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AMOR MORTAL, HECHIZOS DE AMOR

? AMOR MORTAL

Caminaba distraída, al levantar mi mirada, te vi, al verme me hablaste, no podía creer lo que te escuche decir, quiero curar tu corazón.

Me alegre mucho y pensé por fin seré curada. Sorprendida y entusiasmada pregunte ¿de verdad?, me respondiste que sí.

Que entrará a tu castillo y no temiera, porque tú jamas me harías daño, aunque temblorosa y llena de dudas decidí confiar en ti,

me diste la bienvenida, mi corazón palpitaba fuerte y agitadamente, se volvió un camino de contraste, por un lado angustia,

zozobra e incertidumbre, por otro lado expectativa y emoción, pensé dentro de mí, por fin sanaré de este hechizo, seré libre.

Escuche unas suaves y dulces palabras, que me enternecieron, siéntate mientras preparo tu antídoto, al sentarme, ansiosa

esperaba diciendo: hoy por fin, podré surcar el cielo, el sol, la luna y las estrellas. Volaré alto como las aves, y me moveré libre como el viento.

Mis pensamientos, mis sueños y mi vida quedarán a salvo de tu presencia, ya no te llamaré más dormida, ni le hablaré a todos de ti.

Sentí un fuerte frío que recorría todo mi cuerpo, que comenzaba desde la planta de mis pies hasta llegar a la punta de mis cabellos.

Casi que de mi boca salían gritos de ¡hurra, hurra, hurra!. Al cabo de unos minutos, me agarraste fuertemente del brazo izquierdo, sentí

en el un fuerte calambre, como si lo arrancaras de mí, luego vi el brillo y el filo de un cuchillo, sentí una punzada dolorosa, la sangre

salía a chorros de mi pecho, caí al suelo y mientras agonizaba, pude ver mi corazón en tus manos, lo apretaste tan fuerte que voló en pedazos.

Toda la habitación se tiñó con el rojo de mi sangre y se salpicó con los trozos de mi corazón. Las lágrimas corrían por mis mejillas, creí en ti.

Habías dicho que nunca me harías daño; cada gota de mi sangre y cada pedazo de mi corazón, te amó grandemente y ese amor me mató.

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Impertérrito Rebenque

IMPERTÉRRITO REBENQUE

De la locura el cruel vértigo hace orugas,
que desgajan al marfil cada blancura.
¡Y al otoño en vano secan!. Ahogadas.
En las penas perdidas encendidas. Hoy.
En la espantosa grandeza del indiferente.

Ven, y morirás conmigo alegre. En un canto.
Bajo las ruinas de un bostezo. Estéril.
Con el audaz frontispicio en el zapato,
en el cuerpo claro de una cadena rota.
¡Vayan las extrañas cañas al lucero esquivo!.

¡Ya la eternidad necesita un descanso!.
Y los dátiles las praderas marinas,
y la leche flores calientes ligera.
Con la espiga de fortuna ingrata,
en la brasa del azúcar por el suelo.

Las copas al aguardiente calman. ¡Sapos!.
¡Y todas las ventanas miren madrugadas!.
¡Y el dolor nevado cultive volcanes!.
Con las heridas pupilas del durazno,
en las puertas donde mueren primaveras.

Por el barro sin consuelo del pantano,
las piedras con las palomas hablan,
a los topos de la vieja encina.
Y agazapado un deseo las manos mueve.
¡No soy callado!. ¡Soy mudo y nada mudo!.

El azul de las abejas es rojo a una hormiga.
¡Y sin saberlo la tristeza escapa!.
¡Toma, el cielo es de oro y usa botas!.
Porque la ventisca es fresa grande,
del infinito donde los sueños viven.

¡Elévate, levántate!. Mira el pequeño muro.
¡Más grande es el hombre en su bajeza!.
Ya nada puede despreciar de la injusticia.
Es dueño de la impureza y la ama.
¡Sólo se arrepiente y hay perdón automático!.

El recuerdo nítido de la consciencia es neblina,
brillante, el portal del éxito arrogante.
¡Estoy muriendo sin sed!. Bello oasis.
Las paredes felicitan al escarabajo.
¡Y las estrellas expulsan cualquier culpa!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Del texto de la imagen.

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Envilecimiento Desmesurado

ENVILECIMIENTO DESMESURADO

Azulada sombra asombra al temor vano,
porque al aire arranca su misterio,
que de tenebrosa tinta la luz sale,
del esplendor conservando las huellas.
¡Entre las plantas que duelen al cielo!.

