Era de tarde, el sol estaba lo suficientemente caliente para deslumbrar la mirada de Gabriel y molestarle la vista pero no como para considerarse veraniego, aun no sé escondía, dormitaba en la mesa de su comedor tan solo observando y el pobre muchacho veía el réloj prácticamente por gusto porque el tiempo no parecía avanzar o los rayos ultravioleta aplacarse.
Luego de unos minutos que para Gabriel fueron horas el reloj seguía haciendo palpitar sus sienes como quien busca que le den un golpe en la cara, el muchacho sentía cada segundo como una tortura que iba sin mediar socavando su cordura.
Gabriel terminó por perder los estribos aunque solo habían pasado cinco minutos desde que su espera comenzó. Tomó el reloj de la pared, un viejo reloj de péndulo cuyo clásico tic tac era un cliché que ya no pudo soportar, así que una vez lo bajó de la pared lanzó el objeto que no medía más de treinta por treinta centímetros y lo lanzó con todas sus fuerzas contra el piso.
Los vidrios saltaron por todas partes y el reflejo inmediato del muchacho fue cubrirse la cara con las manos. Una esquirla de vidrio se ensartó en su muñeca cortando sus venas.
El chico de desplomó en el suelo, mientras la sangre fluía fuera de sus muñecas haciendo un charco que se expandía poco a poco, el tiempo que pudo ver su reflejo palideciendo en dicho charco le pareció fugaz y en efecto lo fue, solo le tomó cinco minutos a su alma en salir de su cuerpo, después de todo el tiempo es relativo y cuando eres joven esperar vivir toma más tiempo que esperar morir.
En este oscuro lugar aguarda algo sombrío
Lamentos, llantos, sollozos y mediocridad
Esperando los recuerdos los cuales envidio
Sólo pienso buscando la triste realidad.
De repente empecé a perder el equilibrio
Era la muerte llamando para la verdad
Me dio la mano sin mostrar alguna piedad
Luego desperté me di cuenta que yo estaba ebrio.
Comencé a recuperar toda la razón
La cual el tremendo golpe a mi me despedazo
El lugar oscuro solo era mi corazón.
El banco esta rodeado. Puedo escuchar las sirenas de las patrullas. No quiero imaginar cuantas armas, estarán en este preciso instante apuntando hacia la entrada del banco. Nos tienen a todos arrodillados. He tardado un momento en comprender quienes eran «ellos».
– ¡Nadie tiene que morir en esto, solo queremos mandar un mensaje! – Explico uno de los terroristas. No estaba seguro de cuantos eran. Cuando empezaron los disparos conté a 10 de ellos. Vestían trajes negros y mascaras que representaban rostros de diferentes aves. – ¡Este país es grande, pero su gobierno, y su gente, no deja que avance! – Agrego el terrorista.
Uno de ellos estaba sangrando. Definitivamente eran heridas de bala. No debía estar de pie, nadie que fuera humano, aguantaría algo como eso. Pero obviamente él no era humano, al menos no completamente, al igual que los otros 9 terroristas. El terrorista herido se quito su traje negro, revelando un torso pálido, desgarrado por demasiadas cicatrices, unas viejas, y otras más recientes. Las heridas de bala seguían sangrando.
– ¡Damas y caballeros, esto es un milagro, y el gobierno insiste en que lo veamos como algo opcional, dándole la oportunidad a las grandes religiones, para que intervengan en nuestros asuntos políticos! – Indico el terrorista, mientras ayudaba a su compañero a despojarse de toda su ropa. El terrorista herido, era un cambiado, y por su apariencia, debía ser un niño de menos de 18 años, cuando se inoculo con el suero. Obviamente de forma ilegal, ya que solo los mayores de 25 años, pueden inocularse el suero de forma legal. – ¡Este es mi hermano, Abdiel, y al igual que yo, decidió abandonar la fragilidad de la vida, estando muy joven! – Lo presento el terrorista. Una mujer a mi lado empezó a llorar.
