Epílogo
Viernes diecisiete de Agosto del año cuatrocientos sesenta y siete, son las siete horas de la mañana, es un día bastante tranquilo, algo que ha sido muy inusual en mí corta vida. Mi nombre es Zet Isdam, soy un hombre soltero de piel blanca, cabello negro oscuro, nací el día catorce de Junio del año cuatrocientos cuarenta y cuatro, tengo veintitrés años actualmente y usualmente llevo unas gafas oscuras para que la gente no vea la tristeza que acogen mis ojos color gris.
Durante todo este tiempo, he vivido muchas cosas, me vienen a la mente en cada momento, cada segundo que paso recordando los sucesos más felices y a su vez los más tristes, me termina por envolver una gran melancolía.
El día de ayer compré un boleto de avión, para viajar hacia una nación llamada Daath, ¿con qué motivos iré a aquel sitio?, se han de preguntar. Pues toda mi vida la he pasado en esta nación conocida como Chesedonia, y tras varias circunstancias que he experimentado, me decidí a cambiar la rutina y a seguir con mi búsqueda de algunas respuestas.
No tengo en realidad personas con las cuáles pudiera contar, o las cuales pudieran ser una razón para yo quedarme en Chesedonia y no irme, perdí a mi familia desde niño, y tuve que terminar la única relación amorosa que he tenido en mi vida, y mientras me encuentro hablándoles sobre mí, escucho el anuncio de mi vuelo.
“A todos los pasajeros con destino a Daath, favor de abordar por la salida número siete.
Al parecer el momento de abordar había llegado, si existe algún motivo por el cual contar mi anécdota, un viaje en avión es la perfecta oportunidad para compartir una historia como esta.
La hora de buscar mi asiento ha llegado, me había sido asignado el asiento número tres, todos los demás pasajeros habían tomado ya sus asientos y parecía que yo viajaría solo, no me importaría contar con la compañía de alguien más en este momento, después de todo, para algunos puede sernos más sencillo abrirnos con la gente desconocida, y en ese momento, una adorable y tierna señorita se acercó y me dirigió la palabra.
“Buenas tardes, disculpe pero ¿puedo sentarme con usted?, mi asiento es el número nueve, estaba a punto de tomar mi asiento pero una pareja de personas casadas se acercó a mí, al parecer uno de ellos tenía el asiento número diez y la otra persona tenía el número cuatro, así que me pidieron si les podría cambiar de lugar para que ellos pudieran pasar juntos su tiempo durante el vuelo, y la verdad me fue imposible negarme a ellos, y no le quisiera incomodar a usted tampoco, así que sí mi compañía le pareciera un tanto molesta, puedo buscar otro asiento.”
Era una joven bastante hermosa, de cabello dorado y lacio, una piel blanca que parecía de seda, unos ojos azules que parecían dos lagunas, unas manos pequeñas y delicadas, se veía apenada y sonrojada con la situación, parecía haber viajado sola durante un largo tiempo por aquella expresión que pude ver en su rostro, se veía en su sonrisa que ella era realmente feliz, y quien podría negarse a tan encantadora mujer, así que le respondí: “Por supuesto que puede tomar este asiento, comenzaba a sentirme agobiado por la soledad.”
Aquella chica tomó asiento, y comenzó a platicar un poco conmigo: “Sí, se lo que se siente andar viajando solitariamente, me llamo Natalia Lynch, he estado visitando varios lugares con la esperanza de encontrar uno donde me sienta cómoda para vivir ahí, y ahora visitaré Daath, pero quizás me mude allí ya que quiero hacer una carrera universitaria, y tengo diecinueve años, el problema es que aún no he encontrado donde hospedarme, pero sé que encontraré un lugar pronto.”
Estaba sorprendido ya que a su edad, ella se encontraba viajando por varios lugares, además de que viajaba sola, y no dude en comentarle un poco sobre mí: “Vaya sorpresa, yo he vivido toda mi vida en Chesedonia y esta será mi primera ocasión saliendo a visitar otra nación, sin embargo quiero un cambio de ambiente y tengo algunos asuntos que atender, así que me mudará a Daath, hace poco concluí mi carrera de abogacía. Por cierto aún no me he presentado con usted señorita, mi nombre es Zet Isdam, tengo veintitrés años, y espero no le moleste mi atrevimiento, pero en los apartamentos donde me estaré mudando, aún se encuentra otro actualmente deshabitado, conozco al dueño del edificio, si gusta podría llamarlo y preguntarle por el hospedaje.”
En eso ella me miro, y con una sonrisa en su rostro respondió: “¿Enserio? Se lo agradecería mucho, honestamente no sé qué haría sin usted, mi plan de llegar y buscar no ha salido muy bien en los otros lugares que he estado, pero dígame, ¿Qué sucedió?, ¿No tiene a nadie por quien quedarse en Chesedonia?, ¿Por qué quiere abandonar este lugar?”.
No veía problema alguno en contarle un poco de mí. Y ya que el vuelo sería largo, le comencé a contar sobre mi vida, tal y como sucedieron todos los eventos de mi existencia, uno por uno.
—Continuará—