mi lugar y me siento en sus piernas; entonces, lo beso con pasión dándole a entender que él es mi pareja y que no permitiré que una intrusa se interponga entre nosotros.

Varias veces la he visto caminar por los pasillos a media noche y hoy decidí espiarla más temprano, para ver qué es lo que en realidad hace. Abro un poco la puerta y espero.
La castaña camina mirando por todos lados, veo recelo y miedo en su andar. Tapo mi boca al verla entrar a la habitación de Marcus.
Dos días sin mencionar su infidelidad, cuestionándome si lo debo confrontar o dejar las cosas así, de todas formas, es una simple sirvienta, solo es una aventura pasajera. Me abrazo a mí misma ante esos pensamientos masoquistas. Lloro, él deja de pasar tiempo conmigo para revolcarse con ella.
Camino hacia su estudio para pedirle que la eche, que la aleje de su vida. Él no está. Me siento en el escritorio y entonces escucho voces. Corro y me escondo detrás de las gruesas cortinas, pues reconocí la voz femenina. Siento que entran y están discutiendo en voz baja, pero es suficiente para escuchar.
—Te amo a ti, pequeña —mi corazón se rompe en mil pedazos. ¿Marcus le profesa amor a ella?
—¿Me amas? Te vas a casar con otra.
—No tengo opción, amor.
—Sí la tienes, pero para ti es más importante tu reputación y tus negocios. Pisoteas nuestra promesa de amor, me dijiste que yo sería tu esposa sin importar quién se oponga. Me mentiste.
La escucho sollozar y él sisea para calmarla.
—Éramos unos chiquillos soñadores, esta es la realidad, pequeña. Ella solo es una fachada, tú eres y siempre serás mi gran amor. Nada cambiará entre nosotros porque esté casado. Te compraré una casa hermosa y formaremos una familia. Buscaré la excusa de mis viajes de negocios, amor, te daré todo lo que te mereces. Ya verás, pequeña, tú serás la madre de mis hijos.
—No quiero estar en las sombras y ser tu vergüenza, yo no quiero compartirte con otra. A ti te lo he entregado todo; mi primer beso, mi virginidad, mi corazón.
Los sollozos se hicieron más fuerte. Salgo de mi escondite y los veo abrazados. Grito de la rabia, de la impotencia, del dolor. Ambos me miran aterrados, se miran sin saber qué hacer o decir. Marcus se acerca y yo retrocedo, me duele mucho, es tan irreal esta cruda verdad. Él, mi novio; la persona a la que le he confiado todos mis secretos y vergüenzas, con la que he sido sincera todo este tiempo, con quien soñé formar una familia. El hombre del que me enamoré y le entregué mis miedos y suspiros, a quién soporté y animé en sus peores momentos, con quien compartí tantas cosas.
Corro con desesperación fuera de allí, el aire me falta y el pecho me duele. En realidad, todo duele. Lágrimas mojan mi rostro y yo sigo corriendo, ignorando las voces que me llaman y las miradas confundidas de los criados. En vez de buscar la salida, voy en dirección de los árboles, esos que rodean la mansión. Sigo mi corrida y lloro con libertad.Duele. Ese maldito me usó, me utilizó para mantener su estatus social, para cuidar su apellido. Sin embargo, ella es a quien ama, ella se roba sus suspiros, en ella es en quien piensa, a ella le hace el amor todas las noches y yo tenía que conformarme con sonreír y saludar. Ella lo tenía a él y yo tenía su disfraz. Ella es la verdadera y yo… Yo solo soy la intrusa.

Fin

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