El terrorista fijo su atención en la mujer que lloraba a mi lado, y luego me miro a mi. Supongo que le llamamos la atención por nuestra avanzada edad. Yo tengo 50 años, y la mujer a mi lado, debe estar en los 60. No podía ver su rostro, a causa de la mascara, pero algo me decía que estaba sonriendo; debe estar preguntándose por que algunas personas deciden envejecer, en lugar de tomar el suero.
– ¡Fuera máscaras! – Ordeno el terrorista. Sus ocho colegas, obedecieron. El terrorista desnudo y herido, solo observo en silencio. Las respiraciones se aceleraron entre todos los rehenes. ¿Acaso por eso, tomaron el banco? ¿Porque saben que aquí todos estamos vivos? – ¡El gobierno, gracias a la intervención de las religiones, nos dejan elegir, algo que debe ser obligatorio! – Indica el terrorista, antes de avanzar hacia un gran baúl negro, que habían colocado en el centro del banco, frente a todos los rehenes. Abre el baúl, y revela más de cincuenta dosis del suero. La inmortalidad, embotellada frente a nuestros ojos. – ¡El mundo ha cambiado, desde hace más de 80 años, y es hora de que nosotros cambiemos también! – Advierte el terrorista. Estoy asustado. Igual que ese día en el hospital, cuando me diagnosticaron con cáncer de huesos, igual que el día en que me reuní con un doctor, con mi esposa esperándome afuera de la oficina, mientras rechazaba el suero.
– ¡¡Malditos muertos!! – Grita un hombre entre los rehenes. Se levanta, y señala al terrorista que parece ser el líder. – ¡¡Somos dueños de nuestras decisiones, todos nosotros, y decidimos vivir, y morir, igual que nosotros ancestros!! – Agrega el obeso rehén, quien vestía una camisa blanca, y unos pantalones de tela marrón. – ¡¡La verdadera inmortalidad, no es de este mundo, esta en el reino de Dios!!
Una ráfaga de balas impacta contra el frágil cuerpo del obeso rehén. Todos gritamos. Trate de cerrar los ojos, pero estaba demasiado asustado. No pude evitar orinarme en los pantalones. La mujer que tenia a lado, me toma de la mano. No me atrevía a mirarla, mis ojos estaban congelados, observando al rehén desangrándose en el suelo. Una mujer entre los terroristas se ríe. Ya había visto su rostro antes en las noticias. La llaman «CORRUPTA». Es una cambiada. Una muy peligrosa.
– ¡¡Dime gordo!! – Exclamo la terrorista, a la que llaman CORRUPTA. – ¡¡Ahora, te demos a escoger… ¿la vida, o la muerte?!! – Pregunto la terrorista, con el cañón de su ametralladora aun humeante.
El terrorista líder, hace una señal, y uno de sus secuaces, toma una jeringuilla del baúl negro; avanza a paso lento, con todos los rehenes observándolo. Todos podemos escuchar la respiración entrecortada del rehén al que le acababan de respirar.
– ¡Déjalo, que elija! – Grito el líder. El rehén, agonizando levanta la mano, y con sus pocas fuerzas, golpea la jeringuilla, lo más lejos que puede.
– ¡Te atreves a rechazar este milagro! – Grita CORRUPTA.
– Administrarle el suero de todas forma, – ordena el líder. Cierro los ojos, y trato de no escuchar los lamentos de aquel hombre.
– ¡La inmortalidad no es opcional, perros! – Nos insulta CORRUPTA. La terrorista, se desnuda frente a todos nosotros, y nos muestra su piel surcada por cortes y cicatrices. Una herida en forma de «Y», igual a la que recibían todos los cadáveres luego de una autopsia, se extendía a lo largo de su torso. Ella lucia aquella cicatriz como si de una medalla se tratara. – ¡La muerte, ya es cosa del pasado, ahora somos ángeles! – Anuncio CORRUPTA, mientras desfilaba desnuda frente a nosotros. – ¡Pasamos siglos buscando a Dios en las alturas, y resulta que siempre estuvo debajo de nosotros, durmiendo bajo nuestra ciudad! – Aseguró CORRUPTA. Ya antes había escuchado que ella estaba loca. En las noticias se decía, que su comportamiento anormal, se debía al avanzado estado de descomposición de su cerebro.
