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Abadía

Iglesia de San Pedro, Cölln Alemania, 4 de octubre de 1233

Por los viejos pasillos…

– ¡Vamos, se fue por aquí! – Exclamó una fría voz.

-General Franz, aquí no hay salida. – Dijo el soldado de forma vehemente

– ¡A un lado Arschlöcher! – gritó el general Franz mientras se hacía a un lado el pesado y deteriorado librero, dejando paso a una diminuta entrada con puerta de madera desgastada y corroída durante siglos por las termitas, con una manija en forma de argolla, oxidada por la humedad y a punto de desprenderse.

<<El lugar tiene aires de derrumbarse en cualquier momento>> Pensó el general.

– ¡Se ha ido por ahí! – Exclamó la exhausta voz de uno de los militares.

– ¡Qué esperan, síganlo!, ¡Unbrauchbar[i]! – gritó a sus hombres.

Ninguno de sus hombres bajó, no por el peligro de que se derrumbe en cualquier momento el techo sobre ellos, sino porque el lugar emitía un fétido olor a descomposición y por más que acercaban las antorchas, no lograban ver fondo alguno.

– ¡Son una bola de Schwule[ii]! – Les gritó a los tres hombres que tenía junto a él.

Acto seguido con la rapidez que lo llevó al puesto de general, sacó un pequeño puñal que tenía enfundado en un su cinturón, con un movimiento ágil, cercenó la garganta del caudillo más cercano sin que éste se percatase si quiera del movimiento del general, dejándolo agonizar y desangrarse mientras se dirigía a los otros dos soldados que veían atónitos la escena frente a ellos.

– ¿Algún otro que se niegue a seguir mis órdenes? – Exclamó furioso el general.

Sin perder tiempo, los dos soldados tomaron la gastada escalera con escalones a punto de romperse por el paso de los años y la humedad del lugar, la soga deshilada por el tiempo y a nada de ceder con el peso del militante. La tiraron al vacío. Al no escuchar la escalera haber tocado fondo, se arriesgaron a bajar.

El sargento Franz, con su mirada de demencia sólo pensaba en el Sacerdote que, negligente ante la cordial orden del sargento Franz, se negó a entregarle el cofre con los pergaminos negando la existencia de ellos. Sólo pensar en eso hacía que el sargento ardiera de cólera, queriendo aferrar sus manos al cuello del clérigo y ver cómo se apaga su mirada dando su última bocanada de aire rogando por su vida.

Varios metros debajo del lugar donde se encontraba el sargento, en los íntimos pasadizos de la abadía, corría sin parar el Sacerdote Anton con el pesado cofre en sus brazos, a pesar de su avanzada edad se mantenía en forma para correr con tal peso.

<<Vaya que, si no muero en brazos del sargento Franz, moriré de un paro cardíaco>> Pensó de forma irónica el sacerdote.

Corriendo, se arrojaba por los obscuros pasillos, atravesando los antiguos y abandonados salones, con paredes a punto de ceder por el peso de la abadía, los pilares habían dejado de ser los grandes y fuertes soportes que fueron alguna vez.

<<La orden ha descuidado un poco los sagrados salones, aunque si todo marcha como ahora, no quedará mucho que arreglar>>. Se dijo a sí mismo mientras intentaba recordar la salida secreta que llevaba a aquel recóndito lugar.

<<Ni siquiera siendo el joven que solía ser la vez que decidí unirme al monasterio, logré memorizar éste segundo convento bajo tierra, ¡Scheiße[iii]!>>  Caviló.

Escuchó un fuerte estruendo a lo lejos, como si un saco de tierra cayera haciendo un ruido sordo al caer sobre el suelo.

<< ¡Han entrado!, ¡Dämonen[iv]!, ¡Han entrado!>> Se dijo a sí mismo.

…Justo en la entrada de la trampilla, el general Franz lanzaba maldiciones

<< Ese maldito Sacerdote le ha hecho algo a la soga de la escalera, piensa en todo aquel imbécil>> Pensó el general.

