Archivo de la etiqueta: Amor

La Bella Y La Pandemia (Dias 11,12 Y 13)

-Día 11-  

A pesar del festín de anoche hoy aun me siento un poco triste y confundida. Así que salgo a caminar un rato en medio del horario de trabajo, realmente lo necesito. No sé muy bien a donde ir entonces sigo el camino que se ve más transitado, camino a paso lento al lado de grandes campos verdes vacíos salvo por algunos árboles. El contraste del verde con el azul intenso del cielo es un regalo para la vista, pienso con agradecimiento que tengo mucha suerte de no estar en la ciudad, sigo caminando y me concentro en los sonidos a mi alrededor. Me doy cuenta por primera vez de la impresionante cantidad de pájaros que hay, tan solo poniendo un poco más de atención puedo percibir todo un concierto de sonidos. Estoy maravillada pero esa sensación dura muy poco pues mi mente traicionera empieza a irse a otros lugares, no muy agradables, donde me pregunto o analizo sin parar cosas sin sentido.

Me pongo los audífonos para dejar de escuchar el concierto siniestro de la mente y me pongo a escuchar a Diana Uribe, quien ha sido una de mis compañeras invisibles más queridas desde que llegue a Francia, miro la lista de episodios de su podcast y encuentro uno nuevo que se llama «la literatura en tiempos de pandemia», lo empiezo a  escuchar y por algunas razón al oír a Diana hablar de lo que estamos viviendo en este momento hace que todo se vuelva  más real que nunca, con ese pensamiento siento que se me pone de a pocos la piel de gallina, pero a pesar de eso me siento tranquila, la vista de las montañas a lo lejos y la voz de Diana hacen que por fin acepte la realidad en la que estoy con algo de serenidad.  

El camino me lleva a una callecita asfaltada rodeada por varias casas, algunas de ellas son impresionantes, — definitivamente estoy en la parte rica del mundo —, me digo mientras las observo. Cuando mi atención vuelve al podcast Diana está hablando del libro «La peste» de Albert Camus:  

«Desde siempre las pandemias han planteado dilemas de la existencia por la consciencia de fragilidad. Frente a las pandemias muchas cosas que parecían importantísimas dejan de serlo, muchas cosas que parecían eternas dejan de serlo… Hay una relativización tan grande de todo lo que dábamos por seguro y una inseguridad de todo lo que dábamos por cierto y una sensación de que todos aquellos que se han sentido invulnerables, más allá de todo, por sus logros, por sus éxitos o por sus fantasías se empiezan a ver también ante lo relativo de que cualquier cosa es posible. Lo primero que se rompe es una cotidianidad y cada día es totalmente diferente e inimaginable y esto nos lo cuenta Camus en la peste.»

Paro el reproductor para poder asimilar cada palabra dicha y para cuando inicio de nuevo la reproducción ya he llegado al final del camino de asfalto. Miro hacia atrás pensando que tal vez deba regresar, pero al volver la vista hacia delante, noto un pequeño camino que se abre entre los árboles a mi derecha, dejo que mis pies me lleven hacia él, y sin saberlo aún, entro al lugar donde más tarde intentaría desvelar varios dilemas relacionados a mi propia y particular existencia: 

 El bosque.   

*Pueden escuchar el episodio mencionado en esta historia y otros episodios del maravilloso podcast de historia de Diana Uribe en Spotify o ingresando a www.dianauribe.fm 

-Día 12-  

En la mañana hacemos inventario de lo que nos queda de comida, contando naranjas, me da sed y decido comerme una mientras que termino el trabajo, escojo una pequeña que parece caída de uno de los árboles cercanos y no del super, la corto y veo que en su carne amarilla hay unas manchas rojas de una consistencia rara, como de sangre. Miro a Estella espantada en busca de respuestas, ella se ríe y me dice que es una orange sanguine (1) que la pruebe sin miedo que son bastante ricas. Yo la pruebo tratando de evitar pensar en esas manchas rojas, la saboreo y no le encuentro ninguna diferencia de gusto con una naranja «normal», decido que eso es algo bueno y me la termino de comer.  

