No me critiques ni me etiquetes.
No me juzgues ni me humilles.
No me impongas ni me ordenes.
No me maldigas ni me pegues.
No estoy aquí para atenderte
ni para cumplir con 1001 funciones.
No soy incansable ni al dolor inmune.
Sólo soy autosuficiente.
No eres tú quien decide mi atuendo.
No eres tú quien escoge mi estilo.
No debo verme de cierto modo.
Ni deben gustarme ciertos colores.
No sexualices mi cuerpo ni mi modo de vestir.
No sexualices mi caminar ni mi forma de bailar.
No sexualices mi ternura o quizá mi madurez.
No sexualices el miedo en mis ojos ni lo frágil de mi voz.
Tampoco me mientas ni me tomes por la fuerza.
No nubles mi conciencia ni arrebates mi aliento.
No hagas de mi un objeto de tus fetiches,
ni hagas indulto de tu altanería.
No. No estoy aquí para complacerte
ni mi consentimiento es infinito.
No tengo que darte siempre un “sí”
más tómame en serio cuando te diga que “no”.
Por: Daniela Figueroa C. www.apuntaletras.com