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¿Qué Hice Yo? (Parte 2)

2 Parte

No estaba para nada lejos. Con decir que en el mismo vecindario vivía también otro compañero. Dentro de su vivienda era bastante amoblado y gozaba de buena ventilación. Presumía de un color blanco que la hacía muy agradable. Él y yo pusimos manos a la obra.

Lo que no me esperaba era que la tarea fuera larguísima. Ya eran exactamente las 6:00 pm y estábamos a esa hora a mitad del desarrollo. Mientras escribía en mi libreta de apuntes miré por el rabillo del ojo si me estaba observando. No me equivoqué. Toda la tarde fue lo mismo. ¿Acaso tenía algo raro en la cara? Y si así era ¿Por qué no me lo decía y ya? Decidí encararlo.

  • ¿Qué?- Le dije en tono de disgusto – ¿Acaso tengo algo en mi cara que sea raro para ti? ¡No te hagas! ¡Te he visto observándome todo el día! ¿Por qué? ¿Dime?

Suspiró pausado y…

  • Eres bonita – Contestó seriamente – ¿Acaso eso es algo malo?

Me sonrojé. Lo consideraba algo estúpido en ese momento. Un momento inapropiado para ese tipo de cosas.

  • Por… por favor… te… podrías concentrar y meter tus… tus ojos en la guía? Qui… quiero… terminar rápido, gracias. – Tartamudeé y me arrepentí de no haber hablado más claro.

 

 

  • ¿Quieres comer algo? – Lanzó esa pregunta a las 7:38 pm. Admito que mi estómago me solicitaba calmar sus crujidos pero yo simplemente lo ignoraba.

 

  • Si, gracias – Respondí tímida

Lo vi introducirse a una habitación. Tal vez la cocina.

Seguí escribiendo y escribiendo, intentando acelerar mi mano, dibujando las letras y resolviendo las incógnitas los más resumido posible. Volvió con unos sándwiches y jugo de naranja. Los ingerí a una velocidad regular. Agradecí por la comida. Se llevó los platos y los vasos para dejarlos en el lavabo y retornó a la mesa.

Ya faltaba no menos de una hoja para terminar. El reloj marcaba las 9:48 pm y mi vejiga me exigía vaciarla sí o sí. Ya no aguantaba más. Rogué que me dijera donde quedaba el baño y se limitó a señalar delante de nosotros una puerta, igual de blanca a las paredes.

Caminé y al cruzar la ajusté. Era algo pequeño, pero a mí ni me importaba. Al lavarme las manos, dirigí mi vista hacia el piso. 4 portarretratos yacían bocabajo a modo lineal de 2 en 2. Los volteé. Mis ojos se abrieron al diámetro de los platos de los sándwiches cuando miré las fotos. Su rostro sonriente estaba grabado de diferentes maneras, en distintos escenarios, con manchas de sangre en cada uno de los cuadros. El pulso se me salió fuera de control ¿Qué era esto? ¿Qué estaba pasando?

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¿Qué Hice Yo? (Parte 1)

1 Parte

¿Qué hice yo? No lo sé y creo que nunca lo sabré. Esto que contaré puede sonarle raro a más de una persona, pero les digo que con cada palabra y enunciado que encuentren en este relato esta aferrado a la pura verdad.

Nunca en mi vida había vivido algo como esto, pero después de lo sucedido en aquel 2 de febrero, justo 1 dia después de haber retomado mis estudios escolares, sentí y siento que es una de las experiencias que jamás de mi cuerpo y mente se borrarán.

Bien, comenzaré por relatar que la mitad del día culminó de una manera nada fuera de lo normal. Me enliste como cualquier otra mañana para una nueva jornada de clases. Al llegar no distinguí otra novedad más que los nuevos temas y los trabajos asignados para las próximas clases… aunque, bueno, lo único nuevo de toda la rutina era la llegada de un muchacho. Tenía el cabello rubio y sus ojos eran de un poderoso tono oscuro. El maestro nos juntó a él y a mí para trabajar en grupo una guía.

