Archivo de la categoría: Cuentos

El Nuevo Fin

Ricky estaba tirado en la cama.

Miró al techo con un solo ojo mientras escuchaba los solos del vecino. No era malo, pero tampoco tan bueno como para que no le rompiera las pelotas…

Se reincorporó de a poco. Su cuarto estaba en penumbras, igual que como se sentía. Le dio un poco de pena verse en una escena de película de depresivos. Había dormido poco, no por el músico sino porque hacía rato que no dormía bien. Agarró la armónica, se desperezó, y nunca llegó a llevársela a los labios.

El tipo la había pegado con su banda en los comienzos del rock argentino en los sesenta. Todos creyeron que murió en esa época y así lo olvidaron más fácilmente. Cada tanto aparecía por el bar de Ricky, tomaba algunos tragos (y más también) y terminaba gritando contra la banda que estuviera dando el show. Varias veces lo molieron a palos, algunas Ricky lo dejó escapar por la puerta de atrás.

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El Bufón De Los Malos Chistes (Parte I)

El bufón acababa de llegar a un pueblo, estaba muy cansado por al caminata que sufrieron sus pies, hinchado su letrero de madera, sudado y su tienda por poco la tiraba pues no podía con su propia alma. Llegó pidiendo agua a una cantina el cantinero muy amablemente lo corrió a palos, para el ya era normal, pues dijo; -me iré a la plaza a contar chistes, que es en lo que yo soy bueno.

Al llegar a la plaza puso su tienda, su letrero en en lo cual se lo colgó al cuello con un moño anaranjado que se había encontrado en el desierto y había supuesto de que era de algún viajero que se lo había dejado a propósito, y gritoó se venden chistes para el dolor del corazón, se regalan sonrisas para el artritis, se dan besos para el humor, hagan fila que yo podré con todos. Solo que nadie le respondía pues toda la gente se encontraba en su burbuja monótoma, pero algunos niños se acercaron pues se le hizo curioso, algunos también aceptarno por ir pues era menos aburrido que su soledad.

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Detectives

En una habitación de paredes blancas, pisos de madera opacos de tantas pisadas Juan fumaba un cigarrillo atrincherado detrás de su escritorio. Estaba abstraído mirando las fotos de un caso bastante extraño que le traía recuerdos olvidados.
Suena el teléfono y lo devuelve a la realidad de repente, era el comisario Ortiz:
¡De la Serna!… Tengo noticias de tu caso ya esta la autopsia, el forense quiere verte…
Voy para allá –Responde apagando el cigarrillo en un cenicero poblado de colillas y se marcha…

La calle estaba húmeda, gris y fría pero nada detenía a la agente Gutiérrez iba camino a la morgue judicial para enterarse de las nuevas novedades de un caso de suicidio bastante dudoso se trataba de una joven de unos 29 años con un disparo en la sien encontrada en los alrededores de una villa de emergencia, en el departamento de un anciano indigente que usurpó esta vivienda abandonada. Ella se llamaba Rita Olmedo, oriunda de Chile no tenía hijos ni familia en el país, trabajaba en el centro como recepcionista en un hotel del centro fue reportada desaparecida por sus compañeros de trabajo hace quince días, se encontró un arma calibre 32 en el lugar del hecho, y una carta de despedida bastante rara que según sus conocidos no correspondería a la víctima.

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Camaleones Y Mariposas…

Como en otros ciclos, la oruga comienza su transformación a mariposa. Su capullo cuelga frágil de una rama.

Puede ser primavera, aunque no necesariamente. Es mi mundo, yo lo he creado con mi propio código de palabras y de imágenes. Y el orden, la secuencia de los espacios es absolutamente mía.

La oruga se despoja de su vida previa, la de oruga, y lentamente comienza a llenarse de promesas de vuelos, de colores y de mil aromas. La mariposa que aun no es tiene curiosidad del mundo al que llega y se apresura en abrir sus ojos pequeños. La luz intensa duele cuando golpea sus retinas y dibuja en ella árboles y flores. Parece hermoso.

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La Ventana Discreta

 “Mama siempre decía que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes cual te va a tocar”. Forrest Gump

   
LA VENTANA DISCRETA

A Nora

 I

Desde que nací resido en la vivienda que fuera de mis abuelos maternos. Mamá la heredó cuando efectuaron la partición con tío Poroto. En el frente siempre hubo un local que durante años se arrendó para almacén. A comienzos de los noventa, con la llegada de los supermercados, don Cholo cerró la despensa y los inquilinos se fueron sucediendo sin demasiada suerte. Si mal no recuerdo hubo una verdulería, un video club, una remisería, un taller de pintura y un quinto rubro que mi memoria por algún motivo habrá olvidado. Todos se fueron antes de finalizar su contrato. Por suerte, unos meses antes de que mamá falleciera, se instaló Guido, un excéntrico vidriero que suele alumbrar mis días de extrema oscuridad.

Detrás del local hay un tipo casa de tres ambientes con un frondoso jardín, poblado por mis más preciadas glicinas, geranios y malvones.  En el fondo hay otra vivienda un poco más grande pero más antigua y señorial. Los dos inmuebles tienen una única entrada por un pasillo en común donde aún reluce un reloj Paddington 1888, que trajo el abuelo Lalo cuando el General nacionalizó los ferrocarriles ingleses.

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