– ¿Alguna vez, viste la antigua ciudad de Panamá? – Preguntó Javier; imaginándose aquella ciudad de la que tanto había escuchado. El muchacho y el ángel caminaron a través de las inmensas ruinas. Los edificios con sus enormes ventanas rotas, ocultaban parte de la luz de la luna. – Ya sabes, cuando Panamá era solo una ciudad, y los demonios no existían. – Agregó, dirigiéndole una tímida sonrisa al imponente ángel guerrero.
– Los demonios siempre han existido, de hecho, existen incluso desde antes que los humanos. – Contestó Elías, sin a mirar a su interlocutor. Javier era un chico alto, pero el ángel Elías era aún más alto, y más musculoso. En medio de sus alas de plumas negras, llevaba un hacha de color roja y negra. Se trataba del arma de un ángel guardián, y como tal, dicha arma tenía una gemela, otra hacha igual de fuerte, manipulada por la protegida de Elías. El hacha, parecía emitir un resplandor similar a las brasas dejadas por el fuego.
– Muy bien… entiendo, bueno, en realidad eso ya lo sabía, – dudó el muchacho, pensando a su vez, en la mejor forma de corregir su pregunta. – Me refiero a hace 20 años, yo aún no había nacido, – agregó, con cierta vergüenza, – mi abuela me contaba que esta ciudad era enorme, y que los demonios tardaron años en derrotar a los ejércitos de las grandes ciudades.
– No culpo a los humanos. – Reflexionó Elías, luego de unos incómodos minutos de silencio. Los dos se internaron por la entrada de un largo pasillo, justo debajo de otro inmenso edificio, los escombros y la vegetación, hacían que fuera difícil pasar por ciertos lugares. Podían ir volando, como dos ángeles, pero Elías no quería que su acompañante usara su máscara, a menos que fuera estrictamente necesario. – Los demonios llevan más tiempo existiendo que los humanos, tienen de su parte la ventaja evolutiva básica. Ustedes evolucionaron para ser más inteligentes, pero los demonios evolucionaron para hacerse más fuertes. Cuando lograron escapar del infierno, era de suponer que las ciudades caerían una tras otra. – Explicó el ángel; manteniendo su mirada fija en el camino, como si esperara o se preparara para un ataque repentino.
Llegaron hasta el borde de un profundo abismo. Probablemente este, había sido causado por alguna bomba, en los tiempos en que los ejércitos pensaban que atacar a los demonios con explosivos y radiación, ayudaría en algo. Aquella bomba debió estallar hace más de 15 años, pero en su momento, la fuerza de esta, debió ser desastrosa, se podía ver que la gran destrucción de aquella ciudad, se había originado en ese mismo punto. Elías se puso detrás de Javier. Ni siquiera le pidió permiso al muchacho, y lo sujeto por debajo de los brazos, el ángel dio un fuerte aleteo, y ambos se elevaron por encima de aquel abismo, pero no lo cruzaron, Elías se dejó caer con su acompañante, hacia el interior de aquel agujero, y justo antes de chocar contra el suelo, sus gruesas alas frenaron del todo la rápida caída, con un nuevo aleteo.
– Así que este es el camino para llegar a Orfere, – comentó Javier, recuperándose del susto producido por aquella caída. Transformarse en ángel de vez en cuando, no es lo mismo que ser un ángel. El chico, contaba con todos los poderes de un ángel, cada vez que usaba la máscara, pero no poseía la experiencia propia de estos seres. En ese breve instante, cayó en cuenta de lo que acababa de decir; había pronunciado su nombre «ORFERE», la mortal diosa de las raíces sangrientas. Sin querer, se la imagino hablando por medio de aquellas grotescas flores rojas, que derramaban sangre cada vez que alguien se atrevía a sujetarlas.
– Orfere esta oculta bajo tierra. – Musitó el ángel. La duda, no era algo común en estos seres, sin embargo, se podía percibir esa sensación cada vez que Elías, hablaba. Él también estaba asustado. Todos fracasaron en su intento por evitar que la diosa demoníaca alcanzará la perfección absoluta de su cuerpo. – Llegar hasta ella no será difícil, a partir de este punto el camino es recto y sin problemas. – Acotó, manteniendo la mirada al frente, y disimulando el molesto temblor en sus dedos.
