Todas las entradas de: Peter ZF

Mi nombre es Pedro Zavaleta Flores, escritor y soñador irremediable. Nací en México en el año de 1993. Desde niño me sentí fascinado por las historias de magos, dragones, elfos y demás seres fantásticos-mitológicos. En la adolescencia empecé a inventar historias y cuentos en mi mente. Así transcurrieron varios años, hasta que un día pensé que podría escribir los cuentos que inventaba y fue cuando nació mi sueño de convertirme en escritor. Escribí algunos cuentos y los publiqué en una página online, pero al ver que no tenía vistas lo dejé. Pasaron tres años para que decidiera volver a escribir. Entonces tuve la bendición de conocer a Ángela Sofía Ponce Llerena, una maravillosa persona que me apoyó y me motivó a seguir mi sueño. Así que decidí buscar a otros escritores, fue cuando conocí al escritor Mauricio Vega que me dio varios consejos. Volví a publicar en algunas páginas teniendo más vistas y participé en algunas convocatorias. Después conocí a la maestra Sara Lena que me invitó a un curso donde pude aprender mucho. Lo que me gusta de ser escritor es que puedo crear lo que no existe, volver posible lo imposible y que no hay limitaciones. Cuando escribo se abren una infinidad de posibilidades, igual puedo escribir un cuento infantil que una historia de terror, una de amor o de seres fantásticos. Como escritor, unas de mis metas es difundir la lectura entre los niños y lograr que los padres lean cuentos a sus hijos, para que cuando crezcan no dejen de soñar.

Ausente

Barton era un niño de diez años, delgado, cabello rubio y de ojos azules. La mayor parte del tiempo lo pasaba en su habitación; era grande, tenía dos grandes ventanas y un balcón, las pared, las paredes estaban pintadas de azul y el techo de color blanco. En una de las paredes tenía dos grandes estantes, uno lleno de juguetes como; robots, superhéroes y carros. El otro estante estaba lleno de todos los trofeos que había ganado en las competencias de karate, natación y fútbol. En la pared opuesta estaba un clóset negro, una cómoda blanca y un pequeño escritorio donde hacia la tarea. En medio del cuarto estaba la cama y enfrente (a lado de la puerta de entrada) una televisión y un mueble con una consola de videojuegos.


Sus padres eran abogados de un importante bufete, por eso siempre estaban muy ocupados. Para compensar su ausencia, habían inscripto a Barton en la mejor escuela de la ciudad, en tres clubs deportivos y le compraban todos los juguetes que quisiera.


Pero aunque tenía todas esas comodidades, Barton se sentía solo. Todos los días eran iguales, cuando se levantaba sus padres ya se habían ido, así que desayunaba y asistía a la escuela. Después de clases, se dirigía a uno de los club deportivos. Cuándo estaba en casa, se encerraba en su cuarto y veía televisión o jugaba videojuegos. Los fines de semana eran peor, sus padres seguían ocupados y los clubs se encontraban cerrados, así que no salía de su cuarto. Un día, Barton decidió ir a dar un paseo al bosque. Sus amigos le habían platicado sobre los paseos que hacían con sus familias, pero él no había podido ir con sus padres. Así que ese día se animó a conocer el bosque aunque sus padres no fueran con él. El día terminó y Barton no regresó a casa. Los días pasaron y sus padres no se habían percatado de su ausencia. Hasta que el director de la escuela llamó a su padre. Barton no había asistido dos días a clases.


Sus padres avisaron a la policía. Un vecino dijo que la última vez que lo había visto fue el sábado por la mañana y que iba en dirección al bosque. La búsqueda se realizó por tierra y por aire. Veinticuatro horas después encontraron el cuerpo de Barton en el río. La autopsia reveló que tenía ocho horas de muerto. Las autoridades concluyeron que se perdió y al tratar de cruzar el río, la corriente se lo llevó.


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EL CONEJO QUE SE SENTIA SOLO

En medio del bosque vivía un conejo llamado Boni. Él era el único conejo de todo el bosque, por ese motivo Boni se sentía solo y creía que nadie lo quería.

Un día Boni salió de su madriguera a buscar comida, en su camino se encontró con Rito un zorrillo.

—Hola Boni ¿qué haces?

—Voy en busca de comida para el invierno.

—Después de que acabes de buscar comida ¿te gustaría ir a nadar al lago?

—No, tengo muchas cosas que hacer.

Boni buscó y buscó pero no encontró nada de comida. Después de un rato Boni vio a Archi una ardilla.

—Boni, me enteré que buscas comida para el invierno.

