Cuento escrito en la pandemia
De un lugar muy lejano y acompañado del señor miedo, llegó un día al Perú. Los que lo han visto, dicen que a su cuerpo le rodean muchas puntas. Solo se le puede ver con un microscopio. Se mete a los pulmones y luego te da la gripe. Los doctores lo llaman “COVID-19”, y la gente “Corona, coronavirus, microbio, bicho o Covid”.
Los noticieros decían que cada día aumentaban los contagiados y otros morían. El presidente ordenó que todos se queden en sus casas. Los policías y los soldados del ejército se encargaron de ver que los hombres y mujeres lleven mascarillas y guantes. Y que no se amontonen para ir al mercado, banco, farmacia o centro de salud. Los niños no podíamos salir para nada. Cerraron los colegios y la mayoría de padres dejaron de laborar.
¡Yupi, más vacaciones!, gritamos mi hermano y yo. Nos levantábamos tarde y veíamos muchas pelis. Pero, al pasar los días, la cara de papá se puso más preocupada. A él le gustaba mucho escuchar y ver los noticieros. Hasta que un día empezó a toser, le dio fiebre y le dolía el cuerpo.
Mamá le preparó un jarabe con ajos, cebolla y kión. Cuando sanó jugaba más con nosotros. Nos divertíamos con la chapada, las escondidas, a hacer voces extrañas de viejitos, bebés y niños. Aprendimos el juego de los incas llamado “El zorro y las ovejas”, damas, monopolio y cartas. Sumábamos, restábamos más rápido, y yo aprendí a barajear. Otras veces, cantábamos las canciones de la iglesia, las que a mamá le gustaba y las de la escuela. Y solo algunas veces bailábamos los cuatro. Nuestro día terminaba con los cuentos que papá y mamá inventaban.
En el 2020 las clases fueron por la televisión y por el internet. A mi hermano no le gustaban sus clases de inicial. Mamá dejó de laborar y se puso a ayudarle. Papá lo hacía desde casa, en la computadora y su celular.
Nosotros ayudábamos en la cocina, a limpiar la casa, lavar los trastos y nuestra ropa interior. Al vernos mamá sonreía y decía, ¡Gracias al Covid!
Papá salía a comprar y nos contaba lo que pasaba en las calles. Decía que en el carro todos viajaban sentados y se viajaba rápido. Más gente utilizaba bicicleta, y más personas vendían en las calles y otro tanto pedía alimentos dentro de los mercados y de casa en casa. Ese día, comí poco y me acosté pensando.
Aprendimos un montón de este virus. Inventamos poemas cuentos, juegos y hasta soñábamos con él. Comíamos más verduras y cereales de la sierra que tenían sabores extraños. Y nos hicimos muy, pero muy amigos del agua y jabón.
Ahora, que ya terminó el “quédate en casa”, extraño a mis amigos, profesores, al patio, el recreo y todo mi cole. Rezo para que todo se arregle, aunque no sea lo mismo.. Algunas amigas se han ido a la sierra y a la selva. Además, los vecinos y amigos están raros, nos saludan de lejos y apenas nos miran. Mi hermano pequeño pregunta ¿Por qué ahora todos son Batman? Mamá dice, qué a los cinco y nueve años, aun no podemos entender la realidad completamente.. Entonces, yo pienso para mi solita y pregunto ¿Alguien me puede hacer entender, por favor…?
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