CORRUPTA, la igual que sus compañeros, se inoculo el suero de forma ilegal, y todos los que toman el suero, están obligados a realizarse al menos 7 sesiones de hidrolización al año, para evitar los efectos más dañinos de la descomposición. Todos ellos son fugitivos, declarados de alta peligrosidad por el gobierno, es por seso, que no puede acceder a las dosis de hidrolización con una frecuencia normal. Se dice que algunos efectos de la descomposición pueden revertirse con el tratamiento adecuado, sin embargo, cuando el cerebro se ve afectado, el daño es permanente.
– ¡Ahora les toca a ustedes! – Me señala CORRUPTA; a mi, y la señora que me esta sujetando. – ¡De pie, les daremos la opción a ustedes, igual que con el gordo, solo que ustedes ya saben lo que sucederá si dicen «no»! – Nos advierte CORRUPTA. Noto, que la mujer a mi lado, sostiene en su mano libre, lo que parece ser un rosario.
– !Tenemos a una creyente! – Grita el terrorista líder. – ¡¿Cuantos «Padre Nuestro» has rezado hasta ahora?! – Pregunta en tono burlón. La mujer no contesta. Él vuelve a enfocar su mirada en mi. – ¿Y usted, señor, como se llama?
–…Alan…– tartamudeo; CORRUPTA se burla de mi, – soy Alan… Mendieta…– repito; y la última discusión que tuve con mi esposa, vuelve a mi mente. Ella estaba llorando, estaba molesta, porque había rechazado el suero. – ¡Yo…! – Intento hablar con mas fuerza, fingiendo ser el hombre valeroso que nunca he sido. – ¡Yo… soy Alan Mendieta… y tengo cáncer… y ya no hay tratamiento… estoy en fase terminal! – No podía creer lo que estaba diciendo. – ¡Y, estoy listo para morir! – No sé, porque dije eso. Solo vine al banco a poner mis asuntos financieros en orden. Ya estoy listo para dejar este mundo.
Los terroristas se miran confusos. La mujer que me aprieta la mano, me acaricia con los dedos, como si de alguna forma tratará de reconfortarme. El líder, y CORRUPTA, me miran divertidos, como si fuera un chiste viviente.
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No puedo dejar de mirarla, y creo que ella, ya lo ha notado. Sé que muchas personas lo consideraran un fetiche extraño. No puedo ser el único hombre enamorado de «una muerta». En serio, debo dejar de usar esa palabra, a «ellos» no les gusta que los llamen de esa forma. El término correcto es «Cambiados». Se oye, mucho mejor, estoy enamorado de una cambiada. Su nombre es Natalia. Siempre me he preguntado, como era ella, antes de tomar el suero.
–…ya deja de hacer eso…– me susurra Lorena; mi mejor amiga. Una vez más, me atrapo mirando a Natalia, mi jefa… nuestra jefa. –…no sé, como puede gustarte; en serio…– me susurra una vez más. El juzgado estaba tan lleno como de costumbre, y aun ni siquiera llegábamos a las 9 de la mañana. –… ¿alguna vez la has tocado? …– me pregunta, con aquel gesto de reproche, al que estoy tan acostumbrado.
– Si yo fuera tu, me esforzaría por terminar esa admisión de demanda, – le contesto; ignorando como siempre aquella mirada. – Natalia, pronto necesitara el proyecto en su escritorio…
– ¡La juez Natalia! – Me corrige. Sube su tono de voz; pero a nadie le importa, estamos en un juzgado civil, todo el que llega aquí, esta demasiado ocupado con sus problemas. – Debes dejar de tutearla, no es profesional, y da una mala impresión.
Decido ignorar a Lorena. Sus creencias religiosas nunca la han dejado pensar con mucha claridad. La aparición del suero fue un milagro. La muerte, había sido derrotada, y mi Natalia, era el mejor ejemplo de eso. Nunca me atreví a preguntarle su edad. Soy un caballero. Entiendo que esos temas son algo delicado para una dama. Pero no estoy sordo, he escuchado los rumores. Mi Natalia, luce muy joven, casi de unos 25 años de edad, pero se dice que en realidad tiene 85. Para mi, eso es un milagro, es como si el suero detuviera el tiempo, para quienes lo beben.