Al sonar la campana dejó en claro que la actividad debía de ser terminada para el dia siguiente, convirtiéndose en tarea. Durante la hora de clase sentí en algunos momentos sus ojos de chocolate ennegrecidos clavados en mí, por lo que un ambiente de asfixia e incomodidad se cruzó conmigo.

Acordé con él ir a su casa para continuar con el trabajo. Noté intensamente que el tipo era extrovertido. Simpatice bien con él, o al menos eso imaginé ese día. El sol atraía sus rayos más potentes hacia el colegio. No se divisaba nube alguna en el cielo. Las 12:15 pm pasaban por ahí. Al salir de la enorme puerta reconocí la voz del chico pidiendo que lo esperara. Me dijo que me acompañaría hasta mi casa para recogerme a las 2 en punto e irnos a la suya.

Estaba tan relajada degustando el almuerzo que se me había olvidado que debía arreglarme. Era la 1:55 pm. No tenía tiempo suficiente para cambiarme. Me lavé los dientes con lo que restaba y un toqueteo me hizo salir disparada a abrir. Me despedí de mis padres y prometí llamarlos una vez saliera de la residencia de mi compañero. No siendo más cerré y lo seguí…

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El Último Día

Recordando…

Hoy estaba arreglando un poco el desorden de mi cuarto, cuando de repente, hallé una bolsa blanca. Donde quiera que estuviera la reconocería. Inmediatamente me tele transportó a mi niñez, exactamente a ese día… el último día, a mitad del cuarto grado.


La abrí y las 8 cartas se deslizaron por mi cama. Tenía muchas más, pero creo que las había perdido. Como sea, eso fue hacía ya mucho tiempo atrás, pero al observarlas una a una me encajaba en esa típica frase. “Pareciera como si hubiera sido ayer”. Algunos de mis compañeros se tomaron el atrevimiento de elaborarlas minutos antes de salir por la puerta del colegio de la que hasta el día de hoy no he vuelto a cruzar.

Recordaba ese último día… el último día de colegio, el último día en que me quedaría en ese gentil y bello pueblito, pues me iría del todo a la ciudad en la que estoy residiendo ahora. Quería quedarme pero, me era imposible. Y eso, que mis padres estaban tomando la decisión muchos meses atrás, pero por circunstancias que en ese entonces desconocía optaron por atrasar los planes de mudanza hasta mitad de junio.

Mi mente se instaló exactamente, ahí, cuando mis compañeros me deseaban lo mejor para mí, era raro, pero anhelaban que yo me quedara con ellos. Yo también ansiaba lo mismo pero no podía. Algunas niñas del salón empezaron a llorar y me contagiaron al instante. De pronto, quisieron escribirme. Así, pensaron que mantendría un recuerdo vivo de ellas y de todos juntos y en verdad, no se equivocaron.

Ese día era la celebración de todos aquellos que cumplían en el primer semestre. Aunque mi aniversario era en el segundo, igual me incluyeron ahí por el motivo de mi partida. Con gracia me vi a mi misma en el espejo del salón con la cara embadurnada de pastel celeste, que me había pegado un compañero muy querido. No me quede sin las ganas, porque le hice lo mismo. Otros copiaron nuestra broma, como si la vieran tan divertida.

Era increíble lo que me estaba ocurriendo, sin mencionar que hasta no se molestaron en llenarme los bolsillos de monedas. Me sentí en una dimensión diferente, en algo irreal. Nunca imaginé que ellos pudieran quedar afectados por mi despedida.  Y aunque aclaro que en momentos no fui muy buena con ellos, no les importó.

Me dejaron en claro que me extrañarían. Visualicé ese episodio de una manera diferente. En un simple “¿Te vas?, bueno, ¡adiós!” y nada más. Creía en unas reacciones más cerradas pero no, eso era muy diferente de lo que estaba en mi cabeza. Por último la maestra me obsequió un librito con un pequeño mensaje. Libro que empezarían a leer después de vacaciones y que cada vez que lo veo mis recuerdos se disparan sin pleno aviso.

Volví al presente y de nuevo las metí en su bolsa pero la nostalgia no desaparecía y de algo estaba segura: “Jamás podré olvidar lo que pasó”. Fue tan memorable para mí. El grupito de papeles me hizo entender que los recuerdos de la infancia son las experiencias que vivirán eternamente en el corazón.