Estella y yo vamos a hacer las compras. Ya en el supermercado me conmuevo al ver que la gente se evita, pero igual se sonríe. Vamos a la sección de carnes con nuestra pequeña lista y el carnicero de turno nos saluda con un casi eufórico, — Bonjour, Bonjour Mesdames! Quest-ce que vous allez prendre?- (2) Yo dejo que Estella hable y me quedo en silencio fascinada con el cuadro que estoy viendo, el carnicero parece sacado de un cuento infantil, un cuento infantil francés claro, su cara muy blanca que resalta con sus mejillas rojizas, su boina negra de lado, su delantal blanco un poco ajustado y sus ademanes alegres y energéticos le dan un aire de adorable regordete. Unos cuantos cortes y ¡voilà! Nos despedimos del carnicero y él nos desea un bonne journée (3) bien cantadito que se queda un rato en mi cabeza. 

De vuelta a casa, en el carro, pasamos frente a algunas casas, varias personas están en sus jardines aprovechando el buen clima. Miro a la gente desde la ventana y esta me devuelve la mirada algunos segundos y luego vuelve a su comida, conversación, o lectura. De la nada siento una oleada de compasión y amor. Miro a Estella que conduce y le doy mi mejor sonrisa de agradecimiento por estar conmigo en estos momentos de incertidumbre. Ella me sonríe de vuelta.  

(1) orange sanguine: Naranja sanguínea también conocida como naranja roja. (2) ¡Buenos días mis señoras! ¿qué van a pedir? (3) Pasen un buen día,(traducción no literal del francés) 

-Día 13-  

Después del almuerzo me quedo con Line y Rebecca en la cocina hablando, en algún punto de la conversación ellas me preguntan por mi vida amorosa desde que llegue a Francia y yo les hago un resumen de mis aventuras y desventuras. Ellas parecen estar divertidas con mis historias y la verdad es que yo también la estoy pasando bien contándoselas, pero después de algunas anécdotas decido desviar el foco de atención hacia ellas haciéndoles la pregunta fatídica por excelencia: 

—¿Cómo se conocieron?—. 

 Ellas se miran entre ellas con curiosidad un momento y Rebecca rompe el silencio diciéndole a Line que la deja a ella responder. Line me cuenta que se conocieron en un club de futbol femenino en Londres y que durante un tiempo ella sintió que tenía una conexión con Rebecca, pero creía que nunca iba a pasar nada porque Rebecca tenía una relación seria en ese momento con una chica chilena. Después de darme algo más de contexto ambas contaron los detalles de la noche en la que las dos se empezaron a ver «de otra forma», hablaban con algo de timidez sobre ese momento, sobre todo Line. Yo, enternecida con su historia les pido que me cuenten más, pero para cuando el tema del cambio repentino de pareja de Rebecca sale a la luz , ella solo dice que fue una situación muy complicada y sin más detalles cambia de tema.  

El día está muy gris, pero Rebecca tiene ganas de salir a caminar, Line y yo decidimos venir con ella, Line me ofrece una chaqueta de invierno que pertenece a su madre, yo al principio rechazo su oferta, pero al final la acepto. Salimos y empieza a llover un poco, el día está realmente frio y me alegro de que Line me hubiese ofrecido esa chaqueta, caminamos rápido para evitar congelarnos y cuando llegamos a la calle de asfalto Rebecca y Line empiezan a correr y a saltar como niñas pequeñas, yo no tengo la energía para hacer lo mismo, pero me muero de la risa viéndolas saltar de aquí para allá y jugar a empujarse la una a la otra. 

Al llegar a la entrada del bosque decidimos volver porque el día está demasiado frio como para disfrutar de la caminata, tomamos un camino desconocido para mí, pasamos en medio de un inmenso campo verde donde hay varios árboles de hermosas flores blancas, Line y Rebecca corren un poco delante de mí, y justo cuando el terreno empieza a descender yo empiezo a correr con ellas, las tres damos grititos de alegría mientras saltamos bajando por el valle a toda velocidad.