Lento el suspiro, las ventanas adoran,
donde la eternidad palpita y se agiganta,
en el ángulo del silicato doble.
¡Tan lindo espejo en su ardor!.
¡Por el llanto que consterna a un búho!.

Las aves de la huerta se fatigan.
¡Ya no cabe más blancura!. Ni hay huevos.
El corazón desayuna el olvido. Y calla.
Con la manzana del gusano bendita.
¡Y los manantiales se quejan solos!.

Amarga es la limosna de sonrisas,
por las humanas carrozas del estiércol.
Se difunde grata y se desata. ¡Hábil!.
Y ningún desenfreno es igual a otro.
¡El sordo golpe camina de espaldas!.

Los retos solo lanzan los retratos,
donde el foso se agiganta jugando,
en la noche de férreas lámparas,
al venturoso vuelo del martirio.
¡La piedad y la injusticia vomitan juntas!.

El suelo malhumorado mal muere,
reclamando la imprudencia al agua,
con la voz del vegetal desgreñado.
¡Un cordero se afana!. Y ríe un pescado.
Las velas ofrendan al barco. En la arena.

El sueño duerme sin sombrero. En la luna.
Un breve instante corre. De cabeza.
Y la luz herida olvidó la sombra,
el himno encarnado en la tristeza.
¡En una legión de nudos ágiles!.

La bruma abruma el pecho abierto,
y la cuchara devora el hambre. ¡Injusta!.
Por el rostro melancólico del Tic-Tac.
¡Las piedras preciosas no son dulces!.
Y las ausencias buscan donde instalarse.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Del texto y de la imagen.

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Autenticidad Homogénea

AUTENTICIDAD HOMOGÉNEA

Al sol, que para todos amanece,
hasta el menguado que todo lo cercena,
inundando de luz toda la esfera,
me parece un lívido presagio de tormento.
¡Beldad desterrada del Paraíso!.

A su vez, muerta, la pasión que mata,
y el corazón una prisión es para el sueño,
donde el amor enriquece al más pobre,
del sol la luz me pareciera triste,
y en la lengua un gusto a sangre queda.

Al terminar mi sueño sobre mi frente,
selva sonora del panteísmo es opulenta,
y besa con las pupilas serena la corriente.
En tanto, alma y cuerpo son anhelo, uno solo.
¡Cuando pasan los líquenes las rondas ondulando!.

Buscaba mi alma al despertar la aurora.
Sin embargo, fue siempre caminos de ruido,
en la libre religión de las ideas mieles.
Mudos de espanto escuchan. ¡Cuando ausente estoy!.
Entre el bravo oleaje mar de almohada.

Del gigante corazón su vuelo brilla,
caminando de costado,
con las pestañas de sal de ajo,
y el huracán descansa. ¡Me hace dudarlo!.
En el cáliz de la muerte cotidiano.

De hierro unas lágrimas se asoman,
quitándole barcos a una vela,
con las plumas de langosta,
y la venganza de lengua inquieta.
¡Ya disfrutarán su muerte!.

La madera hiere al fuego se secas hojas.
¡Aunque la música sangre!.
Y eternamente mire cara a cara,
preguntando al hielo de fracasos,
donde sabe todo la tierra del cristal.

De este tiempo las espinas felices,
publican los racimos de los días,
en la morada crepitante.
¡Del membrillo fresco en la mesa!.
Y la noche me dice: ¡Que sólo estoy!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Del texto y de la imagen.

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Almas Del Placer

Almas del placer:

Lentamente todo se empieza a mover,

cada segundo mi piel se entrega en tu ser;

Miradas seducen hasta las barreras romper,

Almas comprendidas gozando una noche de placer.

 

Como no querer alucinar,

si día y noche tu nombre pasa por mi cabeza;

Reviviendo momentos en que tú sonrisa decía mucho más,

Por lo tanto marcabas en mi piel que soy de tu propiedad.

 

Tenerte en mis brazos es especial,

una  gran experiencia que no olvidaré jamás;

Es esencial que en tus besos pueda observar mi vida,

y la felicidad no tenga fecha de caducidad.

 

 En tus ojos el universo puedo observar,

anonadado de tanta belleza en las estrellas;

Enamorado una vez más,

Agradeciendo a la vida por presentarme a la mujer autentica.

 

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