– ¿Cómo se dieron cuenta, que yo estaba cerca, y que estaba enfrentando a Quimera y Vineto? – Inquirió el muchacho, buscando cambiar el tema de la conversación, por lo menos, por el momento. Hasta ese instante, no se había preguntado eso, por que asumió que sus amigos debían haber escuchado el sonido del enfrentamiento, pero estando bajo tierra, eso era imposible.
– El arco que usas cuando te transformas en el ángel Nydas, tiene un gemelo, es el arma de un ángel guardián, y todas esas armas vienen en dos versiones, una para el ángel, y otra para su protegido. – Detalló el ángel, limitándose a mencionar solo lo estrictamente necesario. En ese momento, caminaban por lo que parecía ser una antigua vía del metro. – El arco y flechas que le correspondía al protegido de Nydas, está en manos de Juliana ¿Ya lo habías olvidado? – Le recordó, esperando que al menos ese detalle, no fuera un secreto para el joven.
– Debí asumir que había sido eso. – Contestó Javier sonriendo. Juliana, la angeliza guardiana de Kairos, había demostrado en muchas ocasiones una inteligencia incomparable. Uno podría pensar que los ángeles son todos bellos, inteligentes, y fuertes, pero tienen más en común con los seres humanos de lo que se podría imaginar. Juliana, era muy astuta, mientras que Elías, era bastante fuerte, por su parte, Aisa, era muy hermosa, y rápida.
– El arco que lleva Juliana, vibró de repente. – Relató el ángel guerrero. El final de las vías se estaba acercando, y al fondo del túnel, se podía ver un brillo amarillo y rojo, muy similar a las llamas que utilizaba el ángel. – Juliana dedujo casi de inmediato, que tú debías estar cerca, y por las vibraciones en el arco, asumió que debías encontrarte en medio de un enfrentamiento.
El muchacho y el ángel, no tardaron en a travesar el último trecho del túnel subterráneo, y llegaron a lo que en alguna época distante fue una estación subterránea de transporte. Se trataba de una estancia amplia, con el techo elevado a varios metros de altura, se parecía mucho a las ruinas de aquellos lugares en los que las personas acostumbraban a reunirse para realizar compras. En el techo alto, se podía ver otro enorme boquete, por el cual se filtraba la luz de la luna. Caminaron un largo trecho, guiándose por el resplandor producido por las llamas a lo lejos. Ese fuego era consecuencia de los poderes de Natalia «la protegida del ángel Elías». El muchacho no comprendía exactamente como funcionaban sus poderes, pero había presenciado en algunas ocasiones, que tanto Elías, como Natalia, se cortaban la piel, liberando una extraña mezcla de sangre y fuego al mismo tiempo.
A medida que se iban acercando, el peligro era cada vez más evidente. A varios metros de distancia, se podía ver una gran bola de fuego que parecía suspendida sobre el suelo. Elías se quedó atrás, pero Javier tuvo que acercarse más, y fue entonces cuando lo vio. Se trataba de un capullo, uno enorme, construido a partir de ramas y raíces rojas, debajo del capullo incendiado, se podía ver un gran charco de sangre. –…entonces, finalmente lo logró – Pensó Javier. El capullo era solo una masa vegetal, que albergaba en su interior el cuerpo perfecto de la diosa, y toda la sangre derramada, procedía de las víctimas asesinadas.
– Eres un testarudo. – Se escuchó la voz de otro hombre. Javier apenas reacciono al reconocer la voz de su amigo kairos. – Las cosas están muy mal, debiste quedarte en el campamento.
Kairos era un hombre muy joven, con apenas 20 años de edad, tenía la misma estatura que Javier, pero con una contextura más corpulenta, de piernas y brazos musculosos, cabello oscuro, espeso y rizado. Sus ojos oscuros, hacían un contraste extraño con su nariz afilada, y su barba fina, apenas visible, pero aun así, sus facciones masculinas, lo hacían evidentemente atractivo. En ese momento estaba vistiendo un conjunto de camisa y pantalones de camuflaje verde, igual al utilizado por Javier.