Al asomarse para ver dentro de la de la diminuta entrada en el suelo, logró observar un pequeño resplandor de luz proveniente de la antorcha que tenía el soldado que calló de forma estrepitosa al fondo del oscuro lugar.

<<Sí que es una gran altura, esa caída seguro debió matarlo>> se dijo a sí mismo.

– ¡Hey tú!, rápido, consigue una cuerda lo suficientemente extensa y resistente para bajar, ¡Aquel infeliz de seguro ya ha de haber escapado! – Gritó Franz a su segundo al mando.

Sin pensarlo dos veces el soldado salió corriendo en busca de una soga, no tardó mucho en volver

– ¿Qué esperas?, ¡Baja! – le gritó exasperado el general.

–En seguida señor – Contestó el soldado.

El joven soldado se dispuso a bajar lentamente por la soga, al llegar al fondo tomó la antorcha de su compañero, lo primero que vio al tomarla, fue el oscuro y largo pasillo con un aire frío y húmedo, con las paredes a punto de sucumbir ante ellos. Enseguida bajó el sargento.

– ¿Pero qué demonios…? – El joven soldado observó a su compañero caído, pensando en la indiferencia de su superior hacia y observó el lugar de forma desagradable.

– ¡Es una maldita cripta! – Gritó el caudillo.

–Bien, pues si no quieres ser un adorno más, andando– Exclamó de forma indistinta el general Franz.

Dicho una vez esto se echaron a correr hacia el infinito camino con una inmensa cantidad de cadáveres, unos aún en estado de putrefacción avanzada, otros en huesos desquebrajados, y otros en sarcófagos, pero nada se interpondría entre el general y aquel cofre.

Un par de pasillo más delante, el Sacerdote empujaba con todas sus fuerzas un fragmento enorme de loza que cubría la única salida del lugar

<<Recuerdo que este trabajo era más fácil cuando lo hacíamos entre unos cuantos más hace unos años>> Pensó Anton, mientras intentaba mover el enorme pedazo de roca.

Entre gemidos y esfuerzos sobrehumanos, logró abrir una pequeña abertura donde sólo cabía una persona

<< Bien, creo que será suficiente >> Se dijo a sí mismo.

Agotado por el gran esfuerzo y debilitado ante el pesado bloque, optó por guardar las pocas fuerzas que le quedaban, dejó de empujar y decidió entrar en la abertura que había hecho. Metió el cofre primero y enseguida él, esforzándose debido a la estrecha abertura

<< Seguro que el Obispo Jörn no cabría por aquí >> Ironizó.

En seguida logró percibir el aire fresco y el agradable olor a Ulmus[v] que había sentido sus largos años en la abadía, se tomó unos segundos de respiro y se dispuso a correr entre los grandes y viejos árboles, perdiéndose entre la penumbra del oscuro bosque.

A unos metros de llegar a el gran bloque de roca abierto, uno de los jóvenes soldados tras el general Franz, corrían cuanto sus piernas lo permitían. Al llegar al lugar de la abertura, el soldado se arrodilló cansado, inhalando y exhalando aire. El general Franz muerto de rabia y furor, exclamaba maldiciones, golpeando la pared perdido en su cólera, abriéndose una herida que enseguida comenzó a sangrar. El soldado, asustado ante la escena del general le preguntó.

–¿Se encuentra bien, señor? – Preguntó tímidamente.

El general ni se inmutó a responder, parecía incluso que se encontraba solo, sumido en sus pensamientos, la mirada vacía y su semblante inexpresivo. Con tres palabras resonando en su cabeza.

<<Todo está perdido>>.

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[i]Unbrauchbar- Inservible. Traducción de alemán a español.

[ii] Schwule- Maricas.

[iii] Scheiße-Mierda.

[iv] Dämone-Demonios.

[v] Ulmus-Árbol común en Berlín.

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