Ella nunca regreso a nuestra
plaza, me preocupa mucho
el rumbo que pudo haber
tomado el ánimo de sus pies.
En este café la hice sonreír
la primera vez y, en aquel
instante, me quebré
hasta lo más profundo.
Este nunca fue su lugar
preferido, nunca le gusto
el café, solo me miraba
en silencio.
Me dejaba hablar como
un loco, de cualquier cosa
que no tuviera sentido. Ella
podía ver lo secreto y lo profundo
[de mi alma].
¿Dónde estás Marianna?
No me condenes a este
afán insano de buscarte
en cada sombra.
Soñar despierto contigo
todo el tiempo, empieza
a dolerme más de lo
saludable.
Te espero en el lugar de siempre…
MARIN.
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