A unos metros, tenemos que parar en seco al toparnos con una cerca que nos separa de un gran grupo de árboles, Line pasa la cerca con decisión y nosotras la seguimos, caminamos un rato entre los arbustos, el aire es espeso pero me dejo seducir por el olor a tierra mojada que lo impregna todo, de repente, los árboles se abren paso y veo la casa a lo lejos, desde esa nueva perspectiva parecía que fuera otra casa, pero no, era es la misma casa en la que me había sentido privada de mi libertad y un poco deprimida desde hace ya más de una semana. Tal vez era hora, precisamente, de intentar ver este lugar desde otra perspectiva. 

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.


Si te gustó, ¡compártelo!

Historia De Amor En Los 60

Era 1965.

Paula tenía 15 años. Sus ojos eran verdes y su pelo castaño claro. Ante los ojos de Manuel era la más bella niña. Ellos siempre iban de la mano, pero nunca solos porque aquellos tiempos no eran los de hoy.

En el grupo iba Miguel, que estaba enamorado de  Paula, pero era evidente su fracaso.

No sabía si Paula y Manuel iban en serio pero lo que Miguel sentía por Paula era demasiado grande para no poder gritarlo a los cuatro vientos.

No era facil. Manuel era su mejor amigo. Se habían criado juntos y no quería hacerle daño.

No obstante cada sábado era desgarrador verlos de la mano. Verlos andar en la distancia y sentir que Paula nunca se iba a fijar en el.

Iba pensando en todo eso cuando Maria lo sobresaltó :

-¿En que piensas Miguel?

-¿Que dices?, – le preguntó asustado, sintiéndo como si Maria hubiera leido su pensamiento.

-¡Madre mía, te has puesto rojo! Quería saber si me estabas escuchando pero ya veo que no.

-Perdóname esque no me encuentro muy bien -, fue lo primero que se le ocurrió decir.

-Se te nota demasiado Miguel no disimules.

Era demasiado evidente, un secreto a voces. Pero, ¿y Paula? ¿lo sabría? ¡Que vergüenza sintió!

Aquella tarde fueron a un guateque que había montado Antonio en su casa.

Los padres de Antonio tenían un negocio de coches que iba sobre ruedas nunca mejor dicho.

La casa era grande y perfecta para la fiesta.

Eran 12 adolescentes enamorados unos de otros, cada uno con su pareja ya reservada para el momento en el que alguien cambiara el rock and roll por una balada lenta.

Empezó a sonar Nights in white satin.

Miguel maldecía esos momentos. No lo podia soportar. Los celos le quemaban. La tristeza empezó a apoderarse de el.

No quería que se le notara. No podía dejar que Paula lo supiera. A si que se puso a bailar con la única chica que siempre quedaba. María.

A Maria, Miguel le hacía tilin pero sabía de sobra que no tenía nada que hacer no obstante se aprovechaba siempre de la situación.

Transcurrieron las semanas.

Miguel no lo soportaba más así que se decidió a hablar con Manuel.

Quería saber si Manuel de verdad amaba a Paula. Si su amor por ella podía superar a lo que el sentía. Tenía que oirlo de la propia boca de su amigo y verlo en sus ojos.

-¿Tanto la quieres Miguel? Te juro que no lo sabía

– No puedo mentirte, si la quiero, la necesito a mi lado. Te aseguro que no es algo pasajero pero hay algo que quiero que me digas.

Si tú también sientes lo mismo por ella y ella por ti yo me apartare y dejaré de ir con vosotros y con la pandilla.

Manuel no era mala persona. Era sencillamente un adolescente de aquellos tiempos con las hormonas revolucionadas y Paula le parecía excesivamente guapa.

No obstante al escuchar la confesion de su amigo, vio algo en sus ojos que le hizo sentir culpable. Vio su desesperación, sintió la punzada del amor que sentía Miguel por su «novia».

Miguel le había suplicado con la mirada que le dejara expresar sus sentimientos a Paula.

Mientras Miguel hablaba se autoanalizó.

Paula le gustaba pero lo que estaba viendo en los ojos y la expresión de Miguel era algo realmente profundo y doloroso.