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La Casa Oculta

Capítulo I: Dentro de la casa

Hubo una vez en que yo salí de mi casa y me encontraba caminando a las afueras de la ciudad buscando nuevos paisajes con que deleitarme, cuando de repente mis ojos chocaron, con algo increíblemente extraordinario, una casa abandonada, pero, esta estaba medio de un verde bosque que se perdía con las tinieblas. Al principio parecía aterrador para mí, después lo pensé mejor y me dije a mi misma que no era para tanto, sin embargo tome valentía y decidí atravesar la misteriosa legión de árboles y adentrarme en la casa.

Toqué la puerta varias veces, pero nadie atendía a mi llamado, así que la abrí y entré. Solo por cortesía pregunté si había alguien y solo me contesto, ese sonido de silencio que la invadía, al parecer la casa aparentaba estar sola y deshabitada por un largo tiempo. Luego decidí recorrer todas las habitaciones que se aguardaba, primero tomando como lugar de exploración la sala. En ella, hacía parte una decoración de cientos de telarañas, y por supuesto, el polvo que nunca falta, además de una oscuridad infinita que acompaña aquel lugar. Estaba nublado y dicho estado se resistía a alejarse, pronosticando una lluvia interminable.

Entre todos los tesoros que se escondía, destacaba un cuadro pintado al óleo, cuya firma de su artista era de un  nombre extranjero, y registrado en el año 1508. En él se veía retratado un caballero. A decir verdad por su gesto y postura, demostraba seriedad y arrogancia. Lo tomé y le traté de quitar un poco el mugre que lo había estado acompañando. Lo observé y después ví que era muy joven, sin embargo, llevaba armadura y aparentaba ser mucho mayor, pero no, tendría aproximadamente unos 20 años o quizás menos, la contemplé por un momento y después la volví a dejar en su lugar, y decidí explorar otras habitaciones buscando más sorpresas interesantes.

Subí las escaleras, para poder toparme con otros lugares de la casa, decidí entrar en la primera habitación que encontré, tenía la puerta casi totalmente cerrada, así que tomé el picaporte, que estaba oxidado y lleno de ese pegajoso polvo que se resistía a quitarse de ella, lo limpie un poco y lentamente la fui empujando. Cerré fuertemente los ojos cuando empecé a darme cuenta de que cada vez que la abría, rechinaba más, y mi corazón se aceleró, pero después tuve control de mi pánico y entré. En la habitación, me encontré con más telarañas, polvo, y vidrios rotos, quien sabe por qué. Aunque las paredes no se veían tan viejas, estaban manchadas, con una sustancia que no sabría describir. De pronto, mis oídos detectaron un sonido que provenía de abajo, se oía como si algo se hubiera caído. Mis ojos se abrieron como dos platos y un frío escandaloso me recorrió de pies a cabeza a la velocidad de la luz. De lo aterrada que estaba entré en shock, por unos segundos. Después me reincorporé, pero tenía que ser precavida ante cualquier movimiento que significase peligro.

Salí del cuarto, y despacio bajé las escaleras, aquel ruido parecía ser originado desde la sala así que fui para allá y para mi sorpresa, estaba lloviendo, se había oscurecido y estaba tronando fuertemente. Todo andaba muy raro, puesto que nunca sentí el golpeteo del agua sobre el techo. De nuevo mis ojos quisieron salírseme de las órbitas  cuando descubrí, que aquel cuadro que había dejado exactamente donde lo encontré no estaba ahí. Ahora si estaba completamente asustada, mi corazón tembló de miedo otra vez y era imposible que se hubiera movido solo. Me dispuse a localizar su ubicación y cuando finalmente lo hallé, su posición estaba boca abajo. Lo pensé mucho para voltearlo, no lo levanté, quería arreglarlo ahí mismo en el suelo, y cuando lo hice el rostro del muchacho inmortalizado en la pintura no era visible, por la oscuridad.

Entonces un trueno cayó, iluminandola completamente.  No me atreví a verla porque en el momento en que pasó salí huyendo de esa casa. Me encontraba con el corazón en una mano y con la otra impulsandome más para correr entre la lluvia que no cesaba.

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