El Día Libre

Jenny, espero a su mejor amiga, en un pequeño restaurante que se ubicaba, justo a un lado de la oficina gubernamental, en la que trabaja. Sentada, desde esa posición le era posible observar, las amplias ventanas de la oficina, y como era de esperarse, no era posible vislumbrar, ningún movimiento.

— Justo lo que uno esperaría ver, en una oficina de muertos, — se dijo, Jenny, mientras apretaba entre sus manos, el frasco purpura, que le había entregado su jefe, el día anterior.

— No hables así, recuerda que yo, también trabajo ahí, — dijo su mejor amiga, quien la había escuchado. — ¿Ya hablaste con tus padres? — Pregunto esta, al sentarse en una silla, justo frente a Jenny, mirando con disimulo el frasco de color purpura. — Ellos saben lo que te pidió el jefe.

— Dana, no puedo seguir pidiendo mas favores, — contesto Jenny, con las manos temblorosas, — mis padres ya tienen suficientes problemas económicos, como para agregarles uno mas.

— !No estarás pensando, beber esa cosa! — Exclamo Dana, fijándose en la botella purpura. — No puedes estar pensando, en volverte uno de ellos.

— Todos lo están haciendo, — reconoció Jenny, — mira a tu alrededor Dana, cuantas de estas personas, ya están muertas.

Dana se fijo en una multitud de personas, que aguardaban el cambio de luz en el semáforo, para cruzar al otro extremo de la calle. Ninguna de aquellas personas, llevaba comida o agua, y casi todos, tenían aquellos desagradables ojos lechosos, con una capa amarilla sobre la cornea. Dana, comprendió lo que su mejor amiga decía. En el grupo de personas que aguardaban el cambio de luz, la mayoría ya habían consumido el elixir. En pocas palabras, la mayoría eran muertos.

— Entiendo que no quieras beberlo, — dijo Jenny, — después de todo ¿quien quiere morir? — Pregunto Jenny, casi con un tono de voz burlón. — El elixir, es la respuesta del gobierno, a todos los males que experimenta el país.

— No hay ciudadanos enfermos, ni cansados, ni con hambre, — indico Dana, dirigiéndole una dura mirada a su amiga, — pero olvidas algo, Jenny, si no duermes no puedes soñar, si no comes, no podrás saborear, y si no te enfermas, no podrás hacerte mas fuerte.

— En las noticias dijeron, que el gobierno esta empezando a exportar el elixir a otros países, — comento Jenny, fijando su atención en las ventanas de la oficina en la que trabaja. — Muy pronto, el mundo entero, sera igual que este país.

Dana, pensó en debatir aquel comentario, pero incluso ella, ya se sentía cansada por el pensamiento negativo de su mejor amiga. Ambas chicas, permanecieron en silencio, y observando las grandes ventanas, por la cuales no se veía ningún movimiento. Jenny, se sobresalto, al notar una rápida sombra. Se levanto para observar mejor lo que sucedía. Su jefe, estaba muy cerca de la ventana, y alguien parecía estarlo empujando. — ¿y ahora que sucede? — Pregunto Dana, al notar el comportamiento de su amiga.

— Es que…– dudo Jenny, aún mirando a las ventanas. Su jefe ya no estaba. –…pensé ver algo…

El interior de la oficina se ilumino, y una ráfaga de fuego, hizo estallar el vidrio amplio que cubría las ventanas. El pánico inicio a los pocos segundos de la explosión. Jenny, no terminaba de comprender lo que sucedía, cuando una segunda explosión, resonó en el interior de aquella oficina. Las siluetas envueltas en llamas, corrían de un punto a otro. Jenny y Dana, fueron capaces de ver, los cuerpos en llamas de sus compañeros. Algunos de ellos saltaron al vació, estrellándose contra la carretera que pasaba a un lado del edificio.

— !Esta es la vida, que el gobierno quiere para su pueblo! — Se escucho una voz, procedente de las bocinas de seguridad, esparcidas a lo largo de esa concurrida avenida, y normalmente empleadas, para dictar instrucciones a la población en caso de una emergencia. — !Ciudadanos, no consuman el elixir, esa cosa, es la sangre del diablo, y mientras nosotros sigamos aquí, no cesaremos de atacar, a cualquier institución, que contrate los servicios de un cadáver! — Amenazo la voz. Jenny, retrocedió asustada, al ver a su jefe arrastrándose por la calle con las piernas destrozadas a causa del impacto, generado por la caída. — ¡Observa pueblo! — Exclamo la voz una vez más. — ! Esto es lo que el gobierno, quiere para ustedes!

Jenny, permaneció en el suelo, solo observando a las personas aterradas que iban de un punto a otro, buscando un lugar para ocultarse. Dana, estaba a su lado, intentando hacerla reaccionar, pero Jenny, solo era capaz de ver a su jefe avanzando hacia ella.

–… de donde viene el fuego…– dijo su jefe, y Jenny, se desmayo, al comprender que su jefe, no era capaz de sentir el fuego que lo envolvía.

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