EL LOBIZÓN
PROLOGO: Después de haber escrito este relato, reparé en la similitud que hay en él con obras literarias de difusión yniversal, no puedo ni quiero saber si se debe a meras coincidencias,, si ñlos hechos acaecidos llegaron por transmición oral a los oidos de los autorea de ellas y fueron fuente de inspiración o simplemente las plagiaron. Todo es posible en un mundo globalizado, al denunciar esto solo quiero hacer la salvedad, que por no ser lo mío un cuento de ficción, sino una historia de familia, casi autobigrafica, estoy excento de la sospecha de algún presuntuoso intelectual que diga, «yo a esto ya lo leí».
El Julieto Tapera nació una noche de luna llena. Los aullidos de los perros comenzaron cuando esta apareció en el horizonte y no pararon hasta el amanecer, los paisanos pusieron en cruz los cuchillos, las viejas se persignaban, la lechuzas chistaban, pero fue inútil, ellos no creen en supersticiones como los humanos, así que tuvieron que aguantarse el lúgubre concierto.
Nadie en una legua a la redonda, pegó un ojo aquella noche. Porque esa noche… esa noche no solo había luna llena, aullaban los perros, los paisanos hacían una cruz con los cuchillos, las viejas se persignaban y las lechuzas chistaban, sino porque esa noche todos sabían que iba a parir mi abuela su séptimo hijo varón, bueno en realidad no sabían si iba a ser varón o mujer. Pero digamos que lo presentían, nunca había nacido una mujer en toda la historia de los Tapera y nadie esperaba la excepción. Y así fue … Varón dijo la partera, cuando vio salir aquella criatura marroncita que dio su primer vagido esa noche de luna llena, cuando los perros aullaron, etc., etc. Se había cumplido el temido presagio de aquellas mentes incultas y supersticiosas, ahora solo cabía esperar …
En la siguiente luna llena no pasó nada, bueno sí, en realidad, como ocurre en estos casos aullaron los perros, se repitieron los ritos y nadie pego un ojo, pero el Evaristo dormía en su cuna a pata ancha, dentro de una jaula que le habían hecho por las dudas, ante la la mirada expectante de los padres, el comisario y algunos curiosos corajudos. Nada anormal se manifestaba en el rostro, ni el cuerpo del niño, ni siquiera le crecía un pelo, y hago alusión a esto porque si algo diferenciaba a Evaristito del resto de los niños, era en que no tenía un solo pelo, ni una pelusita, lampiño total el Evaristo, total que le quedó el mote de el Pelao.
Pasaron muchas lunas llenas, aullaron muchos perros y el Pelao Tapera fue creciendo. Cuando llego a la adolescencia le extrajeron los dientes y le hicieron una prótesis, que le sacaban en esas noches, por las dudas nomás…Pero como la gente seguía sin dormir por el ruido infernal, alguien tuvo la idea de hacer el baile del lobizón. Se hizo tan popular esta fiesta que venía el paisanaje de todos los pueblos vecinos a participar.
Hasta que una noche de luna llena, varios años después, una hermosa chica, de la familia Caperuza, que fue a visitar a su abuelita, no volvió al día siguiente a su hogar. Los padres hicieron la denuncia, se movilizaron los vecinos y se hicieron rastrillajes. La abuela dijo que ella había estado, pero se había marchado temprano con su canasta en el brazo, porque quería ir al baile.
Los Caperusa que tenía una histórica enemistad con los Tapera por la propiedad de unos lechoncitos producto de una relación non santa entre la chancha de los unos con el chancho de los otros, acusaron a Julieto de ser el autor de la desaparición de la chica, Inutil fue que mis abuelos declararan y probaran que este había ido a visitar a su abuelita y no había regresado, haciendo la denuncia de su desaparición. La gente indignada, fogoneada por los Caperuso, incendió la casa a la abuela, a los padres, a los hermanos y a cuanto Tapera vivía por la zona y salieron en búsqueda del Pelao, dispuestos a hacer justicia por mano propia, pero no encontraron rastros de él, ni la chica. Como si se los hubiera tragado la tierra.. Los Tapera, en salvaguarda de sus vidas, tomaron el camino del exilio para el lado de Ameghino..
A partir de entonces comenzaron a desaparecer ovejas, gallinas, lechones y terneros en las chacras de zona aunque ninguna persona. El terror invadió la vida del apacible lugar donde nunca había pasado nada. Inútiles fueron las marchas de protesta reclamando seguridad y mano dura. Rejas electrificadas suplantaron a los alambrados, los habitantes estaban prisioneros del temor, se acabaron los bailes y poco a poco fueron emigrando de la zona en un éxodo desesperado.
Años después, cuando todos se habían ido, nací yo, el Neco Tapera, hijo de Romina y el Jilieto, en la estancia “El Lobizón”.
neco perata