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Ciudad De Cartón

La madrugada la muestra tan dueña de sí misma, libre del peatón atolondrado, los semáforos en rojos intensos es el toque de queda para el viajero del pavimento, los edificios descalzos juegan a las escondidas con las aceras, la ciudad de cartón renace con la partida del sol.

Las luces de letreros publicitarios suministran de energía a la urbe, los balcones de las casas dan la bienvenida a la luna, quien los observa con mucho agrado desde el palacio azul marino que iluminan las estrellas, sus parques están disfrutando del vaivén de los columpios, los árboles deslizan sus hojas en la resbaladeras y el césped llama a las flores para que se les unan en esta alegría.

Los viejos cimientos narran historias del pasado a los jóvenes inmuebles, mientras los puentes danzan al son de la melodía que producen los postes de luz con sus cables, con ella armonizan los dolores que el día dejó y antes de que los turnos entre los astros cambien, la ciudad de cartón habla a solas con el río, le pide proteja a sus habitantes de cartulina.

Sabe que en breve todo retornará a la normalidad de siempre; con ese ruido que no arrulla, en la que sus calles son agitadas por los pasos del insensato, el caos sofoca el tránsito con el embotellamiento de vidas, seres inmunes a los sueños, donde la magia se apaga por la codicia que maneja su entendimiento y transforma a la ciudad de cartón en la jungla de cemento.

Ciudad de cartón ciudad de carton

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Hastío

La tarea empieza en cada traste que se lava,  el jabón limpia la grasa,pero no logra despojar la suciedad del todo.

El agua hace su deceso lentamente del grifo,  la secuencia de imágenes registradas se muestran en diapositivas al  iris del ojo avisor de la jornada.

Los pisos brillan con la oscuridad permitida, la luz deja rastros vagos como filos blancos muy delgados que se pierden con el tosco decorado de estas baldosas pérdidas en la inmundicia del fastidio.

Los transeúntes acoplan de a uno sus pasos,  el control del hastío empezó a tomar lista poco a poco a  los asistentes del funeral del libre albedrío que dicen ¡presente! Al patrón de la torpeza que con su ingenua nobleza toma el control del caos que no descansa nunca, lo dispersa a lo largo de las paredes descoloridas,  enfermas de dolores ajenos contenidos en sus fisuras,  con batientes sometidos a la mudez de puertas melancólicas de aquellos días de felicidad cuando los reflejos del sol daban color a todo, donde la esperanza sobrevivía a días de lluvias y tormentas.

Su funesto entorno de verdes anémicos, residuos de una fachada que desdibuja lo que deslumbraba a quién supo de su existencia. Y es que en pasado hablan sus cuartos a este hastío que hace de su rutina un fracaso,  no como cualquiera pues hay que celebrarle su original hostigamiento, su táctica es sutil casi,  casi invisible de tacto. Las hojas forman una rústica tonada intentando alegrar tal descontento,los despojos del otoño revuelto de primavera e invierno se forman en su suelo como una alfombra, la intención es buena,  sin embargo de poco efecto.

Hastío ha hecho suyo todo cuanto ha visto, nada es normal después de él.  Los asistentes del funeral  parten más dispersos, más confundidos y es que con hastío nunca nadie puede vivir el libre albedrío.

 

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