Archivo de la categoría: Relatos

ESTA NOCHE BAILO En UN BOLICHE

Entre multitudes me albergo.Pareciera que afuera

Se va a caer el cielo con la lluvia que asimilo.

Todo indica que debo pedir un trago en la barra.

Aunque noto que hay mujeres que son un infierno.

No puedo evitar el chamuyo frente a ellas.Son jóvenes y

Omito con intencionalidad que hay menores cómo féminas

Consumidas por el alcohol, el tabaco o las drogas.

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Mí Monstruo

 

 

El último reducto de oscuridad se esconde en el rincón más íntimo de mi alma. Trato de huir con gran desesperación y entre más corro, me tropiezo con todas las ramas secas que anidan en mi mente.

Poco a poco ese pequeño fragmento de penumbra va creciendo de forma casi imperceptible dentro de mi, y lo puedo sentir golpeando con toda su fuerza, dejando cada vez un poco menos de espacio para que entre la luz al rincón del  que ha hecho ya su propia habitación.

Y cuando me doy cuenta, ese trozo insignificante ya no es asunto de menor importancia, ahora se ha convertido en un enorme monstruo de aspecto furiosos que a lo lejos me observa con vidriosos ojos.

Hago mi máximo esfuerzo para alejarme de su horrible visión..pero hay algo que no me deja mover, mientras observo una y otra vez  sus escandalosas evoluciones frente a mis ojos.

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El Nuevo Fin

Ricky estaba tirado en la cama.

Miró al techo con un solo ojo mientras escuchaba los solos del vecino. No era malo, pero tampoco tan bueno como para que no le rompiera las pelotas…

Se reincorporó de a poco. Su cuarto estaba en penumbras, igual que como se sentía. Le dio un poco de pena verse en una escena de película de depresivos. Había dormido poco, no por el músico sino porque hacía rato que no dormía bien. Agarró la armónica, se desperezó, y nunca llegó a llevársela a los labios.

El tipo la había pegado con su banda en los comienzos del rock argentino en los sesenta. Todos creyeron que murió en esa época y así lo olvidaron más fácilmente. Cada tanto aparecía por el bar de Ricky, tomaba algunos tragos (y más también) y terminaba gritando contra la banda que estuviera dando el show. Varias veces lo molieron a palos, algunas Ricky lo dejó escapar por la puerta de atrás.

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Un Cuento De Navidad En La Calle

No me gusta recibir órdenes de nadie. Soy solo yo y nadie más que yo.

9 de diciembre, día de la virgen. Diciembre época de fiestas y locura que nadie controla y yo un adolescente más en esta ciudad maligna y descontrolada que me adsorbe sin piedad alguna.
Una invitación muy interesante llega a mis manos. Fiesta. Algo que no me podía perder. Pero la noticia era si mis padres me dejarían ir sin ningún problema. Lo dicho un no rotundo por parte de los dos. Razones las mismas de siempre, es muy peligroso, solo va a coger malos vicios, etc.
15 de diciembre. El tema de fiesta esta cancelado. Para mis padres claro está, para mí no. Bueno solo faltan unos días para el 24, día del nacimiento del niño Jesús. El día de la fiesta. El día de mí nacimiento.

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Yo Lo Sé… Y Lo Sabes Tú

Era aquella tarde, en la que Vea me contaba, poco a poco, él como terminaba aquella historia que casi todos los días por las tardes, ella me lo contaba ó me la leía. Éramos muy buenos amigos, que a pesar de que ella fuera mayor que yo por meses; yo la veía con otros ojos, unos ojos de deseo, si, ella me gustaba mucho, desde los tres últimos años que la conocía, nunca me atreví a decirle nada, nunca le dije que ella me gustaba, nunca me le declaré, y creo que nunca lo haré. Y así, observando el atardecer que aun se veía desde aquel minúsculo andén, en la que nos sentábamos a leer, ó a contarnos cosas de la vida. Vea era muy hermosa desde el punto en la que yo la veía. Aun con mis 15 años de edad, Vea era la única amiga a la que yo le podía contar algo, lamentablemente no podía decirle nada sobre mis sentimientos, y que yo estaba enamorado de ella.
Al terminar la tarde, al desvanecerse el sol sobre aquel brillante horizonte, caminamos sobre la acera cubierta de césped, sobre aquellos montículos de forraje, que día a día se formaban gracias a las tempestades de lluvia.
Embrollando su brazo con el mío, caminamos paso a paso, como dos gotas de lluvia que se alejan de la corriente, que se alejan de la soledad, del inconformismo, y sobre todo del sufrimiento.

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