No podía permitir ese sufrimiento. El no estaba enamorado de esa manera. Así que aunque no pensaba cortar con Paula le dijo a Miguel que podía intentar conquistarla y entonces sería lo que ella decidiera.

Miguel sintió que quería llorar, pero se contuvo.

-Gracias Manuel, gracias de verdad…

Si te gustó, ¡compártelo!

Lo Que Vale

Me levanté con un dilema
Y aunque no me da pena
Aún no defino con certeza
La precisión de esta fecha

Lo pienso y lo pienso
Lo dudo
No estoy segura
¿Será un conjuro?

No quiero ser arrogante
Ni que sientas que no me importa
Hoy es 20 de Julio…
¿El saludo se anota?

Repaso los pormenores
Somos una suma de acciones
Sos mi mujer, mi vida
Y mi amiga constante.

¡Qué más da!
Basta de etiquetas
Lo importante es el saludo.
Es un día especial…

Y porque lo siento en el corazón
Porque no me avergüenza expresarlo
Te saludo con temperamento
¡Feliz día!
Acá te estaré esperando.


Si te gustó, ¡compártelo!

El Tiempo.

Cuento.

Escrito por Santiago Solano Montes de Oca.

“?Vamos a dejar que el tiempo pare, ver nuestros recuerdos en los mares… ?”

I

Quiero contarte una hermosa y sencilla historia, una que habla de una vida, a pesar de que siempre estuvieron dos juntas, habla de una vida de compromiso, de buenos y malos días, de enojos, de dolores, de tristezas, de recuerdos suspendidos en el aire, de promesas, de risas, de comida, de conocimiento, de amor inacabable…

Me siento exhausto, pero donde yo me encuentro es más que cómodo, es cálido, reconfortante, hermoso, es vivir bien, es el mar, empecemos pues porque el tiempo corre, porque el día se vuelve tarde hermosa en todos sus degradados colores; de azul a anaranjado, de amarillo a violeta, ansioso a lo lejos el anochecer espera su entrada, junto con sus hermanas las estrellas, el cambio de turno del padre Sol intenso, a la madre Luna delicada.

Todo empieza así…

II

Una mañana del verano Guerrerense, desperté como cualquier otra, observé el lado vacío de la cama como siempre, deslice mi mano sobre la silueta ya casi borrada en aquel lado izquierdo de la cama como siempre, vino a mí el dolor y soledad de siempre, agarro ese dolor y soledad y lo mando a tomar por culo porque tengo que continuar, eso a ella le hubiera gustado demasiado.

¿Qué le puede ofrecer la vida a un señor como yo, que ha perdido el poder de saber la hora que es?, mi soledad al igual que mi amor es y será egoísta, solo para ella.

Caminé a la regadera, abrí la llave esperando a que saliera el agua caliente, caía haciéndose de un sonido reconfortante, me acuerda a esos fantasmas que llego a escuchar, que vagan por mi cabeza, en mi trabajo, en mis pensamientos.

Me vi en el espejo, me acerqué lo bastante abriendo bien los ojos de par a par, y me sentí de pronto abatido por lo tan rápido del paso de los años que me han marcado, han quedado marcados en cicatrices, en pliegues de piel, en arrugas, en manchas, en el paso del condenado tiempo, me venía zarandeando para dejarme como hoy yo estoy, han pasado 3 años me dije, y no lo has superado me reproché.

Me bañe, me cambie y me dispuse ese día a ir a pie al trabajo, pasar a mi fonda favorita para comer más tarde quizás, pensé , nunca desayunaba no me gustaba, desperdicia uno mucho el tiempo, que puede uno usa para huevonear 5 o 10 minutos más en la cama con ella claro está, “café con pan”, ella de vez en cuando me preparaba y cuando dejaba que el café se enfriara y el pan se volviera tieso, ella me lo reprochaba, se me hizo una mueca picara en la boca por recordar su rostro enfadado.