– Yo no abandono a mis amigos. – Refunfuñó el chico; fijando su atención , estaban en la espada larga con forma de sierra, que Kairos sujetaba en ese momento. El rostro de Kairos pareció ensombrecerse con el cruel comentario de su amigo, y el muchacho lo había notado, pero aun así, no podía ocultar su descontento. – Yo no soy un protegido como tú, ni como Patricia, Natalia y Tobías. Pero durante estos últimos meses, me esforcé mucho, para ser como ustedes.
– Estábamos intentando…– Trató de hablar, pero Javier lo interrumpió. A lo lejos pudo ver al resto de sus amigos acercándose a ellos, y dos ángeles femeninos, los acompañaban. Una lucia como una mujer asiática, y la otra como una anciana.
–…intentaban protegerme. – Termino la frase el muchacho. Patricia y Natalia, fueron las primeras en llegar, y fue Patricia la primera en percatarse de los sentimientos afligidos de su amigo. – Tomaron una decisión sin consultarme. Orfere también mató a mi gente, yo tengo tanto derecho a enfrentarla como ustedes.
– Te dije que esto iba a pasar. – Comentó Patricia, reclamándole a Kairos. La joven de piel negra, observo fijamente a Javier. Patricia era la mayor en el grupo con 25 años, y para Javier, era definitivamente la mujer más hermosa en todo ese infierno. Su cabello, oscuro, crespo y espeso, era corto, justo como a ella le gustaba llevarlo, sus facciones faciales eran finas y perfiladas, con pómulos delicados, y labios gruesos y rosados. Se trataba de una mujer alta, de piernas largas y fuertes, con pechos grandes y firmes, que sobresalían de su camisa militar. Ella también usaba un conjunto militar de camuflaje. Pero su figura alta y esbelta, era imposible de disimular. – Yo les dije que esto estaba mal. – Aseguró Patricia, manteniendo un contacto visual directo con el chico. El muchacho no podía evitar sonrojarse al mirarla. Para Javier la afirmación de Patricia no era una sorpresa, ella siempre lo comprendió y apoyo en todo momento. Patricia actuaba como una hermana mayor, pero para Javier, ella era mucho más.
– Usar la máscara, fue algo impulsivo. – La voz una anciana se escuchó por encima de las palabras de Patricia. La angeliza guardiana de Kairos. En ese momento Juliana lucia igual que una anciana, era el único de los ángeles presentes que no usaba una armadura, sin embargo, también era el único ángel que tenía cuatro alas en lugar de solo dos. El primer par de alas eran grandes y amplias, colmadas de plumas blancas, el segundo par de alas, ubicadas justo debajo de las primeras, eran un poco más pequeñas. La anciana de piel arrugada, y cabello largo y blanco, casi parecía desaparecer debajo de aquellas cuatro grandes alas. – Esa máscara requiere de energía celestial para funcionar. – Continúo hablando. La angeliza solo vestía una larga bata blanca, con símbolos dorados en las largas mangas. – La única energía celestial, que un ser humano posee, es su alma, y perder el alma, es un destino peor que la muerte, jamás tendrás un descanso eterno.
– No puedo ser tan egoísta, no puedo pensar solo en mí mismo, y menos en un momento como este. – Replicó el muchacho. Observo el arco rojo y plateado que la angeliza, sostenía con sus arrugadas manos. Por encima de la espalda de la anciana, pudo ver la empuñadura de una espada, que debía ser sin duda, la espada gemela, de la que utilizaba Kairos. – Solo puedo luchar igual que ustedes, cuando uso la máscara.
– No podemos cambiar tu modo de pensar. – Le dijo Natalia, la protegida del ángel Elías. Aquella mujer tenía la misma edad que Kairos, y su estatura, era un poco más baja que la de Javier. Su complexión era delgada, y se veía muy frágil, su cabello largo, y sedoso, de color rubio opaco, le llegaba hasta la cintura, su rostro perfilado y sus ojos verdes grandes, le daban una apariencia inocente similar a la de una niña. Su cuerpo lucia tan femenino como el de Patricia, pero sus pechos no sobresalían demasiado. – Sé qué piensas que te abandonamos, pero tomamos esta decisión porque eres nuestro amigo. Lamento mucho si te hicimos sentir mal.