—Si, pero no he tenido suerte.

—Yo vi unas zanahorias más adelante, si quieres te llevo.

—Gracias pero prefiero ir solo —dijo Boni mientras se alejaba.

Boni encontró las zanahorias, tomó unas y se regresó a su madriguera. Cuando estaba a punto de llegar, Teo un topo, salió de abajo de la tierra a su encuentro.

—Hola Boni, ¿te gustaría jugar conmigo?

—No gracias, tengo que regresar a mi madriguera —dijo Boni y se fue.

Un par de días después, una gran tormenta llegó al bosque, las ráfagas de viento tiraban las ramas de los árboles, la lluvia inundó la madriguera de Boni y el agua sacó toda la comida que había recolectado. Cuando la tormenta pasó, Boni salió de su madriguera inundada y se puso a llorar.

Pocos minutos después, Teo salió de abajo del suelo.

—Hola Boni ¿por qué lloras?

Boni sollozando respondió:

—Mi madriguera se inundó y perdí toda la comida que guardaba para el invierno, ahora no tengo casa ni comida para pasar el invierno.

—No te preocupes te voy a ayudar —dijo Teo y se fue.

Minutos después, Teo regresó junto con Rito y Archi.

—Teo nos contó lo que te sucedió —dijo Rito.

—No te preocupes nosotros te ayudaremos —dijo Archi.

—¿Enserio? ¿por qué me van ayudar? —pregunta Boni.

—Porque somos tus amigos —dice Teo.

En ese momento Boni se dió cuenta que no estaba solo como el pensaba, porque aunque Teo, Archi y Rito no eran conejos como él, si eran sus amigos.

Todos juntos buscaron una colina para hacer la nueva madriguera de Boni y no se volviera a inundar. Cuando la encontraron, Teo escarbó para hacer la nueva madriguera, Archi recolectó hojas y ramas para hacer una cama y Rito y Boni recolectaron más comida.

A partir de ese día Boni pasó más tiempo con sus amigos y ya no se volvió a sentir solo.

                                   FIN

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LAS PALOMAS Y EL HALCON

A las afueras de un pueblo hay un antiguo molino abandonado, donde viven muchas palomas, cada primavera las jóvenes palomas se preparan para encontrar pareja.

Este año un joven palomo llamado Steef, se prepara para conquistar a su amada llamada Luli.

A medio día, todos los palomos están listos para cortejar, los machos vuelan dando vueltas y piruetas para llamar la atención de las hembras, mientras que ellas se pasean coquetas.

Steef es el que más se esfuerza dando giros, vueltas y piruetas enfrente de Luli.

Luli observa a Steef. Él deja de volar para hablar con Luli.

—Hola Luli, eres la paloma más hermosa de todas, me harías el palomo más feliz sí aceptas ser mi compañera.

Luli acepta y ambos vuelan sincronizados por todo el molino.

Más tarde todos están con sus respectivas parejas.

De pronto, por el destruido techo, entra un halcón. Todas las palomas empiezan a volar, tratando de huir, el halcón mira hacia donde están Steef y Luli y los ataca. Steef y Luli vuelan para huir. Pero el halcón es más rápido y está a punto de atrapar a Luli.

Steef se percata de la situación he interviene dándole de picotazos al halcón, el halcón le da un aletazo a Steef, lo avienta, se golpea contra la pared y cae desmayado.

El halcón aprovecha la situación y atrapa a Luli con sus garras y se la lleva volando mientras Luli pide ayuda.

—¡Auxilio! ¡qué alguien me ayude!

Pero los demás palomos están demasiado asustados.

Momentos después Steef despierta y busca a Luli.

—¡Luli! ¡Luli! ¿donde estas?

 Un palomo se le acerca a Steef.

—Lo siento Steef, se la llevó el halcón.

—¡Por favor! ¡ayúdenme a rescatar a Luli! —dice Steef.

Pero todos se quedan callados, Steef insiste.

—¡Piensen! sí no hacemos algo ahora, mañana el halcón volverá y se llevará a alguien más y así será todos los días, además recuerden que Luli es amiga de todos y ella no abandonaría a nadie.

Después de unos segundos de silencio un palomo habla.

—¡Steef tiene razón! ¡vamos a salvar a Luli y a librarnos de ese halcón!

—¡Si, vamos! —dicen los palomos.

Todos los palomos agarran con sus patas piedras y palos, y se van en la dirección que tomo el halcón.

Mientras tanto el halcón había llevado a Luli arriba de un árbol.

—¿Qué vas hacer conmigo? —pregunta Luli.

