Todas las entradas de: roxanhm

Educadora, escritora freelance y facilitadora de talleres de escritura creativa, teatro de títeres y lectura veloz.

El Batán De Mamá


Las tres juntas hacían magia. En el patio, dos de ellas chismeaban en voz baja, seguramente para pasar el tiempo. Pobres, a veces empolvadas, nunca se quejaban. Tranquilas en silencio y a la sombra de las enredaderas las dos esperaban. La más grande era rocosa, azulada y parecía una mesa. En cambio, la chica era lisa y redondeada.
La fiesta comenzaba cuando la tan esperada maga llegaba. Ella con agua y trapo relucientes las dejaba. De inmediato, ajíes amarillos sin pepas y cortados en tiras eran colocados en el batán. Mamá sentada en un banquito y con las mangas remangadas a moler se ha dicho. Muele que te muele, ¡Tangran!, ¡pungrún! , cantaban ambas piedras. Poco a poco agregaba el queso, las galletas, sal y leche. Descansando y probando la crema a la huancaína iba saliendo. Finalmente, con el cuchillo y una espátula recogía a un recipiente, lista para saborear con unas regordetas papas.
Por eso digo, que las tres hacían magia, moler era cosa de mayores. Recuerdo un día, al pedirme que moliera el rocoto, casi muelo mis pequeños dedos. Tal vez, a los nueve años, aún me faltaba la fuerza de mamá. Gracias a ellas hemos podido animar nuestras vidas con deliciosas salsas y aderezos triturados por el espíritu de los dioses y diosas.
Hasta que pasaron los años y llegó a casa la veloz y bullanguera licuadora. Desde entonces, se dejó de moler entre piedras. Sin que nos diéramos cuenta, nunca más vimos aquel batán. A dónde habrán ido a parar aquellas piedras, compañeras inseparables de otro tiempo. Ayudantes hacendosas, que saborearon primero los rocotos, ajíes, hierbas aromáticas, alegrías y penas del alma de mamá Adela.

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Abracadabra Que La Biblioteca Se Abra

Cuando la puerta se abría los niños y niñas  venían corriendo. Algunos hasta traían a sus padres. Una vez dentro, cogían al  que más le gustaba. Unos lucían esplendorosos y otros  mostraban las huellas del paso del tiempo.  Al abrirlos viajaban a lugares inimaginables, se reían, lloraban, odiaban, se espantaban y  amaban. El interior de cada uno de ellos era diferente y único a la vez.

Sucedió que,  después de un año  la persona encargada de aquel local enfermó y se suspendió la atención. En el barrio todos andaban tristes.

Hasta que un día la señora Gertrudis se animó a reabrir la biblioteca. Y pronunciando “Abracadabra que la biblioteca se abra” inicio su primer día. Ella contaba cuentos a  chicos y  grandes. Al pronunciar  palabra alguna, salía de su boca una mariposa dorada  e iba a parar al  pecho de aquel que la escuchaba.

 

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