El tic tac del reloj le martilla en la cabeza, es su peor enemigo en las noches de irremediable insomnio. Nunca pensó que volvería a estar así, había disfrutado tanto tiempo del dormir placenteramente sin nada ni nadie que estuviera rondando en su cabeza, que, caer nuevamente en ese abismo no sabía si era desesperanzador o toda una aventura. Lo cierto es que, en medio del silencio de la noche y allí cuando empieza a entrar la madrugada, la imaginación salta libre, danzando ante la luna demostrando que para iluminar una mente no siempre hace falta la luz del día.
Si bien ha llegado a su vida el agotamiento, los desvelos han mejorado notablemente su escritura; le parece increíble que un pedazo de papel lleno de letras y algunos tachones, contenga tantos sentimientos y emociones, tantas historias, tanta vida, su vida…
Lo he visto dar tantas vueltas en su cama que por instantes siento que me mareo. Él mira por la ventana y medita, se pierde en la profundidad del cielo nocturno con su mirada vacía y con unos hermosos ojos llenos de dolor.
Quisiera poder hablarle, pero mi función se limita solo a escuchar y observar, y es precisamente eso lo que me ha permitido conocerlo un poco. Al principio simplemente me observaba, algunas lágrimas caían y uno que otro puño quedaba marcado en la pared, no decía nada, simplemente miraba. No sé si fue mi luz, mi forma reflejada en el cielo o algún otro motivo que tal vez nunca sabré, que lo hizo una noche abrir su corazón blindado y sacar lo que allí tenía guardado. Su voz me emocionó tanto que creo que brillé extra esa noche; cantaba su historia la cual estaba llena de tristeza, amargura y soledad, sin embargo al mismo tiempo se podía percibir la desesperada necesidad de encontrar una esperanza.