El Compinche

teodoro

Teodoro es un nombre de origen griego y aunque no siempre el nombre caracteriza a la persona,   esta vez,  así ocurrió. Teodoronombre de origen griego, de naturaleza emotiva y protectora. Se expresa por medio de las relaciones humanas y la vida en el hogar. Ama la reciprocidad y la amistad. Le gusta ser apreciado….

Este relato tiene sus raíces en la oportunidad que me dio la vida de conocer, compartir, disfrutar,  con Teodoro.

El libro de Teodoro

En una tarde de otoño,  apacible y serena, de mucho sol, caminando lento, con mirada firme y sonrisa dibujada en un rostro sereno se acercó a mi un hombre especial, un hombre de un cuerpo pequeño para un corazón grande , Teodoro .  Se acercó a mi con un libro en la mano en señal de amor…  Dar. Muchas veces tenemos ocasión y necesidad de dar algo y no sabemos qué. Pues  este buen hombre pensó que el mejor regalo que debía hacerme,  debía ser un libro. Tenía yo entonces cinco años de edad. Un libro con figuras en colores que al mover las hojas estas se levantan y parecen cobrar vida. Un libro…» Gulliver en el país de los enanos» . Yo recuerdo bien ese libro porque tuvo significación muy especial para mi… por sus figuras en colores, por el barco encallado frente a una isla, por Gulliver tirado en la arena atado a estacas por los enanos y porque tuve que aprender a leer para conocer verdaderamente  esa historia. Hoy a más de medio siglo de aquellos hechos, cobran mucho más fuerza aún, porque quien regalaba ese  libro tampoco sabía leer… Quizás en un mensaje de un sueño que él no había podido realizar.

Guía turístico

A todos nos gusta conocer. A todos nos gusta viajar y entrar en contacto con nuevas realidades. En una gran ciudad, en una capital de estado, siempre existen cosas novedosas. Primero recorrimos  el barrio, las plazas, la cancha de bochas, las fábricas de vidrio, las curtiembres, el hipódromo, el estadio… Luego el puerto, una avenida, el  zoológico, el parque de diversiones. Cuando Teodoro entraba en contacto conmigo hacía planes de viajes, me hablaba de  lugares que yo imaginaba maravillosos. El era entonces mi maestro y mi guía.  Una visita al puerto para apreciar los grandes barcos, los guinches, los  operarios, los viajeros. Para compartir unos bizcochos o unos pastelillos. Los animales del zoológico que habían abandonado la selva, vaya a saber por qué. Los juegos maravillosos del parque de diversiones con su gusano loco, el tren fantasma, los autitos chocadores….  Yo viajé de la mano por esos lugares de ensueño sin saber entonces que quien me llevaba hacía muy poco que conocía esa realidad y que tenía que esforzarse para identificar el destino de los ómnibus para no errar el camino. Sin saber tampoco que había que contar muy bien las monedas para pagar el costo del pasaje…

Cuando las apariencias no engañan

La forma de vestir o mostrarse en público a veces nos llevan a cometer errores en la valoración  de una persona. No es este el caso. Este hombre de baja estatura, de cutis morocho y de bigote grande transmitía cosas verdaderas también a través de su apariencia.  Tuve la dicha de compartir con él más de medio siglo y  siempre lo vi bien arreglado. Nunca le aprecié mal olor ni nunca lo vi barbudo o despeinado.  Tenía siempre en su ropero cuidadosamente colgadas sus camisas y sus pantalones, sus sacos, sus camperas, sus bufandas y sus trajes. Un espacio adecuado para el calzado.  Siendo niño me llamaba la atención el tipo de perchas de las que colgaba con muchísimo cuidado sus pantalones. El esmero con que se abrochaba sus camisas. Los tiradores de la época gardeliana que usaba siempre, convencido de que eran los mejores para sostener la ropa sin sentir molestias. Resaltaban más estas características de hombre pulcro en extremo porque  dispuso para ello siempre de poquísimas comodidades y recursos sumánse a ello el trabajo duro, muy duro que realizaba a diario.

