¿Quién no recuerda esa hermosa etapa de risas, sueños y esperanza en un futuro mejor?
La verdad yo sí; en mi pequeño mundo donde no podía moverme a voluntad,
pero mi mente me daba la oportunidad de imaginar, jugar y divertirme.
Mis padres me amaban, me cuidaban y me protegían,
yo era feliz; vivía entre flores, viajes y televisión,
el nacimiento de mi hermana me alegró la vida; por así decirlo,
me sentía sola y ella se convirtió en mi compañía.
Siempre me sentí incompleta,
pero mi hermana en su inocencia,
supo ganarse mi cariño,
y se transformó en mi complemento.
La llegada de mi hermano fue una verdadera sorpresa,
prácticamente fue como un milagro de Dios,
un milagro convertido en una bendición que alegró nuestras vidas,
que llegó para quedarse y ser parte de nuestra felicidad.
Dios ha estado conmigo en toda mi niñez,
acompañándome con su amor,
guiándome con su infinita sabiduría,
y bendiciéndome en cada ciclo de mi vida.
Por: Erika E. Cuenca A.
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