—Ja ja, te voy a comer.

Después de algunos minutos, los palomos ven el árbol donde se encuentran el halcón y Luli.

—Ahí están, vamos —dice Steef.

El halcón está a punto de atacar a Luli, pero en ese instante los palomos empiezan a tirarle las piedras y palos, el halcón ataca a los palomos.

Steef aprovecha y se acerca Luli.

—¡Luli! ¡vámonos de aquí!

—¡Steef! ¡sabía que vendrías por mí!

Steef y Luli se van volando, pero el halcón los ve y los persigue.

—Steef, Luli cuidado con el halcón —grita un palomo.

El halcón sigue a Steef y a Luli. Steef ataca al halcón picándole un ojo.

—¡Escapa Luli! —grita Steef.

—Arg, me las vas a pagar —dice el halcón.

Steef vuela lo más rápido que puede, seguido por el halcón. Cuando el halcón esta a punto de atraparlo, Steef da un giro hacia la izquierda.

Por la velocidad que lleva, el halcón no puede seguir a Steef y se estrella contra un árbol quedando inconsciente.

Steef, Luli y los demás palomos regresan al molino, y el halcón no vuelve a atacarlos.

                                   FIN

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EL CASTOR PERSEVERANTE

Érase una vez, una familia de castores que llegaron a un río, ahí decidieron formar su nuevo hogar.

Inmediatamente todos los castores empezaron a elegir los árboles que usarían para construir el nuevo dique, la mayoría de los castores elegían árboles delgados para poder cortarlos rápido, y poder acabar pronto.

Un castor regordete llamado Ral, buscaba entre los árboles hasta que encontró el más ancho y alto de todos, de inmediato empezó a cortarlo, los demás castores se acercaron a él y le dijeron:

—¿Qué haces cortando ese árbol? para cuando lo acabes de cortar nosotros ya habremos terminado el dique.

Ral volteó a verlos y les dijo:

—Los árboles que están cortando son delgados y no servirán para el dique.

 Los demás le contestaron:

—Estas equivocado y te lo vamos a demostrar.

Todos los castores se pusieron a trabajar rápido para ganarle a Ral. Después de media hora dos castores terminaron de cortar sus árboles, uno de ellos le dijo a Ral:

—Ya viste, somos los primeros en terminar.

Ral los ignoró  y siguió trabajando.

Los dos castores empujaron los troncos al río, pero casi de inmediato el río se los llevó, Ral los miró y dijo:

—Se los dije, esos árboles eran demasiado delgados y ligeros.

Los demás castores siguieron trabajando. Media hora más tarde, cuatro castores terminaron de cortar sus respectivos árboles, los castores vieron a Ral y le dijeron:

—Ahora sí, con estos troncos haremos el dique y sin tú ayuda.

Los castores empujaron los troncos al río, por un momento los troncos bloquearon el pasó del río, pero minutos después los troncos se empezaron a mover y el río se los llevó retomando su curso.

Todos los castores fueron a cortar más árboles, media hora más tarde, Ral término de cortar su árbol, ya cansado empezó a empujar su árbol, y poco a poco, Ral llevó su tronco al río, el gran tronco cayó, y bloqueo el río, el río se filtraba por abajo y se pasaba por arriba, pero el tronco no se movía. Ral vio a los demás castores y les dijo:

—Ya ven, el árbol que corte es lo suficientemente grueso y pesado,  ahora hay que terminar el dique con los demás árboles.

Los demás castores cortaron más árboles y terminaron el dique.

                                    FIN

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LA HORMIGA Y EL CONSEJO DEL ESCARABAJO

En un hormiguero, todas las hormigas trabajan arduamente, unas salen en busca de alimentos, otras cuidan y alimentan a las larvas, otras defienden el hormiguero y otras más le dan mantenimiento al hormiguero para que no haya derrumbes.

Un día, una hormiga de las recolectoras llamada Zoe, iba explorando nuevos lugares en busca de alimentos. Zoe encontró un trozo de una manzana que callo de un árbol. Con mucho esfuerzo empezó a empujar el trozo de manzana. Poco a poco el trozo empezó a moverse.

Mientras Zoe empujaba el trozo de manzana, un escarabajo la observaba curioso, el escarabajo se le acercó.

—¿Qué haces con ese trozo de manzana?

—Lo llevo al hormiguero.

—¿Y para qué? ¿no sería más fácil comer lo que necesitas aquí e irte?

—No, porque lo llevo para que también coman mis hermanos y hermanas.