Los cuadernos sin papel

Cuando salía a hacer diligencias por ahí, concretar algunos trabajos, realizar compras, cumplir con solicitudes, siempre disponía de tiempo para el diálogo. Llamaba la atención las múltiples redes de comunicación que establecía con las personas que encontraba. Avanzaba por la calle cargando grandes bolsos y como gran observador que era no perdía detalles del tránsito, de la edificación, de las plantas y animales, de las gentes… ¡Las gentes!. Le eran indiferente el sexo,  la edad, la profesión o el estatus social. Era llamativo entonces como lograba establecer diálogos con recolectores de residuos, almaceneros, cuidacoches, escultores o diputados. Conocía sus limitaciones culturales y las compensaba con un don de gentes muy especial. Se dirigía a los posibles interlocutores con voz alta y clara interesándose por las actividades que estos desarrollaban. Muy probablemente cometiera gruesos desaciertos en sus expresiones pero aún así todo el mundo lo escuchaba con interés.   Él registraba de ese modo, en su memoria, nuevas lecciones que se transmiten en libros y cuadernos  sin papel. No era para él necesario escribir. Era necesario escuchar y recordar. Su conversación conmigo varió con los cambios que tuvieron mis intereses… Política, deportes, trabajo, economía, familia. Teodoro …. » de naturaleza emotiva se expresa por medio de las relaciones humanas…»

¡Marche un lomito a la plancha!…

Siempre que dispuso de tiempo se colocaba un delantal y a veces un gorro a la cabeza y allí estaba con las cebollas, los ajíes, los morrones, los tomates y alguna variedad de pescado. » ¡ Hoy mi compinche, nos vamos a comer un chupín que te vas a lamer los dedos!».   Otras veces le daba con fuerza a una maceta para tiernizar un trozo de pulpa afirmando a gritos…»Marcha un lomito a la plancha!….  ¡Qué aromas y qué sabores lograban sus manos!. Teodoro…. «emotivo y protector, se expresa por las relaciones humanas y la vida en el hogar»…  ¡Claro!. En su más de medio siglo de vida con una familia que atesoraba yo nunca lo oí gritar. Es posible que gritara pero no debió ser costumbre porque yo nunca lo oí. Siempre, después del almuerzo ayudaba en la cocina en la tediosa tarea del fregado. Nunca la daba por terminada  hasta que cada cosa quedaba en su lugar y el piso bien lavado… ¡Qué cosas no, siendo que deambuló en sus primeros años sobre pisos de tierra!.

Las artes manuales.

Muchas veces me sentí conmovido por sus «escondites…».  Yo  me los imaginaba como tesoros porque estaban celosamente guardados. Disponía de herramientas de alabañilería, carpintería y más. En cajones, en cajas y en cajitas. En frascos y bolsas. Todo rotulado en su memoria. Ponía en sus trabajos lo que casi todos ponen y él le agregaba :  mucho amor. Reparaba mesas, sillas, zapatos…   Quizás por estas cosas, por ese celo y ese amor se conserva hoy en pleno uso un banquito que construyó hace ya más de cuarenta años…

El amor

El amor se puede caracterizar de muchísimas maneras y hay muchas clases de amor, pero una de las maneras de caracterizarlo es que el que ama a otra persona encuentra en la felicidad del otro la propia felicidad. No todas las personas tienen esa apreciable cualidad de sentirse real y  plenamente felices cuando otros lo son. En contacto con quienes le rodeaban hacía todo lo posible para que se sintieran plenos, satisfechos. Allí estaba él de pie, dando con insistencia  el mejor de los asientos, la mejor ubicación para  los visitantes. Allí estaba su heladera o su alacena para preparar la mejor de las comidas o la mejor de las bebidas sin tener otra medida que la satisfacción de dar, de complacer. Allí estaba su ropero para abrigar a quien tuviese frío. Allí estaban sus brazos y su energía para colaborar con quien precisase ayuda… De él lecciones múltiples de humildad. Que para ser generoso no se necesita ser materialmente rico. Cada uno da lo que tiene. Teodoro  daba lo que tenía con grandes dosis de amor. La última vez que lo vi estaba padeciendo una dolorosa enfermedad terminal. Lo vi  tres meses antes de su fallecimiento. Allí estaba este hombre haciendo honor a su nombre, amante de las relaciones humanas y la vida en el hogar para ofrecerme su sillón en el cual debí sentarme… Me hizo traer una vez más comida y bebida… Me llenó de amor por su interés siempre vivo en el hacer de los demás…  Como dice Paulo Coelho, no todas las personas por el simple hecho de trabajar, de hacer la rutina diaria están vivos. Mi compinche estuvo vivo, bien vivo entre nosotros y dejó una profunda huella, una huella imborrable.

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2 comentarios sobre “El Compinche”

  1. Confirnmo que quien escribe siempre deja apreciar algo de si mismo.Observo que esta relación que supuestamente para mi fue vivida es una historia ,que deja entrever una nostalgia por alguien que ha compartido una etapa importantede tu vida.Mas importante que la de una madre….irene

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