Aquel día de verano de 1945 todo había acabado. Tan solo nos quedaba una carta. Una carta que decía:
“Escapa conmigo hacia el inmenso Universo. Los sueños nos hechizaran. Escapa conmigo y podrás volar por el inmenso mar. Escapa conmigo y todo el mundo estará a nuestros pies”.
No estabas tú. No estaba yo. No había nada excepto esta carta. Esta carta nacida de tu último aliento. Esta carta engendrada por nuestro eterno amor. Esta carta que siempre vivirá en nuestros inertes cuerpos.