Rara era la vez que me sentía con tantas ganas de ir pensando caminando, ese día venia ya predispuesto a acordarme mucho de ella solo que nadie lo sabia porque todo estaba aquí, en mi cabeza, en mi corazón roto en mantenimiento también.

Pies siguiendo un patrón, los brazos deslizándose en los costados, los jeans cafés planchados a como la luz de la noche pasada lo permitía, la guayabera azul cielo esa sí impecable, mis lentes con unas pocas manchas dactilares al momento de tomarlos del buro, los zapatos cafés boleados y bien cuidados, animo impaciente a tener tiempo para leer un rato en aquel lugar, en nuestro lugar.

El trabajo de un escritor es “sencillo”, muchos de mis amigos me lo mencionan por no decir alardeaban repetidamente, en mí nada más se me creaba un sentimiento de piedad hacia ellos, por no poder entender lo difícil del trabajo mismo, de lo difícil que resulta encontrar las palabras perfectas y adecuadas, de conjugar los verbos bien, de la sintaxis impecable y fina, de tener coherencia correcta, de que sea agradable para las personas, que sea agradable para ti, y ¡Ay de mí, con mi ortografía!, eso era lo difícil de mi profesión, pero es cosa tan sagrada que por esos errores de muy mal gusto, que no encontraba mas sin embargo hacia aparecer en mis textos, yo la pude encontrar a ella, para ayudarme con esto y otras tantas hermosas cosas. ¿Quieres saber en qué me ayudaba siempre?

El tiempo, ¡Sí! Era en eso en lo que más me ayudaba, en marcar el tiempo, ella tenía en su mano izquierda, en su lado favorito, en su blanca y delicada piel, un reloj de mano de oro magnifico, que reflejaba su hermosura por sus extensiones, donde el armis es fijo como sus enojos, la caja vigorosa para soportar cualquier malestar, y las manecillas siempre precisas como para todo para cuanto ella hacía, margen de error, ¡Cuál!

¿Qué hora es? Siempre son mis palabras por repetir con ella, nunca fue normal decirle “te amo”, “te quiero”, “te necesito”, no, era ¿Qué hora es?

Nunca me puso un pero, como con otras cosas, o mostró disgusto como con otras, siempre llevaba su mano a su bonito rostro, para poder acercar y precisar el posicionamiento de las manecillas, siempre cambiantes, ella siempre persistente me decía, “es la hora de amarme”, ya entenderás porque siempre son mis palabras por repetir.

Pero había un minúsculo problema casi imperceptible, cada que le preguntaba, solo yo veía como dentro de su ser, visto con mis “mágicos” ojos, observaba como poco a poco se le escapaba su tiempo.

¡Claro que quería amarla y como no iba a ser así con tremenda precisión de tiempo!

La quería reharto a esa condenada mujer, por su tiempo que convertía en: sus ocurrencias, sus expresiones, los momentos tan divertidos que pasábamos en la playa, los paseos interminables agarrados de la mano, donde descalzos nos dejábamos tocar por el agua del mar, donde dejamos que los pedazos de troncos nos picaran los pies haciéndonos caer pero de risa, donde dejábamos que la arena húmeda se metiera en nuestros deditos gorditos descalzos, donde dejamos que el Sol ardiente tostara nuestras pieles, donde dejábamos que la Luna fuera la testigo de cuanto nos amábamos, donde dejábamos que las rocas marinas se pigmentaran con nuestros secretos, donde dejamos que la noche nos ocultara de nuestras picardías, donde dejamos que el sonido del mar nos amodorrase descansado tu cabeza sobre mi hombro, donde dejábamos que las lágrimas llenaran más el mar, además para bañarnos de grandes esperanzas y sueños, despojándonos de los estúpidos problemas, de un estúpido mundo exterior donde no participábamos ni ella ni yo, solo en el nuestro, para empezar de nuevo cuantas veces hagan falta.

