a veces cuando pierdes ganas…
si amas a alguien
¿por qué se lastima?
no escucho lo que digas
no me importa!!! ¿gritos de personas que se aman?
parecen demonios atrapados,
no te dejes mentir
la mentira es la que mata al hombre
y el miedo; Tu miedo
te invade solo cuando no quieras,
cuando estas durmiendo
¡una pesadilla¡
Instantes…
Instantes…
Por la “orillica”,
Sin hacer ruido, despacio,
voy recogiendo instantes
y con cuidado, los doblo, los acaricio y los guardo…
Dejo el alma al pairo, con las velas desplegadas,
por si se levanta brisa,
…y voy soltando amarras…
Acierto!!!
Porque cuando estamos bien
nos va tan mal!
Tratamos de que todo salga perfecto
pero nos sale indispuesto,
Es como si fueras a ganar
y no llegues al final…
La meta siempre son los sueños
y nunca se toma en cuenta el aprecio,
lágrimas producidas por el dolor
que no serán de amor o pasión…
200 Latidos…
Cogidos de la mano,
como niños perdidos, mirando al cielo,
hemos recorrido, pasito a paso,
las calles del miedo…
Venas, arterias, sangre, positrones,
músculos, huesos, nervios, tendones,
luz, bisturí, tejidos, colores…
máquinas, máquinas, tubos de ensayo,
lágrimas, Dios, dormir abrazados…
Cirrosis
Clodoveo Márquez despertó muy, pero muy temprano ese, su último día. Serían poco más de las cuatro de la mañana cuando, después de darse varias vueltas en la cama, prender la luz, acariciar al perro que reclamaba comida, codeó a su mujer para que despertara. Ya era hora de iniciar la jornada con el mate mañanero. Micaela estaba acostumbrada a esos despertares tempraneros e intespestivos. Lo miró de soslayo, se restregó los ojos que todavía reclamaban por más horas de sueño y calzándose perezosa sus chancletas salió casi a oscuras, arrastrando los pies, hacia la cocina.
Estos últimos días habían sido difíciles para la familia. Clodoveo casi no dormía o dormía a cualquier hora, cuando sus dolores le dejaban. Todos estaban pendientes de él. Había que comprar medicamentos que siempre resultaban costosos para los menguados ingresos del hogar. Las tareas que realizaba Micaela en el quiosco que habían instalado en la pieza del frente se veían siempre interrumpidas por visitas al hospital para una nueva consulta o a la farmacia para una nueva compra de medicamentos. El hombre comía poco y mal. Encontraba desabrida la comida, sin gusto decía el viejo.Entonces gritaba tan fuerte que todos los vecinos se enteraban de que era lo que en casa de los Márquez se había servido ese día. Los gritos hacían también que los perros corrieran temerosos en busca de refugio debajo de la cama. En algunas ocasiones el plato iba a estrellarse en el fregadero. Los pedazos de porcelana quedaban un rato esparcidos por la humilde cocina y los restos de comida por cualquier parte. Caravana, la gata y Tricolor, el perro predilecto, limpiaban luego a conciencia los restos de este incidente. Mucho más tarde, cuando a Micaela se le calmaba el llanto, lavaba reiteradamente su cara mofletuda y enrojecida, se peinaba un poco el pelo que en estas ocasiones siempre resultaba vigorosamente rebelde, concurría con un balde de agua jabonosa a limpiar el resto.
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