Pasó el tiempo, y de repente, tenemos diez años más
menos para vivir, pero cuando me besas así
qué importancia tienen los minutos
si en cada segundo me haces inmortal.
Pasó la vida, y de repente, parece que todo sigue igual
pero no hemos vuelto a ser una hoja caduca
que cae en una hoja perenne
sobre el árbol plantado en medio de la felicidad.
Así que sentí, que tenía que incendiar mi vida
para amarte, sin quemar tu deseo
jugué con tu cuerpo, hasta derretirte
sobre tu piel, fui el sol que secó tu rio de desilusión.
De un día sin nombre, hiciste el mejor día de mi vida.
En la oscuridad de mi alma, sin temor, entraste
profanaste mi sueño, abriste mis ojos
para que la vida me mirase de forma diferente.
Así que decidí prenderle fuego a tu vida
para amarme, sin quemar mi deseo
jugaste con mi piel, hasta saciarte
tus huellas fueron mi sueño convertido en realidad.
Del sendero al camino, del paseo al malecón.
El viento cálido despeina tu cabello
hacia la ola que rompe en tus piernas
la brisa suave de tus besos azota mi revolución.
En la ciudad sin corazón
tu claridad amaneció en mi abismo.
Tu silencio durmió mi cobardía.
Tu ausencia es mí letanía.
Tu abrazo es la espada
que atraviesa mi coraza de guerrero
que mata mi fragilidad inmensa.
Tu amor la convierte en serenidad extensa.
Así que decidí incendiar mi vida
con tu libertad, busqué la mía.
Un fuego se apagó, en medio del incendio
como siempre, el miedo, se impuso al deseo.
Así que decidí incendiar mi vida
con la paz de tu alma
que es una catarata de amor
que cae sobre mi corazón.
Que calma mi muerte
de estar un año
sin poder verte.