El escarabajo se alejó y se puso a pensar. Después de un rato se acercó nuevamente a Zoe.

—¿Y hay más hormigas recolectoras de comida como tú?

—Si, somos cincuenta.

El escarabajo sonrió malicioso.

—Ya ves, para que te cansas empujando ese trozo de manzana, total si tú no llevas nada, las otras cuarenta y nueve si llevaran comida.

Zoe dejó de empujar la manzana y se puso a pensar.

—Tienes razón, para que me canso, total las otras si llevaran comida.

Zoe hizo caso del consejo del escarabajo. Comió una parte del trozo de manzana y luego se fue. Al llegar al hormiguero, Zoe observó como las demás recolectoras llegaban con la comida, ella entro al hormiguero y pensó:

«Cuanta razón tiene el escarabajo, si yo no traigo comida no pasa nada»

Al día siguiente (siguiendo el consejo del escarabajo) Zoe decidió no ir a recolectar comida, y se quedó en el hormiguero descansando. Una hormiga encargada de alimentar a las larvas llamada Lixi, vio a Zoe que no hacia nada y se acerco a ella.

—¿Qué haces?

—Estoy descansando.

—Pero debes de recolectar comida como las demás recolectoras.

—Somos cincuenta las recolectoras, si yo no recolecto no pasara nada, tú deberías de hacer lo mismo y dejar de trabajar tanto, total hay más hormigas para que alimenten a las larvas.

Lixi se quedó pensando.

—Creo que tienes razón, dejaré de trabajar, total si yo no alimento a las larvas, otras hormigas si lo harán.

Al día siguiente, Zoe y Lixi no trabajaron. Una hormiga que se ocupaba del mantenimiento del hormiguero llamada Lía, las vió y se acercó a ellas.

—¿Por qué no trabajan?

—¿Para qué? si las demás ya están trabajando —respondió Zoe.

—Tú deberías de hacer lo mismo, total, por una hormiga que no le de mantenimiento al hormiguero no pasará nada —dijo Lixi.

Lia les hizo caso y dejo de trabajar. De ese modo, día tras día, faltaban más hormigas al trabajo, hasta que un día, todas las hormigas dejaron de trabajar. La comida empezó a escasear, las larvas lloraban porque nadie las atendía y el túnel se empezó a agrietar. La hormiga reina se dió cuenta de lo que pasaba y se acercó a una hormiga soldado que estaba descansando.

—¿Por qué no trabajas?

—¿Para qué? si yo no trabajo no pasa nada, que trabajen las demás.

—¿Quién te dijo eso?

—Lia.

—¿Lia? Pero si ella es muy responsable.

—Ella también está descansando.

—Eso lo tengo que ver.

La hormiga reina se fue a buscar a Lia. Cuando la encontró se acercó a ella molesta.

—¡Lia! ¿por qué no estás trabajando?

—¿Para qué? que trabajen las demás.

—Eso mismo me acaba de decir otra hormiga, así que tú eres la que ha inventado eso.

—No, eso me lo dijeron Lixi y Zoe.

Al oír eso, la reina partió en busca de Lixi y Zoe. Después de un rato encontró a Lixi.

—¡Lixi! Me han dicho que tú y Zoe le andan diciendo a las demás hormigas que no trabajen.

—Si.

—¿Por qué inventaron eso?

—Yo no lo inventé, fue Zoe.

—Y ¿donde está?

—La última ves que la ví estaba en la entrada del hormiguero.

La reina se fue en busca de Zoe. Cuando la encontró Zoe estaba acostada.

—¡Zoe! Ponte de pie.

Zoe obedece y se levanta.

—¡Zoe! ¿por qué inventaste decirle a todos que no trabajen?

—Yo no lo inventé me lo dijo un escarabajo.

—¿Un escarabajo?

—Si, me lo topé un día que salí a recolectar comida.

—Zoe, por bueno que parezca no siempre hay que hacer caso de los consejos de los demás, en especial de desconocidos.

Zoe se puso a pensar.

—Mira bien a tú alrededor, no hay comida, las larvas están llorando, el túnel se está agrietando y sin los soldados estamos expuestos a que nos ataquen. Si una hormiga no trabaja quizás no pase nada pero da la casualidad que todos piensan igual. Todos somos importantes para la colonia.

—Tiene razón reina, ayer se acabó toda la comida y hoy no he podido comer nada.

—Bien Zoe, ahora ayúdame a reunir a todas las hormigas.

Zoe y la reina reunieron a las demás hormigas, hablaron con ellas y las convencieron de volver a trabajar.

                                   FIN

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