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Recóndita Tenacidad

RECÓNDITA TENACIDAD

Con mano dura modela,
el pebetero estratagemas,
grises labios en la luna,
y dulces estrellas.

Delicadas tardanzas ajenas,
en busca de un gemido,
de ágata en la cintura,
con el perfil del consuelo.

Pintor, escultor y escritor,
huye de la abierta cerradura,
acuarela, olor de quebranto.
Y fija el dolor con ardor.

Demasiada nieve frágil,
es el horno del sueño.
Y haz las sirenas plumas rojas,
torciendo, al viento sereno.

De mil formas indomables,
a las horas deja quietas,
sin miedo, mudo, el acero,
mirando espejos vacíos.

Atento, al porvenir impío,
y sollozante, lejos de todo,
aprisiona las ventanas,
con gesto aventurero.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Avinagrarse Cerúleo

AVINAGRARSE CERÚLEO

Es tarde, y la ansiedad crece,
bajo el rojo de las escaleras,
en la sombra, olor a viento,
y en el viento, dolor salado,
un grito palpitante desnuda,
y asciende la fragante luz.

No espera, no desea, no sabe,
que a nadie el cielo escucha,
que a nadie la tierra ignora,
ni siquiera la misma nada.
Por ello, su recuerdo ha muerto,
en el ocaso estéril y perplejo.

Hace ya tiempo, tan lozano,
que pasó la hora, diligente,
por ese grito, del vaivén incierto,
que lleva el cabello risueño,
y empuja sereno al sueño,
con la febril niebla noble.

Viene de un lugar, que embarga,
que hunde la voz del bosque,
y cosechas salvajes flores,
que están más allá del recuerdo.
Tanto que ha sembrado su ceniza,
soñando perlas y alfombras.

Seguramente ya no están,
secas, bajo el sol intactas.
Por eso duermen de pie,
los suaves muros del metal,
los inmensos devaneos riendo,
con el pobre sudor del fuego.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Tortuosa Testarudez

TORTUOSA TESTARUDEZ

Pronta a nacer la noche espera,
una inmortal estrella esquiva.
No de secas pajas enrejadas,
ni de altares, ni de libros.
No de flores pálidas y perlas,
ni de piernas, ni de panes.

¡Demacrado pandemónium!.
¡Desquiciado pulverulento!.

Es la canción de los viejos días,
la esquina azulada de grises.
Son los corceles voladores,
las últimas campanas libres.
El rico piano del fuego es,
de marfil, de agua y de viento.

¡Dilapidador prolijo!.
¡Dislocado panegírico!.

El sonido del escorpión niega,
al cuerno de la luna madura,
de moda, de piedras, de lana.
De rastros, de rostros, incautos,
de lívidos despojos, del humo.
Una vez uva de vegetal vejez.

¡Desgarbado pomposo!.
¡Displicente pedregal!.

Donde las entrañas exploran,
las nubes, las escaleras verdes,
los cuadros, los rojos insípidos.
Con la habitual caricia del zapato.
Y en el pelo mundanal mutación.
Y en la última mirada el cielo.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Apodíctica Merma

APODÍCTICA MERMA

En el teclado un espejo se ha peinado,
las pupilas fugitivas en un silbido,
tan oval como cautivos los cristales,
su recompensa recibido habrán, dicen.

Porque en vano el aire sembró lo mismo,
con la brisa de la noche en una mano,
de las flores sosegadas sin atavío,
solas, recatadas, en la cúpula del frío.

No preguntes… Solo he visto poco,
y de ello, los últimos huecos del aire,
dicen vestir al silencio hecho ojos,
y con alfileres devorar las noches.

Ahí, las mariposas están furiosas,
aunque ningún volcán se ha descuidado,
ni aún la penumbra, se angustia,
tanto como las ventanas han creído.

Más allá, las cuevas se arrodillan,
se destruyen los números del río,
los rumores cubren los ascensores,
y las avispas imitan los caimanes.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

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Andrómina

ANDRÓMINA

Encadenado por el viejo eco,
entre aquellas agujas que se ocultan,
y desayunan en el bosque cada nube,
dormiré sin calcetines un sombrero.

Donde caminan los cuadros ebrios,
con los últimos otoños tristes.

Donde los libros leen sin lentes,
con las sillas sembrando pantanos.

Donde ninguna alegría teje hielo,
con el agua tímida del vidrio.

Lo sabía, lo sabía.
El carbón de la escalera.
¡Y no dijo nada!. Tampoco la escarcha,
ni el corcho de la lluvia de viento,
con la mejilla en un simple grito.

Y eso fue todo… Camina y escribe,
con la sangre del tiempo. ¡Luz!.
Los hilos de la noche nada saben.
Por eso el techo tiene pena,
y la pana pierde al pan del circo.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

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