Esperando La Mazamorra

 Carmelo, Angelito y Brígido sintieron a la madre que candil en mano los llamaba con voz destemplada. Con un camisón blanco hasta el suelo y una redesilla en la cabeza se parecía a un fantasma.

¡ Arriba, arriba, dormilones! . ¡ Hay que levantarse de una vez!. Siempre pasa lo mismo, tengo que llamarlos dos o tres veces y ustedes como si nada, como oír llover. Claro, y dispués, cuando venga el Atilio y vea que entuavía no está la tierra pa la siembra la que recoge los gritos desaforaus,soy yo, claro….. El trigo no lo cosechan los haraganes carajo!.  A ver tú, Carmelo, que eres el más grande si apuras a tus hermanos. Yo ya les aticé la cocina y les arrimé unos palos para que se calienten un buen jarro de leche.
Carmelo, Angelito y Brígido se revuelven entre las traperas, se refriegan los ojos con manos perezosas y se arman de coraje para iniciar otra jornada. Tienen dieciocho, quince y catorce años , son unos gurises apenas. Están a fines de junio, de un junio que ha venido muy frío. Los campos parecen nevados y en las charcas blanquea la helada.

A la dudosa luz que da el candil de grasa buscan la ropa , unas bombachas con varios remiendos y costurones, buzos de lana gruesa y unos sacos que fueron quien sabe de quien.

– Mira Carmelo, no me vengas con esas bobadas!. Tú siempre dando intruciones, muy sabiondo y al final, al final, no sabes nada. Hay  que ponerse los tamangos, como dijo el tata y se acabó!.

-¡Siguro!, es como dice Angelito, ¡qué joder!. Los zuecos…  claro muy fino, el señor!.¡Que no quiere pasar frio!…¡Claro!. Y dispués andamos como momias entre los terrones, acá me caigo y allá me levanto.

Es el diálogo mañanero, cuando todavía falta un buen rato para que se sientan los silbatos del tren de las cuatro… El tema en discusión era importante para los jóvenes. Calzarse zuecos significaba abrigo , protección contra las crueles condiciones del campo, pero… Los zuecos que introdujeron los inmigrantes españoles en estas tierras tenían por suela un grueso trozo de madera liviana sobre la que se claveteaba una buena capellada de cuero. Eran muy abrigados pero  imposibilitaba flexionar los pies y era muy difícil el andar en terreno desparejo. Los tamangos, que tenían mucho de primitivo estaban constituidos con una sola pieza de cuero con algunos dobleces y atadas con tientos…

_  Qué lo peló que hace frío!. Hace días que le vengo pidiendo a la Petronita que me teja unas calcetas…pero diande, si vive pensando en el Pascual, jugando con la guacha y cualquier bobada…

– Che, en el cajón de abajo, ay disgraciau!. Si no juera por mi que sería diustedes.¿Viste?. Me guardé ese pancito y listo… La mañana se hace larga.

Van a la chacra cuando el día apenas clarea. Los árboles que bordean el arroyo marcan una línea oscura detrás allá donde empieza a divisarse el sol. Van azusando a los bueyes con desgano y tiritando de frío. Junio se ha venido con todo. Algunos teros realizan vuelos razantes. Las gallinetas gritan con alboroto.

_ ¡Qué lo peló, qué fríohace!

Las manos están enrojecidas y en las orejas de Angelito pican los sabañones. Un tenue vapor va extendiédose en los surcos recién abiertos. Un fuerte olor a tierra arada se expande…pero que los muchachos no perciben… Las gaviotas revolotean sin descanso detrás de las lombrices que quedan al descubierto.

_¡Qué lo peló, qué frío hace!.

Y temblando, dando diente con diente,   aprovechan, de pronto el manantial fétido y tibio del orín de uno de los bueyes, para calentarse las manos… Ha sido dura la vida del campo para ellos.

_Che, Carmelo, ¿cuánto faltará pa que venga la Negra?. Hoy si que tengo ganas de  darle al diente…¿No cambiará hoy la comida, che?

– Pa mi que falta entuavía como una picana. Justito hoy, con el frío que hace el sol marcha más que dispacio…

La Negra es una de las hermanas que, con Petronita,  colabora con la madre en las tareas de cocina y tiene que llevar a diario una olla al campo y «tres jarros pa que  coman los muchachos». El día anterior, en un viejo mortero de madera dura, estuvieron dale que dale con la Morocha.

-¡A todos les gusta que les quiebren bien el mais, como si uno no tuiviera mas nada que hacer!. Siguro, fácil pa eyos que se sientan a comer cuando todo está pronto… Y protestan también cuando no les queda bien limpita…¡Siguro, no se vayan a atorar los siñores!. ¡Ni que jueran pichoncitos!. Pa mejor, hace días que no sopla el viento, ¿qué quieren» ¿ Qué le de aire con un abanico?.

La mazamorra de hoy la hizo la Negra como siempre mientras Petronita ordeñaba las lecheras. En la olla grande, un poco de agua, casi por la mitad. Un puñado no muy grande de sal y grasa bastante para que quede fuerte… Cuando el maíz está cocido sale «pal campo» con tres tarros y tres cucharas grandes…. Es el almuerzo campero…

– ¡Che Carmelo, ¿cuánto faltará pa que venga la Negrita?.  Si viene con el mais  duro como el de ayer nos  vamo a tener que cuidar pa no rompernos algún diente…

 
 
 

 

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