Construimos a base de esfuerzo y cansancio, de derrota y levantamiento, de tristeza y alegrías, de tener poco a tener mucho hasta para compartir, pero nuestro amor era egoísta, era solo de nosotros dos, y que me alegro tan tremendamente de que siempre fuese así, donde los frutos de nuestro amor eran para la saciedad amorosa de ella y de mí. Hasta que…

III

Saliendo de mi pequeña oficina en el centro del pueblito, que bonito y tranquilo que es, la gente de aquí es dueña primordial de los valores, todos se saludan, se despiden, se dan las gracias, piden las cosas por favor, y te tratan como aquel extranjero que después de tanto tiempo de partir, regresa a casa anhelando la calidez hogareña, calidez que se llega sentir como en propia casa de cualquier gente de aquí, aquí en este pueblito tan bonito y tranquilo.

Ya era tarde y no tardaba mucho en anochecer, aunque ya no la tengo a ella para saber la hora, se aproximar, no soy preciso como ella, siempre lo intente.

Cerrando la oficina, en el kiosco alaridos se escuchaban por montón, niñas y niños corriendo, jugando, gritando, cantando, haciendo berrinches, a algún que otro niño valiente de la vida regalando una flor a otra flor, vendedores de juguetes, paletas, nieves, chucherías, donde los niños iban a gustosos a gastar su “domingo” de 10 pesito o más, disponiéndose a disfrutar de los manjares infantiles acompañado de amigos, parejas de adolescente ocupando las bancas, refugiados de los escarchados rayos del Sol, se disponían a besarse, a prometerse, a amarse al modo de cómo se empieza, otros tantos sólos contemplando a los demás esperando olvidar todos sus agravios, esperando el mejor tiempo para continuar, para saber qué hora era.

Y después estaba yo que, pensativo, observaba y recordaba animosamente, con sentimiento infantil, que yo fui una vez ese niño que jugaba con amigos en las tardes hermosas de verano después de las jornadas de estudio cantando, leyendo, jugando, soñando, imaginando, donde el calor le hacía bien al cuerpo dándole vigor haciendo sentirse uno vivo, donde después de tanto jugar, a ir con el heladero para comprar una nieve de limón deliciosa y dulce, renovadora de energías.

Así mis años siguieron, y llegue a ser un adolescente para ocupar una banca junto con la que sería el amor de mi vida, mi vida entera simplemente, para refugiarnos de Sol, para que la sombra ocultara nuestro miedo y pena infantil a estas cosas, donde descubrí mi primer beso verdadero, donde paseábamos, donde te escribía cartas de enamorado, donde pensaba “A ver si algún día mis dedos tocan los tuyos… Quiero verte… Creemos ese mundo interior para nosotros, nosotros, tú y yo y nadie más, nosotros”. Pero no sé qué hora es…

IV

Leyendo y escribiéndote, logré enamorarte ¡Ay dichoso de mi por haberte encontrado! Seguimos juntos mucho tiempo, segundos millones, minutos millones, horas millones, días millones, semanas millones, meses millones, años eternos.

En una de esas hermosas tardes en que abandonábamos el estúpido mundo exterior, realizábamos el ya codiciado y planeado plan para poder adentrarnos a ese mundo interior, nuestro mundo interior, acabadas sus cosas por hacer, acabadas mis cosas por hacer, siempre responsables con los demás y entregados completamente sin papel a nuestro amor, nos reuníamos en el recorrido de amor, nos encontrábamos empezadas las tardes en el kiosco, para rememorar viejos tiempos, para comer en alguna fonda, esa de Doña Chepa, que siempre decía que hacíamos hermosa pareja, para comer un helado con el Sr. Jaime donde nos daba pilón por lo guapa que era ella, para ver a los niños tropezar y levantarse con decisión a seguir jugando, qué hubieran sido de nuestros muchos hijos botijones, platicar y burlarnos de vez en cuando, de que ella se enojara conmigo, de que me disculpara para contigo, e ir a la playa a nuestra banquita favorita para leerte un libro, o cuando mi imaginación me lo permitía un cuento mío, o una poesía a casi terminar, pero ¡Ay de mi cuando había una falta de ortografía!, te gustaba todo lo que yo escribía, quizás sea porque todo hablaba acerca de ella, acerca de nosotros…

“El mar tranquilo, mueve sus olas pasivo.