– Su piel, es tan fría como el hielo, – insistió Lorena. Intente fingir que no la escuchaba. He sentido la piel de mi Natalia, y admito que es fría, pero obviamente, no como el hielo. – «Ellos», son fríos, es lo normal, después de todo, ya están muertos. – Continuo Lorena; yo puse los ojos en blanco. Cada día me costaba mas trabajo, aguantarle sus prejuicios. – Ahora, si consideramos el caso de nuestra jefa, si situación es aun más rara. Tiene 85 años, lo que quiere decir que llevaba en este mundo, mas tiempo muerta que viva. – Argumento Lorena, y hice un esfuerzo sobrehumano para ignorarla.
Lorena y yo, somos católicos, nos criamos juntos, fuimos a la secundaria y a la universidad juntos; y por supuesto que nuestras familias rechazan por completo la utilización del suero. Siento que el mundo esta de cabeza. Hace 100 años, nadie hubiera imaginado que el gobierno produciría un suero que otorga la inmortalidad, y mucho menos, que esa inmortalidad embotellada, seria libre y gratuita. Nadie esta obligado a inocularse con el suero, pero aun así, nunca faltan los grupos extremistas, que ven esto como «cosa del diablo». Si alguien me ofrece la oportunidad de vivir eternamente a lado de la mujer que amo… ¿como podría rechazar eso?
– Eventualmente, terminan oliendo mal…– siguió Lorena. Había días en los que me arrepentía de que su escritorio estuviera tan cerca del mio. – ¿Puedes imaginar eso? Pulmones, riñones, el hígado, el estomago, los intestinos… todo eso, guardado en el mismo cuerpo, por más de 80 años. No quiero ni imaginar, la cantidad de dinero que gastara comprando productos para disimular el olor. – Agrego Lorena, fingiendo que algún olor muy desagradable, y por supuesto imaginario, llegaba sorpresivamente a su nariz.
Tenía tantas ganas de corregirla. Mi Natalia, olía a rosas recién cortadas, su cabellos era tan suave, que casi podía sentir que me perdía entre ellos. Pero… obviamente no podía decir nada. Le pregunte a Natalia, muchas veces como hacia para que su cuerpo se mantuviera tan hermoso. Recuerdo la expresión de su rostro. Me disculpe de inmediato. En ese momento, estaba seguro que ella había confundido mis palabras, pensando que me refería a algún químico para preservar cadáveres. Me sentí tan mal, cuando vi su reacción, pero luego me explico, que tomar el suero, solo es el primer paso de la inmortalidad; después, venían las cesiones de hidrolización. En ese momento, no me atreví a preguntar que era la hidrolización.
– No quiero imaginar, porque decidió inocularse ese veneno del diablo, – intervino Lorena… una vez más. Me cubrí los ojos, intentando disimular mi aburrimiento. Ya antes había tratado de abrirle la mente a Lorena, al igual que lo intente con mi mamá; pero eso era una absoluta perdida de tiempo.
En medio de la multitud de usuarios desesperados por ser atendidos, y de los constantes prejuicios de Lorena. Mi mirada se encontró con la de Natalia. Estaba tan hermosa como la última vez que la observe bajo las sabanas. Necesitaba verla sin lentes de contacto, y son aquel grueso maquillaje, que estaba obligada a usar. La descomposición, había dañado la superficie de los ojos de mi Natalia, pero aun así me encantaba mirarla sin lentes de contacto. Me encantaba tocar su fría piel, y besar sus labios. Y estoy seguro que ella, le encantaba sentir el calor de mi piel.
Este noche nos volveremos a ver. Soy mayor de edad, y tengo 25; la misma edad que ella, cuando decidió inocularse. Quiero abandonar la vida, quiero ser un cambiado, y pasar los próximos 100 años a su lado.
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