– Yo no lo lamento. – Intervino Patricia. El otro protegido, Tobías y su angeliza guardiana, también se estaban acercando. – Desde un principio les comente, que tú jamás accederías, además nadie nos puede ayudar en esto, tanto como tú.
– El fuego se está apagando, y las ramas que rodean el capullo empiezan a ceder. –Advirtió Tobías. El cuarto protegido, tenía la misma edad que Kairos y Natalia, y al igual que los demás, él también es un extranjero en las tierras de Panamá. Tobías es un hombre alto, de hecho su estatura era igual a la del ángel Elías, pero su complexión física era de una delgadez llamativa. Sus brazos y piernas eran largos, pero carecían de músculos fuertes. Tenía el cabello largo, lacio, de color rojizo, llegando casi hasta sus hombros. – No deberíamos perder tiempo, cuando Orfere salga del capullo tal vez no podamos derrotarla. – Advirtió el cuarto protegido; sus brillantes ojos negros, estaban dirigidos a Kairos; como quien habla con su líder. Para Javier, Tobías siempre fue el tipo aislado del grupo, el joven aparentaba saber menos de lo que en realidad sabia, y según Natalia, aquel protegido tenía el coeficiente intelectual más alto entre ellos. – No te ofendas Javier. – Acotó Tobías, dirigiéndose al muchacho. – Ahora que estas aquí nos vendría bien la fuerza de Nydas.
– ¡No has escuchado nada de lo que hemos dicho, o tal vez no te importa! – Exclamó Patricia, visiblemente molesta. Ella sabía bien los riesgos que corría Javier cada vez que usaba la máscara. – Usaremos a Nydas como última opción, y solo si es estrictamente necesario.
– Ya hemos probado con fuego, hielo, electricidad, incluso el impacto sónico de Patricia. – Continuó Tobías, ignorando las palabras de su compañera. – Creo que todos estamos de acuerdo, la única solución es lanzar a Orfere de vuelta al infierno, usando los portales de Nydas.
– Si se trata de portales, – comenzó Natalia, – podemos utilizar las flechas de Juliana, con eso también podemos abrir portales. – Recomendó la protegida; mientras el capullo palpitaba, y derramaba más sangre.
– Los portales que se abren usando aquellas flechas, solo pueden alcanzar un tamaño determinado. – Le recordó, la angeliza guardiana Aisa. Aquella angeliza, utilizaba una vistosa armadura de color gris, y en sus manos, llevaba una espada con una hoja tan transparente, que casi parecía un pedazo de hielo afilado. Aisa era delgada y esbelta, con facciones asiáticas, y el rostro hermoso en forma de corazón, su cabello largo hasta la cintura, era de un tono tan gris, como el de su armadura, y sus alas, estaban formadas tanto por plumas blancas, como negras. – Solo el ángel guardián Nydas, puede crear portales tan grandes, como para tragarse aquel enorme capullo.
El muchacho comprendía el punto de Aisa. El arco y las flechas utilizadas por Juliana, originalmente pertenecen al protegido del ángel guardián Nydas, y por lo tanto ostentaban parte del poder para abrir portales hacia el infierno, sin embargo, dicho poder tenia limitaciones. El paradero de aquel protegido era aún desconocido, y se rumoreaba que podía estar muerto. En aquel momento se produjo un incómodo silencio, ninguno de sus amigos lo estaba mirando directamente, pero Javier sabía lo que todos estaban pensando, y esa era la principal razón por la cual lo abandonaron en aquel campamento, el uso de aquella máscara era más un riesgo que un beneficio. Javier podía terminar perdiendo lo último que le quedaba de su alma.
El capullo se agito desde adentro hacia afuera. El charco de sangre debajo de aquel capullo empezó a transformarse en un lago. Las ramas y raíces rojas, suspendían el capullo en el aire, a causa de varias extensiones formadas de corteza de madera y lianas, que se adherían a las columnas y el techo de aquella enorme estancia, creando de esa forma un soporte para así mantener suspendido el extraño cuerpo abultado. Las llamas creadas por Natalia aun ardían en algunas partes del capullo, pero iban apagándose poco a poco, y una figura imponente se deslizaba como una serpiente en el interior de aquel amasijo de ramas, raíces, cortezas y lianas.