Pregunto entonces qué hora es, para responderme

El atardecer hermoso, todo lo vuelve tranquilo

Es la hora tan esperada de amarme”.

Longevo rato lo pasábamos, en esa banquita, a veces hasta frazada llevábamos por lo tarde que regresábamos a casa, el mar tan concordante sonaba, ella escuchándome atenta y yo viéndole a los ojos que se deslumbraban como el Sol mismo, qué más yo puedo pedirle a la vida si ya le tenía, estabas con tu cabeza cálida sobre mi hombro, ese día como todos los anteriores y como hubieran sido los posteriores, deseoso de saber qué hora era, me dispuse a preguntarte “¿Qué hora es?

Pero no hubo respuesta, y mis ojos vieron con tormentoso dolor que su tiempo le había ya dejado, su vida le ha dejado, y ella a mí también me ha abandonado.

Ya no sabría nunca más que hora es…

V

3 años de no saber jamás la hora que era, dolor profundo junto con soledad como mi nueva compañera, tan callada y tan inútil, amor mío te doy todo mi tiempo con tal de que regreses, eclipse total de mi mente, le enterraron en tu lugar favorito de la playa pero me es imposible ver su lápida, por eso desde hace 3 años que calculando inciertamente la hora, vengo todas las tardes a la banquita, a nuestra banquita a leer, a leerle al viento que me responde con escalofríos, a escribir, a escribirle al mar que me contesta en olas, a componer, a componerle poesía a mi vida que me replica con lagunas mentales, con recuerdos que no se pueden hacer realidad, con dolor que se siente, con añoranza que crece y crece y algún día habrá de explotar.

Pero hoy que yo estoy aquí escribiendo esto es porque en la banquita encontré su reloj, lo tomo con mucha añoranza y cuidado, se forma en mi garganta un nudo, a arder mi corazón empieza, y las lágrimas empiezan a brotar, lo tomo y me lo llevo al corazón roto y el sonido del mar, de las aves, del viento, de las olas se sincronizan con mi corazón, tomo mi tiempo para disfrutar tal magia que solo tú sabes hacer, me siento a leerte, a escribirte en la libreta enorme de mi cabeza, te recito un poema, que siento lo has escuchado por el calor infundido dentro de mí, ya es tarde.

Me siento exhausto, pero donde yo me encuentro es más que paz, es cálido, reconfortante, hermoso, es vivir bien, es el mar y sus tranquilizadoras olas, el tiempo corre medido por las manecillas de tu reloj, tarde hermosa en todos sus degradados colores; de azul a anaranjado, de amarillo a violeta, se vuelve noche.

El viento, el mar y la vida finalmente terminaron su mutismo y me preguntan ¿Qué hora es?

Y cansado, entrecerrando los ojos, te siento a mi lado, dejo reposar mi cálida cabeza sobre tu pecho, y a modo de tartamudeo dificultado por el cansancio, te pregunto

¿Qué hora es? Me respondes que “es la hora de amarme”.

Le respondo con mi último halito de vida, al viento que es la hora de amarla y que ya voy con ella, el viento entendió y me dejo siguiendo su paso, el mar entendió y siguió meciendo sus olas, mi vida entendió y me dejaron ir a donde estabas tú.

Si te gustó, ¡compártelo!

Enamorada

Hoy me levanté enamorada,
Plena, feliz.
Siento la dicha de haberte encontrado.

A los tumbos hemos andado,
Mucho ruido hemos escuchado,
Pero seguimos juntas,
No nos han derrotado.

La gente habla sin saber,
Solo vos y yo sabemos nuestra historia
No me importa lo que digan
Vos sos mi victoria.

Estamos en un nuevo camino
Nuevos horizontes se están abriendo
A veces las nubes lo tapan todo.
A veces solo le creo al viento.

Te amo y no son solo palabras.
Te lo demuestro con pequeños gestos.
Sé que me amas, eso no lo dudo
Eso lo siento.

Hoy me levanté enamorada
El Sol se posó en mi piel.
Se abren nuevos horizontes
Volvamos a creer.

Si te gustó, ¡compártelo!