– Creo que ya no podemos hacer nada. – Sentencio Aisa. Sujeto su espada de forma amenazadora, y en segundos la hoja filosa empezó a emitir un frío sobrenatural.
– Es momento de demostrar lo equivocada que estaba la bruja Ursina. – Indicó Natalia; pero ella, también estaba asustada. No solo estaban enfrentando a una diosa demoníaca, ya que esta, había perfeccionado su cuerpo, por lo que en teoría, ahora, era mucho más fuerte que un dios demoníaco común.
Toda la parte izquierda del capullo se desmorono, y a los minutos, una nube de vapor verde se esparció a partir de la abertura en el capullo. Una forma larga y gruesa se vislumbro a través del vapor verde. Los protegidos y Javier, retrocedieron al ver la sustancia vaporosa acercándose a ellos. Los ángeles guardianes, se mantuvieron inmóviles, esperando la llegada del vapor verde, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, limpiaron el aire usando sus grandes alas. Un solo aleteo de aquellas maravillosas alas, realizado al unisonó, como si los cuatro ángeles estuvieran perfectamente sincronizados. El vapor verde retrocedió, pero la figura larga y gruesa, siguió moviéndose, pero no directamente hacia ellos.
Al principio se confundieron, pensaron que se trataba de varias criaturas, como si Orfere, hubiese logrado multiplicarse en el interior de aquel capullo, pero lo cierto, era que solo había emergido una sola criatura, y su cuerpo, no parecía tener fin. El sonido de las miles de patas, interrumpió el silencio en aquel lugar. Antes de que se percataran, ya estaban rodeados, las extensiones del cuerpo de Orfere, eran incalculables, su cuerpo recorría toda la enorme estructura, enredándose entre las gruesas columnas, “construidas hace más de 20 años”, se adhería a las paredes, al gran techo alto, incluso daba la impresión que el cuerpo le deba la vuelta a todo el lugar.
Cuando el polvo, y el vapor, finalmente se disipo, la magnificencia de la nueva diosa Orfere quedo expuesta. Un cuerpo enorme, largo y grueso, similar al de una oruga gigante de piel roja, rodeaba tanto a los protegidos, y a sus ángeles guardianes. No era posible determinar donde se hallaba el principio ni el final de aquel cuerpo de gusano, hasta que una parte descendió desde el techo, desde una parte indeterminada de aquel cuerpo. Era como hallarse frente a una mezcla grotesca entre una oruga y una lombriz. Este trozo del cuerpo, se deslizo curioso, hasta donde se encontraban los protegidos, ignorando a los ángeles guardianes, y pasando por encima de ellos.
Entonces Javier pudo verlo claramente. En el lugar en donde debería estar la cabeza de aquel ser, estaba un botón, muy similar al de una flor, pero de extensiones gigantescas. Aquella flor sin abrir, aun con aquella forma de botón, estaba unida al cuerpo interminable de aquella oruga, puesto que desde su interior, goteaba un líquido verde que se derramaba desde los pétalos, hacia el suelo.
– ¡Qué asco! – Exclamó Patricia. La flor en forma de botón empezó a abrirse, sus pétalos no tardaron en separarse. Javier sujeto a Patricia por el brazo, y la fue alejando con lentitud de aquella criatura.
– Es ella. – Sentenció Juliana. La angeliza, se había acercado, estaba justo a un lado de su protegido Kairos. – Sí la situación se sale de control, los protegidos deben escapar.
Mensaje del Autor: Querido lector, espero que este pequeño extracto, sea de tu agrado. Sí ese es el caso, dejaré un enlace digital, para que accedas al ebook,disponible en la plataforma Amazon.
https://www.amazon.com/-/es/Andys-Montenegro-Mendoza-ebook/dp/B07BN5TL7G/ref=sr_1_1?__mk_es_US=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&keywords=La+Se%C3%B1ora+de+las+Ra%C3%ADces+Sangrientas+Andys+Montenegro&qid=1581869308&s=digital-text&sr=1-1
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Debe estar conectado para enviar un comentario.